La reina de la tierra-Primer libro- (editado) 2ª vez

Capítulo 26 (EDITADO)

Toda la noche la pasé con pesadillas. En mi mente, no paraba de aparecer imágenes de ese ogro y de su cuerpo inerte. En una de mis pesadillas, el ogro se levantaba y me perseguía para matarme. Fue una sensación muy desagradable. Más de una vez me levanté de la cama con un sudor frío y jadeando, haciendo que Anna se aproximara hacia mí y me preguntara qué me pasaba.

Yo no quería decirle nada. Bastante tenía ella para tener que contarle mis estúpidos asuntos. Zorelix me solía mirar en esas situaciones. Él sabía que algo no andaba bien; solo había que ver mi aspecto. Las ojeras eran notables, y mi piel estaba pálida. Había dormido pocas horas; aún seguía con esa imagen que me perseguía incluso despierta. Llegó un punto en que, cuando caminaba por los pasillos, de manera instintiva miraba hacia atrás, nerviosa, temerosa de correr con la misma suerte que ese ogro. Fire también se había dado cuenta de mi estado.

 No paraba de preguntarme, pero las palabras no querían salir de mi boca. Aún seguía con esa sensación amarga que sentí cuando vimos al pobre ogro. Era una sensación que indicaba problemas. Hay que decir que yo me consideraba una persona bastante asustadiza. A veces me sentía ridícula, pero en esta ocasión el miedo que sentía era más que lógico, había un asesino pululando por el internado. Los profesores dieron con el cuerpo. De inmediato tuvieron una reunión, preocupados por la seguridad de sus alumnos.

Desde ese momento, todo fue control absoluto. Nos revisaban los bolsillos y mochilas, asegurándose de que nadie tenía ningún arma. Incluso advirtieron a las brujas que no podían usar sus poderes en el recinto estudiantil a no ser que así la clase lo precisara. Todo era un absoluto caos. Anna y yo nos habíamos pasado horas en la biblioteca, buscando algo que nos diera una pista de lo que estaba sucediendo, pero nada. Desesperadas, decidimos que era hora de irnos a comer algo. Mi barriga pedía a gritos comida. Nada más llegar al gran salón, el silencio se instauró, no por nosotras, sino porque Acua estaba detrás de nosotras. Su aura era poderosa, incluso yo, que aún era una novata en todo esto, lo percibía.

Era sofocante, me recordaba a la sensación de estar en mar abierto. Me provocaba que la respiración se me agitara, mis manos temblaran y un respeto inexplicable se apoderara de mí cuando ella estaba cerca. Sin duda, era la viva imagen de la realeza.

—Madre mía, no hemos encontrado nada —suspiré resignada.

Aparte de buscar la información que necesitábamos, me había tomado la libertad de aprender cómo identificar los portales. Decían pocos de ellos en los libros. Lo que había leído era que se camuflaban en círculos de setas. Setas de colores llamativos, pero eso no era una pista; todo en este mundo era llamativo.

—Todo es muy extraño. No comprendo la razón por la que mataron a ese ogro, declaró —Anna. Asentí, concordaba con ella.

En silencio comimos. Pero esa tranquilidad se esfumó cuando vimos que Fire, junto con Yulen y Acua, se sentaba a nuestro lado. Yulen me miraba aún con desconfianza. Podía comprenderlo, pero me daba rabia. Detestaba que todas las personas me mirasen como si fuera algo extraño, algo que no debía existir. Muchas veces había tenido el impulso de decirles quién era, solo para que me dejaran en paz, pero cuando lo pensaba con la cabeza fría sabía que eso solo podía ser peor.

Intenté por todos los medios pasar desapercibida, pero no era posible; la mayoría de las veces iba con Anna o con Fire y ellas destacaban allí donde iban. Me preguntaba varias veces qué se sentía al ser así: llamativas y deslumbrantes. Ellas lo eran, y no podía evitar compararlas conmigo. Yo solo era una híbrida de una raza inferior: las hadas y otra aún más inferior, que era la de los humanos.

—¿Habéis encontrado algo? —preguntó Yulen mirándonos.

Yo le caía mal, pero a Anna la detestaba. Antes de hablar con ella, prefería hablar conmigo, y eso que para él, ella seguía siendo una estúpida humana. Anna suspiró y puso los ojos en blanco. Era evidente que se había percatado de que Yulen no la quería ni mirar. Aun así, no dijo nada, siguió comiendo con tranquilidad, haciendo que el peliblanco se enfureciera. ¿Por qué? Ni él lo sabía.

—Nada del otro mundo, ritos y poco más.

—¿Y de qué son esos ritos? —preguntó la pelirroja, robándome un trozo de mi comida. Le alcé la ceja y ella, con una sonrisa, me guiñó un ojo.

 —Qué encantadora —me burlé de la pelirroja—. Lo sé, preciosa. Solo hay que verme... puedo ser más encantadora en una habitación... suelo ser bastante complaciente, créeme, no he tenido ninguna queja —me reí, por primera vez desde que había llegado a este sitio.

Anna ladeó la cabeza y mirando a todos colocó los codos en la mesa y masculló:

—Simples, para niños pequeños, pero ya está, nada interesante —los dos asintieron ante las palabras de la rubia.

Miré mi comida y empecé a darle vueltas, se me había cerrado el estómago. No me acostumbraba a tener que oír cosas como: rituales y demás. Estaba nerviosa, pero intenté que no se notara. Tenía que tener la cabeza fría, pensar en que, si iba a estar un poco más de tiempo aquí.

Debía ser fuerte, mostrar que yo podía ser como ellos. Fue entonces cuando una idea cruzó mi mente. No sabía si era buena o mala. Simplemente diré que era una manera de supervivencia.

—Chicos, quiero deciros algo —enseguida me miraron y noté cómo me sonrojaba. Fire se rió:—Qué linda que eres. Me gustan las chicas indefensas —dijo tocándome el pelo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.