La realidad detrás de la fantasía

Vivir en la realidad

El inframundo

 

Y con la adultez, todos mis sueños de ser escritora, dibujante o cualquier cosa creativa, quedaron olvidados. Esta fue la etapa más oscura de mi vida, empecé a intentar estudiar “algo productivo” o “cualquier cosa que me dé de comer” y en este camino me acompañó la danza, la cual fue un gran desafío para alguien como yo, que jamás había practicado ninguna actividad física, pero como todo lo que hago me gusta llevarlo más allá, terminé capacitándome para la enseñanza.

 

Mi baile fue acompañado de una etapa descarriada, pero no duró demasiado y después de esto me esforcé por ser lo que se esperaba de mí, busqué caminos espirituales que me ayudaran a sobrellevar todo aquello que yo no era, a saber una secretaria, una empleada administrativa, la chica que hace trámites, la vendedora, etc. Sin embargo, no pude nunca permanecer en un trabajo estable por demasiado tiempo, La opresión de estar bajo el yugo de alguien que no te valoraba y te trataba mal me llevaban a renunciar ante el primer desacuerdo.

 

Por aquella época leía muchísimo, y por supuesto estudiaba, siempre tuve la necesidad de estar aprendiendo algo, empecé mil carreras y cursos, siempre quise escribir, por lo que de vez en cuando empezaba algún diario, mayormente luego de perder a mi padre, tiempo durante el cual hice algunos meses de terapia. Pero estos diarios quedaban abandonados, mi vida nunca fue tan linda como para plasmarla en las páginas de ningún cuaderno.

 

En esta etapa primaron dos cosas en mi vida, la danza y los temas ocultos, los oráculos, la magia y la reencarnación eran temas recurrentes en mis reuniones con amigos. Practicábamos meditaciones de regresión a vidas pasadas, hechizos, el juego de la copa, veíamos películas al respecto y comprábamos libros esotéricos. Creíamos en los ovnis y soñábamos con tener experiencias paranormales.

 

Pero pronto, todos se casaron menos yo y esos días quedaron atrás.

 

***

 

El despertar

 

En un quiebre de mi vida, la bailarina comenzó a decaer para dar lugar a la cantante. Entré en una iglesia (secta) y allí descubrí que el canto era algo liberador, por lo que no tardé en tomar clases y el canto se convirtió en algo que me acompaña hasta el día de hoy. El canto mismo fue lo que me expulsó de aquel lugar nefasto donde la religión era más pesada que la espiritualidad, puesto que a estas personas les parecía que no debía cultivar mi “linda voz” en sus textuales palabras.

 

Seguí intentando cumplir con los preceptos que el clan me imponía, ser "el pilar", "la responsable", "la que sí puede", haciéndome cargo de lo que no me correspondía, y cumpliendo un papel que no era para mí. En esta etapa ya ni leía, porque según la iglesia a la cual asistía, los libros te ponían ideales de hombres demasiado elevados, o relaciones de pareja demasiado romantizadas, que no iban a suceder nunca. Esta institución también aplastó mis bailes, pues eso era un pecado.

 

Esta época también fue marcada por los contenidos audiovisuales de fantasía, Harry Potter, El señor de los anillos, Vampire diaries… Todo del diablo...

 

Luego de abandonar finalmente aquella “religión”, la vida me tenía preparado un reencuentro con la escritura que no esperaba. En 2012 tuve la fortuna de descubrir el rol online y comencé a reconciliarme con esa parte de mí que había quedado sepultada tras años de indiferencia. Empecé a jugar y unos meses después intenté escribir un libro, que quedó olvidado después de unos diez capítulos, pues no era lo suficientemente constante como para llevarlo adelante; no obstante, continué desarrollando personajes.

 

Cantar y hacer rol fueron las dos cosas que me mantuvieron a flote en mi vida en esa etapa y aquí me volqué a las terapias alternativas, reiki, diksha, munaiki… Y, como era de esperarse, no pude menos que tomar cuanto curso se me cruzara.




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