La Rebelión de los 57. Prados y Nieve

Capítulo XXXVII

Alan terminó de bañarse en su barril de agua caliente que emanaba vapores intensos, dispuesto a vestirse con ropa cómoda para dormir. Usaba la toalla para secarse el rostro y las partes superiores del cuerpo, con la total seguridad que su tienda estaría cerrada y sin nadie que lo viera. Sin embargo, la tienda no estaba sola ni cerrada.

— ¡Alan! ¡Miré que me encontré a…! — dijo Rita saliendo de su hamaca. Su lado de la tienda estaba repleto de estampados de flores y maletines inundados de souvenirs.

— ¡Rita! ¡Maldita sea! — Alan quedó rojo como una cereza, quedó atrapado en la esquina de su cuarto. Tenía bien ordenada su ropa en ganchos en su lado de la tienda, además que coleccionaba mapas de donde estuvo y que enmarcó su medalla de Guerrero.

— ¡Ay que no te dé pena! — insistió ella, despreocupada — No es nada del otro mundo, ya lo he visto…

— ¡Rita…! Ya sé que compartimos tienda, pero cuando me baño, me gusta cambiarme ¡Solo!

— ¡Chicos! — para su sorpresa, Víctor también entró tras bañarse, descamisado — Fíjense que estuve pensando… Alan, ¿Qué tienes? ¿Por qué estás tan rojo?

— ¡La que me parió! ¡Salgan ahora! ¡Me debo vestir! — se quejó él, casi temblando.

— ¿Tiene vergüenza? — preguntó el menor de los tres — ¡No inventes! Y cuando nos bañábamos los tres juntos…

— ¡Los mataré si no se van!

Por su propio bien, Rita y Víctor esperaron a que su hermano terminara de cambiarse tras recibir poderosas patadas de salida. La gente caminaba por las vías del campamento, chismeando y parloteando sobre todas las locuras que iban pasando desde hacía días. Alan salió con una camisa de lana azul, con las mejillas todavía rojas.

— Les dije que he estado pensando en una nueva receta picosa — comentó Víctor, mientras entraba junto a Galleta y se montaba en la hamaca de su hermana junto a esta misma —. Cuando fuimos a Senda Lodosa, vi a gente que hacía estofado con yema de huevo sancochada. Si los pongo en mis meriendas, pero los cambio por los pedazos de almeja, quedarían más sabrosos. A Aaron le gustaría para cuando regrese…

— Oye, hermano… No creo que Aaron de verdad esté en una misión de rescate — le confesó Alan con algo de pena. Sabía que su hermano y él eran muy cercanos, más allá de que compartieran tienda.

— No seas tan pesimista Alan, eren un usuario del martillo, no un usuario de la pesadumbre — se burló con dedo acusador, pero su hermano no respondió con su clásico desenfreno —. Cuando Aaron vuelva, a él le encantará…

— Víctor, estoy con Alan — reveló Rita, apoyando una mano en el hombro de su hermanito. Se mantenía atenta a cualquier reacción decepcionada.

— No sean así chicos, ya verán — insistía él, con una sonrisa —. Apenas regrese, será tan divertido…

— Víctor, ya detente — reclamó Alan, furioso —. Hasta este punto es ridículo. Nadie desaparece todo un día, menos si fue la última persona que vio a Diago, Lane y Bianca. ¿Puedes madurar ya? ¡Aaron es un traidor!

— ¡No es un traidor! ¡Es nuestro amigo! — respondió el menor de los tres, levantándose.

— Hasta el señor Afflick nos lo confirmó hace poco — acompañó su hermana —, era… Imposible enfermarnos así de rápido por culpa de Galleta. Fue algo en nuestras bebidas. Víctor... Sé que es difícil de aceptar.

— ¡No es difícil de aceptar, porque ustedes lo creen muy fácil! — se quejó él — Vamos, él es nuestro amigo, hasta comió con nosotros en Fiesta Fin. ¿Cómo pueden asumirlo tan fácil?

— Es que… Todo tiene sentido ahora — Rita salió de su hamaca y sujetó a su hermano los hombros desde la espalda —. También me duele, no sabes cuánto, yo… me apego muy rápido a la gente y saber que él nos traicionó no es algo para lo que estuve preparada. Pero tú también debes estarlo.

— Chicos, por favor, llegué aquí para pasar el rato… No para deprimirme.

— Lamento decepcionarte, pero no te conviene en nada seguir mintiéndote — tajó Alan, haciendo ojos blancos de fastidio —. Esa es la verdad: Aaron vendió a Bianca, Diago y a Lane.

— Si es tan cierto lo que ustedes dicen, ¿Por qué no hay letreros recompensando su captura por traición? — objetó el chico del mapache — El Alto Mando lo haría buscar de inmediato, al menos que fuera una espía para encontrar al verdadero delator y seguirlo de cerca. ¡Por eso no aparece! ¡Está investigando a los traidores!

— ¡Víctor, susurra! — exigió su hermana con tenacidad, casi pellizcándolo. Fue entonces cuando empezó a susurrar — El Alto Mando no es lo que era, aunque… No sería muy diferente si siguiera igual, de hecho. Pero el punto es que el verdadero enemigo, la mente maestra de la que hablaron Diago y Lane antier, está dentro del nuevo Alto Mando. Es obvio que hay más de un traidor que manipuló a todos, excepto a nosotros, para quedar ahí. Sólo están encubriendo a Aaron, si no, lo habríamos sabido ya.

— El señor Skycen nunca se equivoca — acompañó Alan con voz baja —. Tampoco quise creérmelo, pero la única forma en que Aaron pruebe su inocencia, es que aparezca de una vez.

Víctor quiso reclamar una vez más, pero hasta él sabía que no era rival para sus hermanos de ninguna forma. Sin algún talento, algún sueño, una especie de rasgo talante que lo sacara de la sombra de ellos. Aaron era aquel con el que podía ser él mismo y sentirse especial.



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En el texto hay: fantasia, aventura epica, magia acción

Editado: 05.01.2024

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