La reina de la tierra-Primer libro- (editado) 2ª vez

Capítulo 24 (EDITADO)

Estaba sentada en mi cama. Observé horrorizada cómo Fire estaba apretando lo que identifiqué como un corsé. La mueca de Anna era de dolor. Moría de dolor los labios, acallando el sufrimiento que estaba sintiendo. Aquel artilugio debía cortar la respiración.

Pero debo decir que era bonito. Era de un color azul turquesa, donde se podían apreciar dibujos de pájaros; algunos alzando el vuelo y otros posados en una especie de rama de color dorado. No tenía mangas y apenas cubría los pequeños pechos de Anna. Su cabello rubio estaba ondulado, con una tiara plateada de hermosas piedras azules eléctricas. Miré cómo la pelirroja le colocaba un cancán blanco.

Era tan blanco que me recordaba a las alas de un pájaro. Suspirando, Fire le colocó una tela de color azulada, de volantes, donde se podían apreciar distintos tonos de azul. Aquella tela estaba decorada con pequeñas piedras doradas, que nuevamente formaban distintos pájaros. Era espectacular. Por la parte de atrás se arrastraba un poco, dándole ese aire mágico que era tan característico en este mundo. Girándose, le dedicó una sonrisa de agradecimiento a Fire, para después darle un pequeño abrazo.

—¿Te ayudo, Fire? —preguntó Anna curiosa. La pelirroja dudó, pero al final asintió.

—Sí, la verdad es que no me gusta ponerme los corsés, me parecen un método de tortura.

Lo era, y no me cabía la menor duda de que debían estar sufriendo, tanto sus pulmones como su espalda. Fire se colocó en la especie de plataforma que las dos chicas habían improvisado. Subiéndose, se despojó de la ropa y le tendió aquella herramienta de tortura a la que se estaban obligando a ponerse.

La pelirroja alzó las manos, haciendo que Anna le colocara esa prenda de vestir. Era de un rojo intenso, con toques naranjas que formaban una especie de llamaradas que quedaban espectaculares; eran sutiles y solo las podías ver si te fijabas con mucha determinación en ella. A diferencia de Anna, la rubia le colocó una tela de color negra que se quedaba ajustada en el cuerpo de Fire.

Las mangas del corsé le cubrían todos los brazos, y hacían que todo se le quedara como una segunda piel. El cabello rojo como el fuego estaba decorado con pequeñas cuentas de color blanco que tenían por todos los mechones del cabello, y en su cuello se podía ver un collar con una figura de un dragón abrazando un corazón. Inmediatamente Anna le puso una tiara de color dorado con piedras rubíes que hacían contraste con sus ojos verdes.

—Perfecta —dijo Anna riéndose.

Ambas tenían estilos diferentes, pero le daban un aire de realeza tan propio de ellas dos. Sus zapatos no se veían. No sabía cuáles se habían colocado, pero aun así, tenían un aspecto perfecto, mágico y elegante; iban a dejar a todos los invitados hipnotizados con su presencia.

—Asia, ¿aún no te has preparado? —dijo Anna con sus ojos grisáceos mirándome con asombro.

La verdad es que no quería ir. Había pensado en irme a la biblioteca a investigar dónde estaban los portales. Iba a poner una excusa absurda, como: “que me encontraba mal” o la típica: “no tengo ropa adecuada para este evento”.

Dudaba que los seres de este mundo les agradara la ropa tan humana que tenía.

—No puedo ir. No me encuentro bien y, además, no tengo ropa adecuada para ir a la fiesta. Con mi ropa tan humana, dudo que sea aceptada. Posiblemente me quemarían viva o me dejarían desnuda delante de todos. Sinceramente, no es algo que desee experimentar.

Se miraron entre ellas. Suspirando, empezaron a mirar en el armario de Anna, haciendo que las observara perpleja. Sacaron varios corsés, y eso hizo que abriera los ojos horrorizados. No me pensaba poner eso en el cuerpo, me negaba, antes preferiría ir desnuda que quedarme sin respiración.

Me miraron esperando mi aprobación, pero negué con la cabeza, haciendo que ellas esbozaran sonrisas maliciosas que me dejaron estática en mi cama.

Zorelix abrió el ojo izquierdo, bostezando, se desperezó y nos miró a las tres, ladeando la cabeza.

—Os recuerdo que Asia es solo una híbrida. Es mitad humana, mitad hada, supuestamente. Lo que implica que ella no puede llevar corsé y menos los vuestros, la gente sospecharía.

Asintieron estando de acuerdo con la respuesta que les había dado Zorelix. Una idea cruzó mi mente. Me maldije, pero algo me decía que tenía que ir si no quería problemas con los del internado. Abriendo mi armario, rebusqué, y entonces vi la caja de lazo rojo que me regaló en su momento mi tía.

Recuerdo cuando me lo regaló, fue cuando cumplí quince años y me gustaban los vestidos que mi tía solía usar. El vestido me lo hizo mi tía Afora a mano. Cuando se me antojó uno que vi en una película de estilo medieval y fantasía, ella compró lo necesario para poder hacerme el vestido. Estuve muy ilusionada con aquel regalo.

La estética encajaba con este lugar y seguramente eran vestidos que solían llevar las hadas.

—Algo me dice que tengo que ir, ¿verdad? —ellas asintieron:—Si no vas, sería una ofensa hacia la reina y quizás te castigue por esa osadía —dijo Fire con cierta pena.

Asentí. Sacando el vestido, se lo enseñé. Observé cómo Fire y Anna abrieron los ojos y se llevaron las manos a la boca, impresionadas por la tela que tenía en las manos. Era bastante bonito. Me lo puse una vez para una fiesta de disfraces. Era de elfa.

Me acuerdo de los silbidos de mis amigos y los halagos de Melany diciendo que con ese vestido me daba un aire muy mágico.

—Es precioso —Anna se acercó y pasó las manos por la tela de color blanca.

Era bonito. De color blanco, de mangas caídas que se abrían, dejando al descubierto los hombros, y que se ajustaba a mi cadera. Llegaba hasta el suelo, haciendo como una cascada. Medité en si ponérmelo, la verdad, aunque la idea de ir a la fiesta no me gustaba, después de lo que me habían dicho Anna y Fire, sí o sí tenía que ir. Resignada, me despojé de mi pijama de algodón y me coloqué el vestido.




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