El olor a mejunjes inundaba mis fosas nasales. Podía oír a los chicos discutir, algo que no entendía. Era como si estuvieran diciendo palabras clave, con la intención de que yo no me enterase. Nadie sabía que estaba dentro de mi propio cuerpo y que mi abuelo era el que estaba soltando las palabras por mi boca. El único que se había dado cuenta de que en realidad no era yo, era Yulen, y no dijo nada.
Se mantuvo callado, como si me estuviera guardando el secreto que, con tanto recelo, había protegido. Se lo agradecía de todo corazón; no quería que nadie supiera que Holden estaba vivo. Me aterraba la idea de que le hicieran algo y me enfurecía a partes iguales. No sabía de lo que sería capaz si llegaban a hacerle algo a mi abuelo. Era un instinto de protección desmesurado, lo sabía, pero no quería que nadie dijera nada malo de él.
Sí, teníamos nuestras diferencias. Quizás decía algunos comentarios mordaces, pero había aprendido a soportarlo y, para qué negarlo, le estaba cogiendo cariño vertiginosamente, algo que no me esperaba en tan poco tiempo. Holden estaba hablando de manera apresurada con Yulen y con el euterpe, cuyo nombre aún no me sabía.
Me sentía mal. Él había acudido al notar mi nerviosismo y ni siquiera sabía cómo se llamaba. ¿Estaba perdiendo la capacidad de ser educada? No lo sabía. Me habían inculcado educación y respeto, pero, al parecer, este lugar sacaba lo peor de cada uno. Nadie estaba tranquilo; todos los seres estaban en alerta, esperando ser atacados o que se iniciara una pelea como la que se había formado minutos antes. Eso de la educación y el respeto era desconocido en este sitio, y yo estaba aprendiendo de la peor manera.
Aquí, matar era lo normal y lo que se debía hacer para poder sobrevivir. En el mundo de los humanos, era un delito. Incluso el nudismo era tan normal en este sitio. Eso me hacía preguntarme cuántas cosas en el mundo humano eran tabú y cuántas aquí eran lo normal. Había visto un sin fin de seres desnudos sin complejos; había contemplado cómo había parejas de tres o de cuatro personas. A mí me extrañaba, estaba acostumbrada a otro ambiente.
—¿Cuándo va a venir Asia? No es que no me agrade tu compañía, pero quiero hablar con ella —confesó Yulen. Pude oír un toque de ironía en su voz al decir las palabras: “me agrada tu compañía”. Holden se cruzó de brazos.
Aún me parecía irreal que pudiera controlar mi cuerpo como si fuera suyo. Era algo que aún me costaba asimilar, bueno, me costaba asimilar muchas de las cosas y no comprendía otras tantas. Escuché cómo la puerta se abrió en la enfermería. Abrí los ojos de par en par al ver que se trataba de Fire y de Anna. Eso solo hizo que me pusiera aún más nerviosa. ¿Se darían cuenta de que no era yo? ¿O simplemente pensarían que era de este modo? Era algo que rondaba mi mente. Yulen me había calado enseguida, pero ¿ellas? No lo sabía.
—¿Qué ha pasado en el pasillo? —preguntó Anna, mirando a Yulen como si él fuera el causante de todo el caos—. ¿Y por qué me miras a mí? ¿Te piensas que voy atacando a lobos por diversión? —Vi que alzó una ceja burlona. Ella se quedó un momento callada para después mirar de nuevo a Yulen con una sonrisa burlona.
—¿Hace falta que responda a esa pregunta? —sonrió Anna hacia el chico que estaba delante de ella. Yulen, al oír tal acusación, hizo una mueca de desagrado.
Las palabras de Anna habían enfadado a Yulen, pero no dijo nada, solo la ignoró. Quería saber de dónde salía ese odio de ambos. Era algo que me causaba intriga. Desde que había llegado a Cagmel, ni una sola vez Yulen o Anna habían dicho nada agradable del uno al otro, y es extraño. Me preguntaba continuamente cuando les veía qué había sucedido en el pasado para que se tratasen de ese modo, para el rencor que había en Yulen y el continuo estado de alerta de Anna cuando estaba cerca de él.
Me di cuenta de que en varias ocasiones, los ojos de ambos se buscaban. Los de Yulen solían tener un brillo que no lograba captar, que me costaba entender, mientras que los de Anna reflejaban cierta confusión. Ambos estaban confusos sobre lo que buscaban.
—No he sido yo, si es lo que quieres saber... —Holden le cortó—. Hemos sido los dos —confesó.
Las chicas se percataron de mi presencia. Fire frunció un poco el ceño y Anna saltó a mis brazos, pero se separó de inmediato como si mi contacto le quemara. El desconcierto en ambos ojos era evidente. Me analizaron para ver si encajaba con lo que estaban formulando en su mente, como si temieran que se les estuviera escapando algo. Fire me miró de arriba abajo, después miró a Yulen. Su expresión cambió por completo y una sonrisa triste se formó en su rostro.
—¿Te han hecho algo, copito? —se acercó a él y lo examinó—. No, no te preocupes, llamita, me sé defender —dijo Yulen con una sonrisa repleta de cariño. Fire no estaba convencida de las palabras de Yulen, pero lo dejó estar. No se separó de él y pude comprobar cómo se ponía delante de él para protegerlo... protegerlo de mí o, en este caso, de mi abuelo.
Miraron a Aston, que estaba dormido en la camilla, y de nuevo a mí. Ladeando la cabeza, se dirigieron hacia el nuevo integrante que se estaba retorciendo los dedos con nerviosismo, como si no estuviera acostumbrado a estar rodeado de tantas personas o como si no estuviera acostumbrado a que le mirasen.
Eso me entristeció. Por la mirilla que daba al exterior, pude ver el aspecto del euterpe. Era bonito, no lo consideraba atractivo como Yulen o como Aston, no, lo que definía más bien su aspecto era "mono". Su cabello era rosado, con un corte similar al de los militares, y sus ojos eran de un hermoso color rubí. Su piel era blanca como la nieve.