Mi cabeza aún daba vueltas. Las palabras de aquel intruso desconocido me habían confundido por completo. En mi mente, aún se reproducían sus palabras: "¿Mi madre, una reina?" No, no podía ser real. Debía de ser un programa de televisión, uno de esos de cámara oculta, donde familiares o amigos le gastaban una broma a la pobre víctima y luego se reían de él o ella por cómo había reaccionado ante esa broma.
No podía ser real, aunque sonaba bastante serio en mi cabeza. Su voz era tranquila y calmada, de ese tipo de voces que te dejaban embelesada o hipnotizada, queriendo escuchar más y más, como si estuviera cantando una dulce nana que te hacía mirarlo, pidiendo con la mirada que continuara hablando. Aun así, mantuve la compostura. Sabía que no debía dejarme influenciar por una voz bonita. Todo esto tenía que ser una broma de mal gusto.
No me gustaba que hubiera mencionado a mis padres de esa manera. Ellos eran trabajadores normales, con empleos normales. Según mi tía, mi madre era jefa de una empresa y mi padre había sido chófer.
Por eso no podía ser cierto que me dijeran que mi madre era la reina de un lugar llamado "Astra" y que poseía poderes mágicos, como si esto fuera una historia de fantasía en lugar de la vida real.
Por ello, fruncí el ceño. Todos me miraron sin comprender por qué tenía esa expresión, pero soltando todo el aire que había contenido y ya más relajada, le dije cruzando los brazos:
—No me parece bien que hagas una broma así, a la ligera. Mis padres han fallecido, y no me gusta que manches su memoria de esa manera. ¿Mi madre reina? ¿Poderes? ¿Te crees que soy idiota? ¡Pues no lo soy! —grité, acompañando mis palabras con un golpe a la mesita que estaba a mi lado. Esto hizo que los presentes dieran marcha atrás, excepto Rick, que seguía estático en su sitio.
"—Si no me crees, allá tú. Eres libre de creer lo que quieras. Corre, sal, no creo que dures dos días en este mundo, niñata. ¿Dices que no respeto a tu madre? Que los dioses se apiaden de mí, porque sí que lo hago, y por eso me estoy encargando de ti, mocosa."
¿Mocosa? Ese imbécil me había llamado ¿mocosa? Ya había perdido toda mi paciencia. Sin dudarlo, me abalancé sobre él, pero me quedé suspendida en el aire, haciendo que mis pies no tocaran el suelo, y mi cuerpo estuviera inmovilizado.
Una sensación de agobio se apoderó de mí. Quería bajar, pero la fuerza me lo impedía, haciendo que empezara a maldecir en voz alta.
Enseguida, las hadas dieron pasos apresurados hacia atrás, como si la idea de verme enfadada no les gustara en absoluto.
Hacen bien, pensé para mis adentros. Era mejor que me dejaran sola cuando estaba enfadada.
Según mi tía, era como una bomba de relojería, arrasaba con todo lo que estaba a mi alrededor sin medir mis acciones ni palabras. Intentaba controlarme en múltiples ocasiones para evitar hacer daño a las personas que estaban a mi alrededor, pero en estos momentos la rabia era tan fuerte que solo sentí unas ganas inmensas de lanzarme hacia él y molerle a puñetazos, sin importar lo que pasara, sin importar las consecuencias. Así era yo, y aunque no me gustaba, en esta situación estaba más que justificado mi mal humor.
—Bájame o juro que te vas a enterar de quién soy.
Como no podía identificar sus rasgos faciales, cosa que me fastidiaba, no podía ver su expresión. Quería saber si mis palabras le habían afectado de algún modo, aunque, viendo que aún me tenía suspendida en el aire, supuse que en realidad mis palabras no habían causado el efecto deseado.
Esto hizo que mi enfado aumentara a pasos agigantados. Finalmente, el hombre me dejó en el suelo. No fui capaz de abalanzarme sobre él.
Una parte de mí, quizás la más sensata, me decía que me quedara donde estaba, quieta, observándolo, esperando a que me dijera algo, lo que fuera.
No sabía cuánto tiempo tardó en hablar, pero mis nervios aumentaron y sentía que mi corazón iba a salirse de mi pecho.
Había millones de preguntas en mi cabeza, cada una más loca y original que la anterior. Aunque no sabía si era una buena idea formularlas, hasta que Rick me dijo:
"—Ven conmigo al bosque, tenemos que hablar."
Le miré ceñuda. Con mis ojos señalé lo obvio; estaba suspendida en el aire, por eso, no le podía seguir. El sin rostro, al darse cuenta de cómo estaba, me bajó lentamente, con cuidado. Me contuve para no aprovechar la distracción y lanzarme sin miramientos sobre él, se lo estaba ganando a pulso.
Respiré varias veces, intenté acallar la voz de mi cabeza que me pedía que le diera una paliza. Debía ser coherente, no dejarme llevar por impulsos negativos que, posiblemente, solo harían que mi situación empeorara. Por eso, me coloqué a su lado y me contuve para no lanzarme sobre él.
Echando un último vistazo a las hadas, me encaminé con Rick hacia fuera. Enseguida vi que estábamos rodeados de hermosos árboles que daban frutos de colores particulares. Había uno que me llamó la atención. Era como una pera, pero en vez de ser verde, era de color rojo. Intrigada, estaba a punto de cogerla, pero Rick me lo impidió.
"—No tomes esa fruta si no quieres dormirte y despertarte después de un año."
—¡¿Cómo?!
"—Esta fruta es considerada una fruta durmiente. Se dice que quien coma de esta fruta quedará sumido en un sueño profundo durante un año, un año en el que no puedes vivir, es como... estar muerto pero en vida."