La Rebelión de los 57. Prados y Nieve

Capítulo XX

A través de los pasillos fríos de las catacumbas, un soldado les llevaba algo de cereal a los prisioneros de la Rebelión. Cuando Torres Viudas era una fortaleza de la Orden de la Cobra, ahí encerraban a los asaltadores y traidores de la Orden. La bandeja temblaba por culpa de sus impotentes manos enguantadas.

Jamás creyó que harían prisioneros a conocidos miembros de la Rebelión: él escuchó murmuraciones sobre un muchacho con un martillo y con un fuerte temperamento, principalmente irascible; un albino de naturaleza discreta, enigmática y con una mente de profundas y lejanas deducciones; una muchacha tontorrona con pelo color ladrillo y con una sonrisa gigante siempre entre sus mofletes perlados, quien era la primera soldado en usar un mayal de una forma única y original; y un chico pequeño, con un mapache de mascota y un cabello caótico, liso y abombado, que siempre iba detrás de ellos.

Sin embargo, apenas llegó al pasillo de las prisiones de esos cuatro, la bandeja del desayuno cayó al suelo: ninguno estaba en sus respectivas camas y entró en pánico. Con una respiración agitada, sacó las llaves y abrió la primera cerradura. El viento ululaba a través de los ladrillos negros, la pequeña brecha con barrotes estaba intacta. Su mente estaba tan agitada y revuelta de pensamiento que sólo se le ocurrió correr para encontrar a sus compañeros.

— Oye, bastardo — profirió una voz a sus espaldas, antes de que pudiera comenzar a correr.

Sólo pudo ver un destello blanco, algo casi invisible. Propinó un indómito golpe en toda la nariz, para luego estrellar su nuca contra la pared con sus propias manos hasta dejarlo inconsciente. Ese albino remató su paliza dándole una patada en la barbilla.

— Listo — cuchicheó Aaron por encima de su hombro. Estaba abrigado con una espesa piel oscura que terminaba en una capa negra.

Alan salió de debajo de su cama, Rita se bajó del techo y aterrizó espléndidamente, pero Víctor se había escondido dentro del colchón. Brotó de ese pozo de pelusa estornudando por montones.

— No soportaba más tiempo encerrada ahí — se quejó Rita —. Ni buena estuvo la cena de anoche cuando nos encerraron.

— Mejor cocina un canario con una rama.

— En fin, hay que salir de aquí.

La alarma se dio cuando reportaron a un soldado noqueado en las únicas celdas de la prisión subterránea. La pandilla no pudo despedirse de sus más allegados, cuando quisieron dejarles una nota a los hermanos Hamlet, sólo hubo un recuerdo vago de su última ubicación. No estaban en la tienda donde dormían. Tampoco encontraron a Galleta, el mapache, y Víctor casi perdió el alma en un llanto sostenido.

Un feo sentimiento de rechazo los siguió lo que restó de día en los friolentos bosques de la taiga norteña. La Rebelión no los mandó a buscar al ver que no interferirían en sus planes. Todavía quedaban huecos entre sus ideas y los mataba la curiosidad: no sabían nada concreto del verdadero plan de Akali, ni del bienestar de sus últimos amigos, el frío no era tan enfermizo como la rabia por estar perdiendo poco a poco todo.

Estaban en medio del bosque, con comida limitada y montículos monumentales de nieve cubriendo cada punto que viesen. La idea fue usar la brújula para alejarse lo más posible de Torres Viudas, pero manteniendo cierta cercanía.

— Tengo listo el fuego — dijo Aaron —. Vengan a calentarse.

Alan bajó de la colina, escupiendo nieve con el derrape de sus botines. Víctor apareció con una maraña de mocos por culpa del resfriado, y repantingándose sobre sí mismo. Rita casi metió las piernas enteras al fuego, pero la detuvieron antes de que lo hiciera: había caído en un pozo de agua nieve que dejó tiesas sus ropas.

— ¡Miren! ¿Qué son esas cosas? — señaló Víctor hacia el llano tras el desfiladero.

No pudieron reconocerlos al instante, tomó algo tiempo y debates bufonescos para entenderlos por completo: cuerpos de casi cuatro metros de altura, corpulentos y casi esféricos, a cuatro patas gordas como troncos; colmillos curvados y perlinos, aunque el más pequeño no tenía ninguno, y un gigantesco brazo delgado y flexible saliendo por donde debió  estar una nariz.

— Ni idea, pero se parecen a los rinocerontes lanudos de casa — dijo Alan, arrinconando con ellos para contemplarlas mejor.

— Pero más grandes y peludos.

El más grande estiró su tan larga nariz hacia el cielo y emitió su sonido natural. Los chicos temblaron más que con el frío del norte, era el rugido más aterrador que alguna vez escucharon. Deambulaban los dos, completamente solos, en medio de la oscuridad mortal.

— Prados, eso... — quiso decir Rita, pero estaba paralizada.

— ¿Creen que sean comestibles?

— ¿Qué? Ay no — protestó Víctor, con la cara metida hacia la capucha —. No creen que vamos a matar a esas inocentes criaturas, ¿O sí?

— Ay hermano, no empieces.

— ¡Alan! — se quejó Rita, queriendo golpear a su hermano mayor en la cabeza — Lo que quiso decir fue que quizás tu amor por los animales es algo... inconveniente ahora.

— Tiene un punto amigo — Aaron rodeó a Víctor con su brazo, compartiendo el calor —. Quizás no sea del todo correcto porque no nos han hecho nada, pero piensa: ¿Cuánto pasará hasta que podamos comer de verdad?

— Bueno — Víctor hizo un mohín lleno de tristeza —, si es lo que el equipo quiere…

Mucho más al sur, Amarel y Rose llegaron a Pluma Grasosa la misma mañana que la pandilla escapó de la prisión de Torres Viudas. Estuvieron toda la noche escapando hacia el oeste, completamente recto, esperando encontrar el tan conocido pueblo. Lograron vislumbrarlo cuando salió el sol, porque las casas y edificios hicieron las sombras. Por poco seguían de largo hacia otro lugar.

Recorrieron tus calles de tierra silenciosamente, los pobladores los perseguían con la mirada. La yegua que robaron se dejaba ir por el olor de la comida, Amarel tiraba de las riendas, pero no hacía caso. Al final admitieron que no estaría mal desayunar. Sólo le encontraron algo de avena a su yegua y también para ellos con su dinero guardado: lo habían conservado entre sus bolsillos antes de salir corriendo.



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En el texto hay: fantasia, aventura epica, magia acción

Editado: 05.01.2024

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