La reina de la tierra-Primer libro- (editado) 2ª vez

Capítulo 14

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Me levanté al oír los pasos de alguien, un poco aturdida. Miré el lugar en el que estaba y suspiré aliviada al ver que estaba en el cuarto que compartía con Anna. Noté cómo mi cabeza y mi cuerpo me dolían; era como si me hubieran dado una paliza. Si a eso le añadíamos la sensación de angustia, no mejoraba la situación en la que me encontraba.

Parpadeando varias veces, miré alrededor de la habitación. Vi que Anna estaba dormida a mi lado, con la cabeza recostada en mi cama. Se había quedado dormida. ¿Me había cuidado? ¿Cuánto tiempo había pasado? Estaba demasiado desorientada. Mirando de nuevo a Anna y sacudiéndola un poco, vi cómo se levantaba lentamente. Sus ojos, al igual que los míos, empezaron a parpadear y a mirar a todos lados, como si ella estuviera igual de desorientada que yo.

Cuando sus ojos grisáceos se posaron en mí, vi que abrió los ojos llena de alegría. Tanto, que no dudó en abalanzarse sobre mí, haciendo que emitiera un gemido de dolor. ¡Joder, cómo me dolía todo! ¿Qué había pasado?

—Lo siento. Debe haber sido difícil usar por primera vez tu poder. Joder, tendría que haber estado yo para poder ayudarte. Pero no me dio tiempo; los profesores intervinieron antes de que pudiera llegar. ¡Esas brujas se merecen su castigo!

¿Mi poder? ¿De qué estaba hablando? ¿Qué había pasado? ¿Brujas? ¿Castigo? Todo era demasiado confuso. Mi mente se negaba a recordar lo que había sucedido. Era como si intentara borrarlo de mi cabeza.

¿Cómo era posible que esto hubiera ocurrido? No lo sabía, y la verdad es que cada vez me frustraba más estar tan perdida en este lugar. Pequeños fragmentos se adueñaban de mi mente, pero no llegaba a nada concreto; simplemente percibía un olor dulzón, lobos y una energía verde.

Me sentía inútil. Solo me caía y me desmayaba, y no hacía otra cosa; no pude defenderme, no pude hacer nada. Era frustrante. Quise pensar que era normal; al fin y al cabo, yo no sabía nada de este mundo, pero ese pensamiento no me alivió en lo más mínimo. No era algo a lo que estuviera acostumbrada. Era algo desconocido para mí, que no me exigiera. Pero no podía evitarlo. Odiaba no tener las cosas bajo control.

—¿Por primera vez? —pregunté, incorporándome un poco más en la cama. Grité. Me dolía demasiado. Incluso varias lágrimas salieron de mis ojos. En esos momentos, me sentía como si me hubieran desgarrado por dentro. Era una sensación dolorosa. Tanto, que de nuevo me tumbé en la cama.

Me encogí y empecé a gritar. Al ver la situación, Anna se puso nerviosa, miró a todos lados y salió a la puerta, pero no había nadie. Solo ella y yo. Se paró en medio de la habitación, haciendo que mis ojos llorosos la vieran borrosa. Estaba intentando controlarse; lo supe porque cerró los ojos y empezó a respirar más lentamente.

—¿Por primera vez? —pregunté, incorporándome un poco más en la cama. Grité. Me dolía demasiado. Incluso varias lágrimas salieron de mis ojos. En esos momentos, me sentía como si me hubieran desgarrado por dentro. Era una sensación dolorosa. Tanto, que de nuevo me tumbé en la cama.

Me encogí y empecé a gritar. Al ver la situación, Anna se puso nerviosa, miró a todos lados y salió a la puerta, pero no había nadie. Solo ella y yo. Se paró en medio de la habitación, haciendo que mis ojos llorosos la vieran borrosa. Estaba intentando controlarse; lo supe porque cerró los ojos y empezó a respirar más lentamente.

Quería mantener la calma, posiblemente para no ponerme más nerviosa a mí, pero no funcionó, pues empecé a gritar. Entre súplicas, quería que me mataran. Era demasiado doloroso, agónico. Resultaba extraño que no me hubiera muerto en esos momentos.

—Voy a buscar ayuda... No sé a quién, pero a alguien. Cualquiera. Aguanta, por favor, Asia —era fácil de decir, pero difícil de hacer. El dolor se incrementaba con apenas moverme un poco. Quería probar distintas posturas, como si eso pudiera aliviarme.

Aunque ahora que lo pensaba, me parecía absurda esa idea. No era un simple dolor de barriga; no, era como si me estuvieran rajando por dentro lentamente, con la intención de que sufriera. Como si una parte de mí se estuviera dividiendo en dos, dos Asias luchando en mi interior pretendiendo ser la primera en salir. Sí, así era esta sensación. No quería estar sola. Deseaba que mi tía estuviera aquí, quería verla.

Me estaba comportando como una niña pequeña, pero sinceramente, me daba igual la imagen que estaba dando. Solo quería que acabara este sufrimiento. Ansiaba dormirme y acallar el dolor, o que me inyectaran algo que me dejara dormida hasta que este dolor se me pasara. Quería ponerle fin a lo que estaba sintiendo.

—Anna, no me dejes sola... por favor.

—Pero, Asia, necesitamos ayuda. En estos momentos, tus dos partes: la humana y la elemental, están teniendo una pelea interna. Esto es común en híbridos. Ambas partes luchan por ocupar el lugar. Pero sin duda, por lo que he visto, está ganando tu parte elemental. Créeme cuando digo que tengo que llamar a alguien, a un druida, porque ahora mismo todos tus poderes están aflorando, haciéndote sentir dolor.

Entendía lo que me estaba diciendo, bueno, en parte. El dolor era insoportable, y solo quería que todo acabara. ¿Mis dos partes estaban luchando? ¿Por qué? ¿Por qué en estos momentos mis poderes estaban emergiendo? No lo comprendía. Me sentía perdida, como una niña pequeña.




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