La reina de la tierra-Primer libro- (editado) 2ª vez

Capítulo 36 (EDITADO)

Todo había sido un caos. Podía oír a la gente murmurando, quizás contemplando los escombros que se habían caído. Las personas se estaban empezando a hacer preguntas, preguntas sin respuesta que esperaba que siguieran así. Holden aún seguía en mi puesto, acompañado de Yulen, que estaba más pálido, si eso era posible. Se había ido tal cual había salido del cuarto; sin camiseta. Enseguida los murmullos preguntándose quién había sido el destructor pasaron a ser halagos dirigidos hacia el príncipe de Fubuki.

En otras circunstancias, Yulen habría hecho comentarios que habrían provocado que las féminas mojaran las bragas, pero no. Estaba serio, mirando el pasillo, con los puños apretados y examinando cada dos por tres a mi abuelo, a mi abuelo no, a mí. Yulen, tras la noticia, se había empeñado en que le estaba diciendo una mentira, que supuestamente Holden estaba muerto.

Quizás es la reacción que todo el mundo hubiera tenido. Para todos, Holden había muerto el mismo día que Nilsa lo hizo. Quizás sí, una parte de él se murió ese día, pero él seguía entero y más cabreado que nunca. En mi cabeza me pregunté cómo es posible que Holden hubiera acabado dentro de mí. La historia que me había contado mi tía solo era que ella me había alejado de Astra y me llevó al mundo de los humanos, pero en ningún momento se dijo cómo el gran elemental de la tierra acabó dentro de una recién nacida.

El único que lo sabía debía de ser Holden, pero dado el estado en que se encontraba, era mejor no hacer preguntas innecesarias. Se notaba furioso, gruñía, lo oía. Yulen no paraba de observarlo, y eso hacía que se sintiera más incómodo.

Mi abuelo, al parecer, no era una persona a la que le gustase destacar. Seguro que es de él que había heredado esa parte. Él ha sido el núcleo de muchas miradas a lo largo de su existencia, por su posición o tal vez por su temperamento o sus hazañas. Si fuera otra situación le hubiera preguntado innumerables historias. Seguro que tenía muchas y debían de ser fascinantes e históricas.

Me apasionaba oír las experiencias de las personas. Era un modo de conectar con ellas, de saber lo que habían pasado y qué no. Holden había tenido muchas experiencias, había vivido por muchos siglos. Lo más probable es que tuviera historias épicas de todas sus batallas, de todo lo que había pasado. Estaba deseando escucharlas. Pero algo me decía que no iba a ser así. En esos instantes estaba entre la espada y la pared. Un dios me quería muerto y no pararía hasta hacerlo, era así de sencillo, así de estaba.

Cruzamos la esquina de uno de los pasillos. Enseguida, aunque viera poco, pude divisar las puertas del pasillo donde dormía.

Holden no había dicho ninguna palabra en el trayecto y Yulen tampoco. Era mejor. Eran capaces de matarse ellos mismos. Ambos eran parecidos en algunas pequeñas cosas. Una parte de mí se preguntó si Holden había sido como Yulen o como Acua. Su frialdad me decía que había sido como Acua, pero su manera de perder el control y dejarse llevar por las emociones se parecían más a las de Yulen.

Yulen abrió la puerta, lo oí maldecir. Por la mirilla de mi mente pude ver al lobo grisáceo que estaba en el suelo. Suspiré aliviada, al menos no lo había cogido o matado. Yulen me miró, o más bien a Holden.

—¿Era necesario dejarlo en ese estado? —pude oír odio en su voz.

Mi abuelo se cruzó de brazos. Era extraño sentir los movimientos que estaba haciendo. Era como si no fuera dueña de mí misma en esos instantes, era perturbador y un poco agobiante. Sabía que, si estaba en ese sitio es por el estado en el que se encontraba Aston, quizás yo me hubiera encontrado bien si mi abuelo no me hubiera usurpado

—Sí, bastante, que no lo he matado. Aunque quisiera, no lo podría matar, maldito vínculo.

Yulen abrió los ojos como platos. Ahora mismo se había enterado de que estaba vinculada a Aston. Suspiró con resignación pero no dijo nada, le hizo una señal a Holden para que le ayudara. Pesaba, era más o menos grande. Un lobo corpulento o eso recordaba. Noté el peso de Aston sobre mis brazos. Oí a Holden maldecir.

—Gaia, que sepas que debes entrenar más el cuerpo, estás muy débil.

—¿Gaia? —preguntó Yulen ayudando a Holden a coger a Aston.

—Mi nieta se llama Gaia. No comprendo cómo podéis llamarle "Asia". Es un nombre tan vulgar. Impropio para una princesa.

Quise decirle que así es como me había llamado mi tía. Pero era el único que me llamaba por mi nombre real. Aún me costaba asimilar que no era Asia, sino Gaia, la futura reina de Astra. Era curioso que ese nombre que salía de mi boca me resultara extraño, como si no fuera yo. Era una reina y que, en un futuro, iba a gobernar un reino. Lo digo en pasado porque tras el despertar del dios Helios mi vida dependía de él. Él era quien me iba a matar y yo no sabía cómo defenderme ante un ser superior como él. Pero encontraría la forma, no me iba a quedar quieta. No iba a dejar que mi vida fuera tan corta por los caprichos de ese asqueroso dios.

Aunque me atemorizaba, no iba a permitir que él ganase. Estaba decidida a luchar. Buscaría la forma de quitarme la maldición que me habían impuesto, no solo por mí, sino también por las personas que me rodeaban, entre ellas Aston. Tenía el peor destino que alguien le podía haber dado; estar ligado a una persona condenada a morir a manos de un dios.

Ambos estábamos en peligro, y la muerte nos estaba esperando, ansiosa, con una sonrisa maliciosa, incitándonos a que fuéramos con ella. No quería morir. Apreciaba mi vida. Además, estaba descubriendo quién era en realidad, a pesar de que aún me costase aceptar que no era una humana, que una parte de mí albergaba magia. Ahora que conocía quién era y de dónde procedía, no iba a dejar que se acabara así de rápido. Aunque me costara la vida, protegería la mía con uñas y dientes, protegería a las personas que quiero y aprecio, a las que me habían ayudado a entenderme.




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