Verdades

- Muy bien. Señorita curiosa, me alegra que se haya presentado a nuestra cita.
Lo miró fijamente.
- ¿Sabes?, el principio de la comunicación es que hay un emisor y receptor. Y en caso de las conversaciones, se debe una retroalimentación – me dice con un tono, más de tutor que de otra cosa.
- Me llamo Maika… y… sólo vine aquí para decirte... ¡que me dejes en paz! – respondo.
- Mentirosa.
- Mi nombre es Maika…
- Sí, eso es verdad, la mentira está en la segunda parte. Por supuesto que quieres saber. Quieres salir al exterior, he visto tu tedio en todo lo que haces en las áreas comunes y cómo en tu cubículo, todo lo que haces es mirar al muelle.
- Eres un acosador – le digo indignada.
- Maika, en la BIOS no hay secretos. Excepto el más importante.
Me quedo en silencio.
La bruma del anochecer comienza a inundar el bosque. Queda poca luz y conforme se desvanece comienza a salir un millar de luciérnagas, que bailan en medio nuestro.
Me quedo anonadada.
- Eres muy sensible, ¿no? Estás por llorar – se burla.
- Me voy... - amenazó.
- Sí, vámonos.
Me toma por la mano y nuestro entorno cambia en un parpadeo. Estamos en la cima de una montaña, y a nuestros pies, una gigantesca ciudad que parece no tener fin. Me estremezco por el frío, a pesar de estar completamente abrigada.
- ¿Dónde estamos? – pregunto.
- Esta es la Cordillera de Los Andes. En el norte y a nuestros pies la Ciudad de los Caballeros. Ese es el exterior que tanto quieres conocer.
- No es posible. Afuera no hay nada, vivimos en el BIOS, porque la vida afuera no es posible.
- ¿Cómo lo sabes?, ¿has estado alguna vez fuera del complejo? – pregunta. ¿Quién te dijo que era así? ¿Génesis? ¿Los tutores? ¿El encargado de tu salud?
- ¿Y tú como sabes? – Le preguntó con rabia.
- Porque vengo de allí – responde con complacencia.
- No es posible, si eres un niño, eres menor que yo.
- En aspecto, sí. Pero, soy mucho, mucho mas viejo que tú, créeme.
- ¿Y qué haces aquí?
- Vine a rescatarte.
- ¿De qué?
- De la muerte.