La madre de Yulen intimidaba. Miré a los demás reyes que estaban sentados en una mesa redonda de color negra. Mis ojos se dirigieron hacia cada uno de los presentes. Me detuve a apreciar la belleza de cada uno. Había una mujer. Su cabello era negro, con mechas rojizas y unos ojos grandes y verdes. Eran hipnóticos. Su piel bronceada era tan llamativa que no pude apartar la mirada de ella. Iba ataviada con un vestido de color verdoso, pude divisar bordados de color blanco donde se podían percibir las figuras de unos dragones. Supe de inmediato que se trataba de la madre de Fire. Su parecido era asombroso.
A su lado estaba su marido, lo sé porque ambos estaban cogidos de la mano. El cabello de él era rojizo, como el de Fire, y sus ojos eran de un amarillo intenso. Él me recordó al hermano de Fire. A su izquierda estaba una mujer de cabello rubio y ojos grises que me miraba con cierta curiosidad. Su piel era blanca. Iba vestida con un vestido de color azulado. Se podían apreciar las figuras de pájaros que decoraban la hermosa tela. Parecía que iban a salir del vestido y emprenderían el vuelo. Abrí los ojos. Identifiqué a esa mujer como la madre de Anna. Era hermosa, al igual que Anna. A su lado había un hombre.
Cuando lo vi, un escalofrío me recorrió el cuerpo. Observé su rostro desfigurado. Era una cicatriz que le pasaba del ojo a la mejilla. Su cabello negro como la noche y sus ojos azulados eran casi fantasmagóricos. Iba vestido con una especie de armadura, donde pude ver el emblema del reino de Anna. Había algo en esa persona que no me gustaba, me perturbaba. Me miraba con tanta intensidad que logró que diera un paso hacia atrás.
"Gaia, no retrocedas, y menos delante de él", dijo Holden.
Su voz no me ayudaba en esos precisos momentos. Estaba muy nerviosa. El padre de Anna era quien me había puesto en ese estado. Ahora entendía por qué Anna se ponía tensa cuando lo mencionaba. Incluso yo, que no lo conocía, con solo una mirada, había provocado el mismo efecto que en su hija. Era aterrador, sentía que ese hombre era capaz de mirar dentro de mí, que conocía mis más oscuros secretos. ¿Eran así los elementales del aire? Algo me decía que no, que solo él era de ese modo. Pude ver la diferencia entre padre e hija, al igual que también percibí la tensión entre ambos.
A su lado estaba Acua. Me miró, pero su mirada no era tan cálida como cuando fuimos al baile. No, en este momento me miraba como la reina que era. Fruncí el ceño al darme cuenta de que no había visto a los padres de Acua, y eso me causó curiosidad. Pero esa curiosidad se resolvió cuando Holden me dijo:
"Los padres de Acua murieron cuando ella tenía diez años; ella heredó el trono a esa edad."
Inmediatamente, sentí pena por ella. Desde joven se había tenido que enfrentar a la responsabilidad de gobernar un reino. Eso hacía que la viera de otra forma. Suspirando, noté cómo me mareaba.
La intensidad del momento me estaba abrumando. Creí que me iba a caer al suelo. Pero alguien me sujetó antes de que me cayera.
Echando la mirada hacia la persona que estaba a mi espalda, un grito de felicidad se apoderó de mí al ver que se trataba de mi tía Afora. La sensación de seguridad se apoderó de mí de inmediato. No lo evité, no disimulé. Con una sonrisa me lancé a sus brazos, la rodeé y las dos nos envolvimos en un cálido abrazo; la necesitaba en esos momentos. Sentí cómo me abrazaba con más fuerza. Percibí su aliento en mi oído y me dijo:
—No digas nada. No hagas caso a lo que te pregunté, limítate a contestar lo menos posible.
Asentí. Era lo mismo que me había dicho Holden, y sabía que era por algo. Supe que debía obedecer, estaba en una situación bastante difícil y en esos momentos era el blanco de todos los que estaban en aquella sala. Esperaba a que le contestara. Lo más seguro es que querían averiguar más sobre la extraña chica que había aparecido en el internado, la chica que aseguraba que era pariente de Afora y que era mitad hada. Separándome de ella, examiné de nuevo a los reyes.
La puerta se abrió y enseguida percibí una corriente eléctrica que recorrió todo mi cuerpo. Inmediatamente supe que se trataba de los demás elementos. De reojo vi a Anna, Fire y Yulen.
Los tres estaban tensos, siendo Anna la más afectada. Se quedó pálida al ver a su padre, el cual la miraba de una manera que no me gustaba. La madre era ajena a todo lo que estaba pasando, eso me asqueó. Me dieron ganas de ir hacia ella y girarle la cabeza para que viera lo que estaba pasando a su hija. Decirle que Anna no estaba bien, que estaba reaccionando de una manera extraña ante su padre. Me mordí la lengua, sabía que no podía decir nada; al final, lo que conseguiría sería poner a todos en mi contra.
—Padre —masculló Anna inclinando la cabeza.
La madre de Anna, al oír la voz de su hija, se aproximó hacia ella. Le abrazó con fuerza. Era un gesto tan maternal que tuve que apartar la mirada. Empezó a examinarla, comprobando que no le había pasado nada. Una sonrisa se formó en mi rostro.
—¿Dónde está tu hermana? ¡¿Ella estaba en el atentado?! —enseguida vi que estaba nerviosa, un nerviosismo evidente. Anna se apresuró a negar con la cabeza.
—No, Aella está bien. Ella no estuvo en ningún momento conmigo. Se quedó en el internado —la mujer respiró aliviada. Esa noticia la había tranquilizado, me alegré. No me quería imaginar la angustia que había sentido en esos segundos.