La reencarnación de la Diosa

Una vida relativamente normal

Despierto con un dolor agudo en el pecho, sudo mas que una gota en una olla, mi cerebro da vueltas igual que un trompo de feria y la sensación de que fue un sueño tan realista.


Trato de regular mi respiración recostándome contra el respaldo de la cama, observo nostálgica las luces que hace ya tanto tiempo instale en mi habitación formando la ilusión de que tenía el cielo estrellado justo aquí, cerquita de mi. 


La tranquilidad se acaba al oír susurros agónicos debajo de mi cama y cuando una mano esquelética se poso en esta ahogue un grito. Se muestran dos figuras fantasmales a cada lado de mi subiendo al colchón. Me paralizo ipso facto, veo sus rostros que reflejan dolor y pena, sus pieles son verdes denotando lo descompuestos que están, desprenden un hedor casi insoportable, y sus ojos desaparecieron, solo hay cuencas vacías de las cuales brota sangre seca, pero lo que me deja mas petrificada es que conozco a estas personas, son mis padres. Hace 8 años que murieron en un atentdo en nuestra casa. Es imposible.


-Ela, mi dulce niña. Cada día lamento el no estar contigo, pero mi sacrificio te ha mantenido a salvo- Los huesudos dedos de mi madre tocan mi cara en signo de cariño para luego sujetar mis hombros.


Decir que estoy aterrada es poco comparado con los sentimientos que tengo aglomerados en mi pecho, aunque ¿De qué sacrificio habla?


Pero no por mucho. Sal de aquí, ¡Escapa!, ¡Corre!- Grita tan fuerte que su mandíbula se despego de su cara cayendo en mi mano.


Me suelto de golpe dejando escurrir de mi garganta un grito. Tiro la mandíbula en alguna parte de la habitación para esconderme debajo de las sabanas. Tiemblo del miedo cuando escucho la puerta abrirse y me abrazo a mi misma haciéndome un ovillo.


-Ela, todo esta bien. Estoy aquí- Mi hermana se hace un espacio en la cama.


Solo así logre dormir placidamente que ni cuenta me di cuando Daya se desperto.


-Pareces un zoombie-Suelta mi hermana apenas salí de mi habitación con mi uniforme del trabajo y mis pocas ganas de ir.


-Al menos no tengo la mopa por cabello, péinate- Me sirvo una taza de café para despertarme. El café es la cosa mas maravillosa que creo el ser humano.


-¡Hey, mi cabello es sensual! Además, hace juego con mis pecas- Voltea indignada dándome la espalda.


-Díselo al cepillo que lleva mas de un mes atascado en tu melena- Ordeno mis cosas para el trabajo en una mochila- Pareces un dalmata callejero. 


-Al menos no tengo mas ojeras que cara. Apresurate, chupeta de ajo. Vas a llegar tarde- Me tiende mi lonchera con mi almuerzo.


-Todo va estat bien. Lo prometo- Besa mi coronilla amorosamente- Te amo, moco.


-Y yo a ti, cerillo- Le sonrio cariñosamente.


Tomo mi chaqueta junto a mi cartera de mala gana e hice mi camino a la cafetería.


Deambulo por las calles chocando con las personas presurosas por llegar a sus trabajos. Tenemos 4 meses viviendo en Canada y aun no me acostumbro al ajetreo diurno.


Recuerdo el sueño que tuve anoche, tan aterrador. Desde que llegamos aquí he tenido pesadillas constantes, los doctores a los que he ido dicen que es estrés, pero los medicamentos que me recetaron no me ayudan, descartaron todo tipo de enfermedades mentales. Aseguran que es por el cambio de ambiente, que en cuanto me acostumbre todo mejorara. Pero muy en el fondo de mi se que es otra cosa, a lo que no se decir bien que es. Dayanna se ha preocupado tanto por mi estos meses, cuida mi sueño, me prepara té, y hace la comida, a pesar de su agotador trabajo como publicista.


Llego a las 8:49 a la cafetería, entro por la puerta de servicio.


-Buenos días, solecito hermoso- Katy me abraza fuerte en cuanto me ve- Uy, te ves terrible. Como si te hubiera arrollado un camión.


-Gracias, es lo que toda chica quiere oir-Abro mi loquer metiendo mi bolso y sacando mi identificador.


-Tranquila, quitando tu cabello despeinado, esas enormes orejas, y tu piel palida aun luces hermosa- Trata de consolarme Cami en un fallido intento. 


-Solo te falto decir que ibas a tirarla a la basura y comprarías una nueva Ela- Se rie a carcajadas Jace mientras se tira en el sillon de la salita de descanso.


-Ja ja Estan muy chistositos hoy- Recojo mi cabello en una coleta.


-O tu estas mas amargada de lo usual, ¿Tuviste pesadillas?- Katy y cami lucen preocupadas por mi estado.


Asiento mirando mi reflejo en el espejo. Si que me veo terrible. Ya voy para cuatro noches seguidas sin dormir, pero no quiero usar mas psicotropicos para dormir.


-Si quieres dormir en el almacen, te cubro- Me dio unas palmaditas en el hombro junto a una sonrisa.


Comenzamos arreglar las mesas para la apertura. Hora tras hora atendiendo, sirviendo, limpiando mesas, llevando pedidos y soportando gente estúpida. Así se me fue el día, pero al fin había terminado mi turno, y eran las cinco de la tarde, 


Salgo del establecimiento casi corriendo para llegar a tiempo a tomar el metro. La estación esta vacía lo que me pareció tan extraño, usualmente esta abarrotado de gente peleándose por entrar al metro, y aun faltan 5 minutos para que pase así que no llegue tarde para decir que ya se fue. Me dispongo a esperarlo calmadamente.


En esos minutos de espera las luces de la estación empezaron  a titilar, una ráfaga de viento paso levantando la basura y provocándome escalofríos. De pronto todas las luces se apagaron, y se encendieron una a cada lado de mi en una distancia prudente. 
En el ala Oeste en las titilantes luces aparece un lobo monstruoso en posición de ataque mostrando sus afilados dientes, su pelaje es gris con negro, sus ojos poseían una heterocromia maravillosa, un ojo era amarillo y el otro de un azul celeste, parecía medir casi 2 metros y medio, me impresiono tanto verlo que quede sin aire, asustada por el hecho de que vaya a matarme, pero el no esta alerta por mi, si no por un hombre que estaba en el ala Este sosteniendo una espada muy filosa y brillante, que desprende luz propia. No puedo distinguirlo por que la capucha que carga le tapa toda la cara. Se miran con recelo dispuestos a iniciar una pelea justo ahí, conmigo en medio.




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