La reina de la tierra-Primer libro- (editado) 2ª vez

Capítulo 7 (EDITADO)

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Me quedé mirando a mi tía; su expresión cambió. Pude ver el dolor en sus ojos. Agachó la mirada y miraba a todos lados, menos a mí, como si la idea de contarme la verdad fuera más dolorosa de lo que me podía imaginar. No supe qué hacer; sostuve su mano con cierto cuidado.

Quería que supiera que estaba ahí, que no huiría, que quería que me dijera la verdad... mi verdad. Porque se trataba de mí, de mi origen. Un origen que desconocía, algo que desde pequeña me había ocultado. Esa idea me atemorizaba más de lo normal. Una parte de mí quería saber, comprender quién era verdaderamente, pero otra no quería saber quién era, qué pasó. Un pensamiento cruzaba continuamente mi cabeza: "¿Quién era yo? ¿Era una mentira?" Seguramente no era la chica de Canadá a la que le gustaba ver series con su mejor amiga o que disfrutaba pintar en los días de verano, contemplando los árboles que estaban a su lado.

Lo que me había contado es que yo era alguien a quien en el pasado querían muerta. Un dios deseaba que estuviera fuera del mapa. Eso hacía que todo mi cuerpo se tensara; el miedo me consumía, pero intentaba aparentar que estaba bien.

Quizás para mentirme a mí misma o quizás para tranquilizar a mi tía, que tenía los ojos enrojecidos a causa de las lágrimas no derramadas. Ella estaba como yo, quería mantenerse fuerte, pero quizás los recuerdos eran tan sumamente dolorosos que no podía, y la entendía. Tuvo que vivir una experiencia casi insólita, algo que no podía imaginar. No podía llegar a comprender el dolor que sentía. Si yo estaba de este modo, no quería ni pensar lo que pasaba continuamente por su mente, la presión a la que estaba sometida.

Pero sabía que debíamos cerrar este tema para que ya no hubiera mentiras entre nosotras. Quizás eso aliviaría un poco la desconfianza que tenía hacia la persona que me crió. Odiaba tener esa sensación con ella, porque sabía que lo había hecho por mi bien, para que viviera una vida plena y feliz. Aun así, a pesar de que había hecho todo lo que estaba en su mano para que yo estuviera bien, no podía ignorar la punzada de dolor que me había causado la noticia, la verdad.

—Bueno, Asia, la verdad no sé por dónde empezar. Son demasiadas cosas y no quiero que te asustes, pero sé que tengo que decírtelo. Había temido este día desde que me hice cargo de ti. Temía que no estuvieras preparada, pero eso no es tu culpa, sino mía. No te expliqué nada, intenté... intenté que todo fuera bien, que creyeras que eras una humana normal y corriente. Pero la realidad es que no lo eres. No eres humana. Sé que estas palabras son impactantes, pero es así. Nunca has sido humana y, por desgracia, nunca lo serás.

Aquellas palabras me habían calado en lo más profundo. No era humana, sino algo extraño. Algo que había nacido de alguien aún más extraño, en un mundo raro compuesto por seres mitológicos o seres que aparecían en las novelas que solía leer. Era demasiado, sí, pero quería saber. Lo debía saber por mi bien, para saber a lo que me atenía, para saber a lo que me enfrentaba.

—Lo sé... pero yo me siento humana... —sonaba demasiado absurdo. Me di cuenta cuando las palabras salieron de mi boca, haciendo que mi tía se riera con amargura.

—No eres humana, cariño. Recé para que así fuera. Oré para que la parte de tu padre ganara a la de tu madre. Pero creo que me mentí a mí misma y a ti. Porque mira dónde estamos. Mira en qué situación nos hallamos —dijo, y vi que pequeñas lágrimas salían de sus ojos, haciendo que ella se las quitara de inmediato.

—Las historias que me contaste eran... eran ¿reales? —asintió, y de nuevo un escalofrío se apoderó de mí: —Mis padres no murieron en un accidente, ¿verdad? Sino por la ira de un dios —dije con voz temblorosa; asintió sin emitir palabra.

Sentí como todo se paralizaba por un momento. Era consciente de eso, bueno, aún me costaba, pero había comprendido esa parte de la historia. Sin embargo, lo que más me atemorizaba era ¿qué hará el dios cuando me vea? No quería morir, y menos por algo en lo que nadie tenía culpa, solo él y solo de él, por sus celos enfermizos, esos inexplicables y por el egoísmo de los dioses.
—Conocí a tu madre cuando era una joven hada. Era tan buena, tan dulce —vi la sonrisa que se le formó—. Nadie la odiaba; era amada por todos. Era inteligente, astuta y muy hermosa. Enseguida empecé a trabajar en su castillo... bueno, ahora tu castillo. Ambas nos hicimos inseparables, crecimos juntas y creamos un vínculo más allá de una relación de "trabajo". Nos convertimos en mejores amigas, o mejor dicho, hermanas —sonreí con tristeza, pues el dolor en sus ojos era cada vez más evidente.

No dije nada. De verdad que quería hablar, pero me contuve. Sabía que no debía ser fácil estar contándome esto, que no era fácil desmentir toda una vida.

Ya la idea de que mi madre no sea del mundo de los humanos era impactante, pero si le añadimos que he sido criada por un hada y que existía un mundo mágico... el mundo de mi madre, un mundo en el que sabía que no pertenecía.




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