No sé en qué momento se fue mi tía, ni recuerdo cuándo me encontré con Fire y Anna sentadas en una mesa apartada de las demás personas. Todos nos miraban con recelo, especialmente a Fire y Anna, como si quisieran fulminarlas con la mirada. No entendía cómo podían mirarlas así, siendo ellas princesas; tal vez se debía a la historia que rodeaba aquel mágico y terrorífico mundo.
Era terrorífico porque, cuando nos dirigíamos hacia el comedor, presencié cómo unas hadas habían hechizado a un humano y lo habían utilizado en un juego perverso. Fire se interpuso, argumentando que eso infringía las normas del internado. Las hadas se detuvieron, pero se llevaron al frágil humano lejos de allí. Quién sabe qué le harían. Sentí temor por ese pobre muchacho y aparté la mirada de inmediato.
Yo tenía otra percepción de las hadas; mi tía Afora no era así. La vi ayudar a personas sin hogar, ofreciéndoles comida. Suponía que, como en todas partes, cada ser tenía su propia personalidad; quizás había seres buenos o tal vez simplemente fingían serlo para integrarse en su entorno.
Los seres aquí eran repulsivos, cada uno más horrible que el anterior. No me refiero solo a lo físico, también a su personalidad. Estaban consumidos por el odio, la venganza y el deseo de mostrar su poder.
Estaban envenenados por una maldad casi asfixiante, se sentía a kilómetros de distancia. Podría culparlos, pero ¿por qué? Al final, habían sido educados así, crueles y despiadados, sin compasión por nada ni nadie. Si me hubieran criado así, probablemente yo también habría sido así, consumida por la maldad.
Disfrutaban y se regocijaban al ejercer su poder sobre los humanos, como me pasó a mí. Mi tía descubrió que una bruja de magia negra me había encantado para que fuera hacia ella. Según supe, la bruja quería asegurarse de si era humana o no. A pesar de mi apariencia, decían que desprendía un poder inexplicable.
Eso no justificaba la atrocidad que querían hacerme. Fue castigada y enviada al pozo mágico, un lugar que castigaba a quienes abusaban de la magia o perdían constantemente el control. Menos mal que no sabía lo que era; lo desconocía y agradecía que así fuera, porque juro que estaba asustada. Si esa bruja se había comportado así, ¿qué harían las mentes retorcidas de los habitantes de Cagmel? Hasta el nombre sonaba aterrador y fantasioso.
En otra época, habría dado todo por ver a un hada. Bueno, eso pensaba cuando era pequeña.
Con esa edad, habría deseado conocer hadas como mi tía. Ella irradiaba bondad, pero sabía que la realidad era muy distinta. No podía generalizar sobre una raza por el comportamiento de algunos, del mismo modo que no podía subestimarlos por cómo había sido mi tía. Debía ser cautelosa mientras estuviera aquí, mantener todos mis sentidos alerta y analizar el comportamiento de todos los seres a mi alrededor, al menos de aquellos que podrían ser potenciales asesinos.
Sentadas en la mesa, un ogro de aspecto poco amistoso se acercó a nosotras. Me tensé. El recuerdo de lo que ocurrió antes de llegar a este lugar aún estaba fresco en mi mente. Podía detallar el ataque, cómo eran los agresores e incluso cuando intentaron dañar a mi tía. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal cuando los diminutos ojos del monstruo se posaron en mí, pero afortunadamente se apartó enseguida.
—¿Qué queréis? —le miré incrédula; tenían una estructura gramatical bastante extraña, bueno, como ellos. No eran seres normales ni agradables, y su aseo personal dejaba mucho que desear. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no arrugar la nariz.
—Queremos lo de siempre.
—¿Y tú, humana? —preguntó mirándome.
—¿Qué? —pregunté un poco desorientada, había estado demasiado inmersa en mis pensamientos. El ogro gruñó, haciendo que me sobresaltara en la silla.
—Humanos tontos, perder paciencia. ¿Tú querer qué? —miré a las únicas chicas que parecían ser buenas personas, esperando que me ayudaran con esa decisión, ya que no quería comer nada de allí por miedo a ser envenenada.
—Lo mismo que nosotras, Tom, pero cuidado con lo que dices. No es una humana cualquiera —dijo Fire, haciendo que abriera los ojos como platos. No, que no revelara lo que era. Contuve la respiración y mis ojos fueron de la pelirroja al ogro.
—¿Por qué debería saberlo? —preguntó mirándome como si fuera un gusano que quería aplastar.
—Porque es mitad hada —dijo Fire como si nada. Fue entonces cuando respiré aliviada.
—Ser híbrido, peor, más tonto —dijo y se fue, haciendo que sintiera cómo mis mejillas empezaban a teñirse de rojo.
Que me lo dijeran Fire y Anna podía pasarlo por alto, pero que me lo dijera alguien como él, que no tenía ni una sola neurona, ofendía y mucho.
No quería decir nada. Ya habían hecho bastante para tener a los ogros como enemigos.
Además, ¿cómo se creían que era un hada? Puede ser porque me habían visto con mi tía Afora, pero las hadas que yo había visto eran demasiado hermosas para parecerse a mí. Además, no tenía su maldad, ni de lejos.
—No se lo tengas en cuenta. Son ogros que en su momento fueron salvajes y están cumpliendo una condena prestando servicios a los alumnos de este internado. Tom casi mata a una ninfa y eso tiene un castigo. Además, son seres imbéciles —me dijo Anna, en un intento de que no me sintiera mal. Se lo agradecía, en serio, pero en esos momentos la humillación estaba ahí.