La reina de la tierra-Primer libro- (editado) 2ª vez

Capítulo 25 (EDITADO)

Había que admitir que las hadas tenían ritmo. No paré de bailar con ellas en todo el dichoso baile, ante la atenta mirada de Acua que me observaba como si fuera algo extraño. No la culpaba. Parte de mi aspecto no se asemejaba ni por asomo al de las encantadoras hadas que estaban revoloteando a mi alrededor. Ni siquiera olía a ellas; una mezcla entre flores silvestres y menta que hacía que me embriagara.

Stela y yo bailábamos, saltábamos. Pero toda esa alegría se esfumó cuando oí un sonido que venía detrás de mí. A mis espaldas estaba Acua, plantada delante de mí, con una sonrisa amistosa que hizo que me relajara al momento.

Fire no le quitaba los ojos de encima. Estaba pendiente de ella, de sus movimientos. Sujetaba un vaso de color azulado, con un líquido verdoso que no tenía pinta de ser muy apetitoso y, al ver el humo que salía del recipiente, mis sospechas fueron acertadas.

Enseguida las hadas se inclinaron ante ella. Mirándolas, supe que debía hacer lo mismo que ellas, por eso, hice el amago de inclinarme. Noté la cálida mano de Acua en mi hombro. Se acercó a mí, pude sentir su aliento en mi oreja. Los presentes contuvieron la respiración, incluso yo. No sabía qué tenía que hacer en esos momentos.

—Las reinas no se inclinan ante otras reinas —susurró. Me puse pálida. Acua me miró con el ceño fruncido. Examinó al grupo de gente que estaba a mi alrededor. En esos instantes añoré a mi tía; ella no estaba en ese momento para salvarme de lo que estaba a punto de pasar. Debía hacer frente a mis problemas, lo sabía. Yo supuestamente también era gobernante de un reino, inexistente, pero al fin de cuentas un reino.

—Lo siento, pero creo que te has confundido —dije con voz temblorosa. Ella asintió lentamente: —Puede ser. Aunque hay que decir que en esto no me puedo confundir —seria miró a las hadas que estaban a mi alrededor. Todas ellas dieron un paso hacia atrás ante la mirada penetrante de Acua.

—Perdona mi intromisión, quería pedirte a ti algo. —¿Qué cosa? —pregunté a la defensiva, temerosa de que mi cabeza acabase en una guillotina. Debía controlar más mi imaginación porque en estas situaciones no me estaba ayudando.

—Tranquila, no es nada muy grande, aunque puede que sí, era... —vi cómo apartó la mirada. Se ruborizó un poco, pero enseguida se recompuso. Sus ojos azulados encontraron los míos.

—Un baile. Quiero bailar contigo.

Me quedé sin aire. Dudé de que fuera buena idea. Las miradas cargadas de odio que me lanzaron hicieron que me replanteara lo de aceptar o no.

Titubeé nuevamente. No es que no quisiera, es que me daba miedo. Tuve que usar mi fuerza de voluntad. Esbozando una de mis sonrisas más falsas, musité:

—Claro, por supuesto, ¿cómo me puedo negar ante una reina?

Acua se ruborizó aún más. Mis palabras le habían afectado. Me reí por lo bajo. Recé para que nadie me oyera. Enseguida noté las manos cálidas de Acua sobre las mías. Mi respiración se paró por unos segundos.

Percibí como alguien me estaba observando. Con nerviosismo empecé a mirar a todos lados. Localicé a alguien que estaba en la sombra. No lo pude ver bien. Lo veía como una mancha borrosa. Ceñuda, me acerqué al oído de Acua y le dije:

—Hay alguien aquí —dije con un tono que se notaba que me estaba atemorizando mis sospechas.

La morena miró a todos lados. Sus ojos azulados se posaron en una de las columnas, para después mirarme a mí. Asintiendo, me di cuenta de que ella también se había percatado de la presencia de un extraño.

—No te muevas, quédate a mi lado, avisaré a los demás —dijo con un tono que supe que usaba para mandar en su reino.

Me quedé como me había dicho. De nuevo examiné todos los rincones del sitio. Estaba en el centro, logrando ser el objetivo de todos los presentes.

Aston, que estaba con una serie de personas que tenían características similares, se disculpó con su grupo. Me di cuenta de que se estaba aproximando hacia mí. Me quise ir. Si había alguien que no soportaba era a él, no es que nuestras primeras interacciones fueran precisamente amistosas.

—Hey —me cogió del brazo, haciendo que me girara hacia él: —¿Tienes problemas con agarrar a la gente del brazo? ¿O es una manía de lobos que desconozco? —le dije seria. Él puso los ojos en blanco.

—Puede ser, ¿qué haces con la reina? —preguntó pegándome hacia él.

Las miradas de los invitados se dirigieron hacia nosotros. Quise moverme, pero Aston me tenía inmovilizada, impidiendo que pudiera moverme.

—Pues me ha pedido que baile, y le he dicho que sí. ¿Cuál es el problema? —pregunté irritada.

—Ninguno. No me malinterpretes, pero estás en boca de todos y no creo que sea buena idea bailar con una de las grandes reinas, aunque lo seas tú también —me estaba recriminando. Eso me cabreó.

—Pero ¿qué te pasa conmigo? Explícame, porque no comprendo tu actitud —grité en un susurro. Él gruñó.

—No tienes que entender nada.

Exasperada, intenté tranquilizarme. Respiré varias veces, conté hasta diez, recordé todos los métodos que me había enseñado mi tía. Tenía que controlar mis emociones, y más cuando la tierra podía sacudirse de un momento a otro, y eso haría que las personas empezaran a hacerse preguntas.




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