La reina de la tierra-Primer libro- (editado) 2ª vez

Capítulo 35 (EDITADO)

No sabía qué hacer. Aston estaba gritando, como si le doliera. Noté su dolor y ahí comprendí todo. Comprendí por qué, cuando algo le pasaba a Aston, lo sentía. Era tan desconcertante, aterrador. Noté las punzadas de dolor que él estaba sintiendo, y juro que era muy doloroso, no lo podía aguantar. Intenté por todos los medios mantenerme en pie, pero no podía. Antes de que me diera cuenta, estaba de rodillas. Lágrimas salían de mis ojos. Era muy doloroso. No entendía cómo él podía aguantarlo, pero yo no; era muy distinto al dolor que sentí con el duelo o como cuando luchó contra ese lobo.

Me estaban desgarrando la piel; mis huesos parecían que se estaban abriendo. Mi cuerpo estaba fallando. A pesar del dolor agónico, hice todo lo posible por no caerme. Debía estar atenta por lo que le pudiera pasar a Aston. Esto era verdaderamente jodido, una maldición en toda regla. No me gustaba sentirme de este modo, tampoco que mi vida no fuese solo mía, sino de otra persona también. Ahora tenía que andar con más cuidado, vigilar mis espaldas; era eso o los dos moríamos, así de simple, así de fácil.

Desconocía cómo se creaban los vínculos, tampoco me había dado tiempo a asimilarlo, aún estaba intentando asumir que el dios Helios, el que me quería muerta, estaba vivo. Una pregunta se formuló en mi mente: ¿Alguien más se habría dado cuenta de lo mismo que yo? ¿Alguien habrá notado que Helios estaba despierto? Era lo que más me atemorizaba. Las consecuencias que podían acarrear, el simple hecho de que se enterasen de quién era y a quién buscaba el dios. Era muy fácil que esto pasara.

Me entregarían a él y cumpliría su promesa. Todos estarían en paz y armonía. A nadie le iba a importar que una híbrida como yo estuviera muerta, aunque fuese la reina. No les había importado cuando entregaron a Nilsa con el objetivo de calmar la ira del dios. Aston me observó. El sufrimiento reflejado en sus ojos hizo que la angustia me consumiera. No quería verlo así, no quería verlo de ese modo.

Pasaba de una forma a otra sin control. Estaba perdida, agonizando, sin saber qué hacer en esos momentos. Intenté no gritar para no llamar la atención, intenté ser fuerte. Pero esas fuerzas se estaban yendo al ver a Aston sufriendo. El dolor iba en aumento; lo sentía por todo mi cuerpo.

Mi alma y la suya eran solo una o al menos así lo parecía. Mi cuerpo y el suyo estaban unidos, ¿esto era tener un compañero? No me parecía bonito, más bien, era una putada.

—Aston... relájate —le supliqué. Mi voz fue lo más calmada posible, a pesar del dolor que intensificó.

Estaba demasiado descontrolado para que me hiciera caso. Estaba bloqueada, otra vez. Él estaba sufriendo y no era capaz de mitigar el dolor. Me sentí estúpida e inútil. Si no lo calmaba, ambos íbamos a morir y no precisamente a manos de Helios.

 Algo se apoderó de mí. Alguien estaba tirando de mí. Supe de quién se trataba: Holden. Vi esa energía verdosa que me tiraba al vacío. De inmediato la paz se hizo paso. Eso me alivió. Holden lo había hecho para que no sintiera el dolor.

Como siempre que él se apoderaba de mí, lo veía todo desde una mirilla. Oía las voces del exterior, pero me dio igual; ya no había dolor, ya no había absolutamente nada. Se lo agradecí a Holden, al menos podía estar tranquila, sin sentir el dolor que me estaba produciendo Aston.

Comprendía más cosas, entendí por qué cuando se peleó con ese lobo sentí aquel dolor, ahora sabía por qué cuando yo no dormía bien él también padecía los síntomas de no haber descansado.

—¡Tú!—bramó Holden:—Cómo no te calmes, juro que te calmaré a mi manera. No voy a permitir que mi nieta esté aguantando lo mismo que tú—añadió. Lo lanzó lejos, haciendo que se diera contra la pared.

Otra punzada se apoderó de mí. Era la segunda vez que, en tan poco tiempo, Holden me llamaba de ese modo. No me molestaba, todo lo contrario, era extraño, sí, pero también agradable. Esa sensación de calidez me envolvió nuevamente, y no podía describir cómo me estaba sintiendo en esos momentos.

—¡No puedo relajarme!—gritó Aston entre gruñidos.

Oí todo lo que estaban diciendo, pero llegó un momento en que dejé de oír. Estaba desconcertada, quería que todo parase, que todo acabara, pero no, solo había empezado, y eso era lo que me tenía alterada.

No sabía a quién acudir, estaba sola en esta situación, bueno, con Holden, pero al final él no podía hacer acto de presencia de manera tan evidente. Todos pensaban que estaba muerto, y me negaba a que nadie supiera que él estaba vivo. No quería oír lo que dirían de él o lo que pedirían que le hicieran. La mera idea hacía que me cabrease, no me gustaría que dijeran nada de él. Era un sentimiento de protección que salió de manera inconsciente, casi sobrenatural.

—Pues como no puedes, haré que puedas—de nuevo lo estampó.

Le dio un golpe certero que hizo que se quedara dormido. Yo estaba bien; dentro de mí misma, no estaba sintiendo absolutamente nada. Era como si Holden hubiera puesto una barrera y me protegía del exterior. Me recordaba a estar en una burbuja que me tenía protegida de lo que pudiera venir.

No sabía si volver a mi sitio o no, pero una parte de mí no lo quería hacer. No quería estar sintiendo el dolor de Aston, y aquí, dentro de mí misma, no sentía ese dolor. Holden se había encargado de que así fuera. Él había tomado esa posición para que yo dejara de sufrir. Irónico que me tratase tan bien cuando era una híbrida. Era el único que no me había hecho sentir diferente. Tenía comentarios mordaces, pero estaba tan acostumbrada a ellos que, en realidad, sabía que era parte de su personalidad.




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