La reina de la tierra-Primer libro- (editado) 2ª vez

Capítulo 22

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¿Sabes esa sensación de saber que cuando llegues a un sitio, algo malo y aterrador puede pasar? Pues así me sentí en estos momentos. El edificio del internado se alzaba delante de nosotros. Pude divisar a lo lejos tres figuras: dos bajas y una alta. El de la figura alta tenía los brazos cruzados, mientras que una de las figuras bajas estaba paseándose de un lado a otro. Se notaba que estaba alterada.

Miré a Aston de reojo. Sinceramente, no es que me cayese especialmente bien. Me parecía un ser bastante simple a la par que egocéntrico, pero no quería decir nada. Quería evitar peleas y problemas con otras especies por miedo a las represalias que podían conllevar.

Observando a Zorelix en mis brazos, no me percaté de que ya estábamos delante de las puertas y que una Fire y una Anna preocupadas se abalanzaron sobre mí. Anna empezó a tocarme todas las partes del cuerpo, comprobando que estaba bien. Fire apartó a Anna con suavidad de mi lado, cogiéndome de los hombros.

Empezó a sacudirme, haciendo que Zorelix se levantara y saltara, mirando a todos con evidente reproche. Estaba cabreado. Lo habían levantado de su siesta.

—¡¿Dónde has ido, Asia?! ¡Estábamos preocupados! —dijo Fire.

—Vosotras, yo no. Al final, una más, una menos, no se notaría —dijo Yulen, mirándome con intensidad. De verdad, a ese tío le caía mal.

No comprendía por qué no le caía bien. La verdad, me asqueaba. Ni siquiera le había dirigido la palabra y la primera vez que lo hicimos nos lanzamos al cuello. No empezamos bien. La mirada que me lanzó nada más conocernos me dio a entender que no era especialmente de su agrado. Creo que hay un estado de aversión entre ambos.

—He salido... a tomar el aire... —dije por lo bajo, apartando la mirada. Estaba avergonzada. No me gustaba mentir.

—No mientas, preciosa —dijo Aston, captando así la atención de Yulen, que acercándose a él, le preguntó: —¿A dónde ha ido Goofy? —Vi cómo le miró a Aston con complicidad.

Lo que me faltaba era que fueran amigos. Al final, resulta que todos estaban unidos de una manera u otra y eso hacía que estuviera en desventaja.

—No me llames de ese modo —dijo en un gruñido.

Me puse nerviosa. Me temí lo peor. Sabía que si confesaba la verdad, Yulen sería el primero en denunciarme al director. No sabía qué castigo me impondría por ir a las tierras prohibidas y la verdad no lo quería saber, menos cuando los seres de este mundo aprovecharían cualquier cosa para atacarme.

—Nada, que al parecer esta pequeña se adentró en sitios en los que no debía.

—Perro ladrador, poco mordedor —dije en un soplido. —Ya que tú has encendido la chispa, yo haré que explote —me giré hacia ellos, dándole la espalda al lobo. Observé a los tres muchachos que me miraban con impaciencia, ansiosos por descubrir el secreto de los dos.

La única que no había dicho nada era Anna. La veía más débil que en los días anteriores. Me percaté de cómo tuvo que apoyarse en uno de los árboles cercanos, ya que estuvo a punto de caerse. Eso no me gustó. La observé con determinación. Su estado estaba decayendo y podía ver cómo estaba más desmejorada. La veía tan débil, tan fácil de romper. Temí que alguien la tocara, pensando que con solo tocarla se rompería en mil pedazos.

—Pues verás, yo, la encantadora híbrida Asia, he ido a... —Aston me interrumpió. Lo miré de manera extraña, sin comprender el cambio repentino de humor.

—Ha ido a los límites del bosque. Menos mal que no los ha pasado... era eso —dijo agachando la cabeza.

Lo miré. Me acerqué y lo empujé. Me tenía harta. No había parado de ser un imbécil desde el minuto uno en el que habíamos empezado a hablar.

—¿Eso es todo? —pude notar el desconcierto tanto en Yulen como en Fire.

—Sí, solo eso —dijo, mirándome por última vez antes de adentrarse en el internado.

Yo parpadeé varias veces. Analicé en mi cabeza lo que acababa de pasar. ¡Por Dios! En estos momentos estaba perdida, tan perdida como cuando Melany y yo intentamos colarnos en una dichosa fiesta sin saber dónde era.

Según afirmaba ella, íbamos a descubrir dónde se iba a celebrar esa maldita fiesta. Era sábado, y las casas de la zona estaban rebosantes de música por las fiestas que habían organizado nuestros compañeros de clase, y donde Melany se quedó sin tener nada con el chico con el que en esos momentos quería tener algo.

Pero claro, acabamos perdidas, sin saber dónde ir y no llegamos a la fiesta.

Pues esta situación era igual. Estaba tan perdida como aquel día. No comprendía su actitud, me desconcertaba, y cómo detestaba este sentimiento de desorientación.

—¡Seguro que tiene problemas! ¡Seguro que es bipolar! ¡O quizás es que la rabia le ha dejado imbécil! —bramé, haciendo que los tres me mirasen atónitos ante mi arrebato.

Me dirigí hacia Anna; cogiéndole de la muñeca, la arrastré dentro del internado. Evadí sus quejas y súplicas, y la seguí arrastrando por el internado. Había desconcierto en su mirada, nerviosa porque no entendía el arrebato de mis acciones. La entendía, pero no por ello disminuí mi paso. Quería solucionar esto; no me gustaba verla así. Parecía que se iba a desmayar de un momento a otro.

—Tú y yo nos vamos ahora mismo a la enfermería, y no pienso aceptar un no como respuesta —dije con dulzura, porque no creía que una actitud dominante fuera una buena idea en esta situación.




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