La Realeza Come Mcdonals

Capitulo 1 - INMORTALIDAD A UN INFELIZ

80 años atrás, era en 1,954

Todos los días, Donald solía despertar desanimado, aburrido de la vida, sin ganas de trabajar, pero debía vestirse para ir a su trabajo, no lo hacía con el deseo de cumplir, sino por la necesidad, era de esos tantos que día con día hacían trabajos que no les agradaban, con todo y eso tenían que hacerlo, porque era la única forma de subsistir. Era un payaso que reía sosteniendo en su corazón el dolor de haber sido huérfano, creció en las calles, en albergues y era gracias a la caridad de un supervisor a cargo de una de los tantos establecimientos llamado: McDonald, que él habría obtenido ese trabajo, una vivienda en un viejo y muy pequeño cuarto, el único puesto de trabajo disponible era el de ser un payaso con un traje ridículo. Era tan curioso que su nombre se parecía tanto al del bufón, solo cambiaba la primera grafía de sus nombres D por R, de Ronald, odiaba vestirse como Ronald McDonald, el payaso con felicidad para los niños que iban por sus felices cajitas, sobre todo cuando sus compañeros le hacían burla, la gente no solía ser muy amable, de esta forma decidió que debía aprenderse el teje y maneje de cada actividad en la tienda, desde mantenimiento hasta ser cajero, sin darse cuenta que se convertiría en multiusos, lo cual lo hizo no solo sentir sino vivir en carne propia el ser explotado y con un salario mínimo.

Y luego preguntan….

¿Por qué se hizo malo? —Ponía cara de enfado pero a su vez de cuestionamiento—, ¿Qué le hicieron para que sea indigno? Así es como deben cuestionarse, y no directamente culpar a la víctima. Hace muchas, pero muchísimaaas cajitas felices, hubo un peculiar mágico reino de papitas que fue oscurecido por el triunfo de un villanesco hechicero, quien hallándose aburrido, viviendo una vida sin oficio ni beneficio, estaba tan soporífero que decidió dejar de ser malvado y conferir un regalo a un par de víctimas de la vida, para ello salió de su reino en el inframundo, pero no lo hacía por bondad, sino porque estaba harto de ser inmortal que quiso ofrendarle su eternidad a un mísero, inútil, despreciable y malagradecido humano, cuyo fuera hambriento de poder, y de comida también, porque la única forma de que él pudiera dejar de ser inmortal era otorgándosela a una persona que lo necesitará tanto o más que cuando se le ofrendó a él, así que en busca de ese infeliz llegó a los suburbios Minneapolis, y a la distancia vio una tremenda insignia color amarillo brillante, era la grafía principal de un establecimiento de comida rápida, denominado «McDonald», era medianoche, vio salir al infeliz con una feliz pequeña cajita en manos, se encontró con él, de un soplo camufló sus onerosos atuendos a míseros harapos, mostrándose necesitado. El empleado había culminado su turno laboral, de repente cuando marchaba a casa, esa voz del hambriento sin hogar lo atrajo, jamás imaginó como cambiaria su existencia.

—Ven pequeño esclavo del trabajo, ven desdichado malagradecido, ven… y deja de renegar por lo cargado que pudo haber estado tu fanea —repetía la voz del indigente hambriento, el muchacho bastante atractivo, cansado, uniformado con camisa blanca, pantalón negro, corbata roja con repetitivas insignias «M».

—¿Qué quieres? No vez que voy cansado de estar aguantando ese montón de gente inútil e incompetentes; que todo me ponen hacer, se suponía que apliqué para trabajar en la cocina, pero ando limpiando el comedor, sacando basura, limpiando retretes. De no ser porque no tengo ni para rentar un cuarto, no soportaría tan M…—dijo mirándose las letras «M», de su corbata, aunque era dicho con doble sentido— pero soy un mugriento pobreciento hace hamburguesa, fríe carne, y esta cajita feliz es mas bien infeliz, no es mágica como la promueven, solo son pedazos de pollo fritados en aceite quemado.

—Dámela y a cambio te doy gloria. —prometia aquel sucio y repugnante indigente.

—¿Y yo para que quiero Gloria si quiero Manuel?

—¡¿Qué?! —dijo aturdido el indecente harapiento viejo.

—No me interesan las glorias sino los Manuel.

—Pues, tendrías todo cuanto desees. —se dio cuenta de cómo cambió el brío en los ojos de aquel pobre muchacho— Podrías arrodillar a tus enemigos, convertirte en el más poderoso de los hombres y jamás serias esclavo sino amo.

—¿Solo por esta cajita feliz?

—¡Sí! —expresó positivamente.

 —Pues tome y deme la riqueza.

—Escucha bien. —advertía el menesteroso hombre.

—Sí. —respondía sin darle importancia a las advertencias que se le harían.

—Inmortal a medias serás, pues tu otra mitad complementara tu inmortalidad, si te enamoras. De ahora en adelante mas no serás tú, sino lo que odias, en ello te convertirás.

 —Odio McDonald y todos esos asalariados que me humillaban porque no sabía mucho cuando empecé a trabajar. Pero yo haré que hasta la realeza coma McDonald.

—Es que has debido aprender que uno o se adapta al ambiente de trabajo o busca otro empleo donde se sienta cómodo, pero en cada trabajo, jerarquía o sociedad, siempre hay reglas, deberes, protocolos, y competencia, algunas son más crueles que otras, inclusive el amor suele ser cruel y competitivo.

 —Seré quien tenga que ser con tal de no seguir de lambiscón.

 —Magnifico, solo que tienes una oportunidad para no vivir en soledad, si sabes reconocer la oportunidad no te pasará como a mí, amo y señor de un reino sin habitantes, comía todo cuanto  quería, tenía magia, poder, pero vivía aburrido y sin una mosca a quien fastidiar.

—No soy tu, tengo creatividad y créeme que haré un reino especial y sin igual. —dijo el empleado, de repente puso la cajita feliz sobre la embaldosado en el parqueo del establecimiento, jamás sus ojos se maravillaron tanto al ver como un brío escapaba de aquella cajita, de donde la misma voz del hechicero indigente se escuchaba.



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En el texto hay: fanfics, princesas y principes, princeso

Editado: 10.12.2022

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