Anna estaba en shock. Su mente no podía concebir la noticia: mi abuelo estaba vivo, era la realidad. Yulen, que estaba a mi lado, se alejó rápidamente. Aston enseñó los dientes; no le gustaba que alguien estuviera cerca de mí. Miré a todos los presentes y sentí vergüenza por no haberlo dicho antes. Quizás, si lo hubiera hecho, no estaríamos en esta situación, pero el miedo había hecho que me callara. Esas veces en las que sopesas demasiado las cosas y aunque busques una explicación, no la encuentras. Es lo que está pasando en estos momentos.
Anna está buscando una explicación de cómo es posible que Holden, quien supuestamente había muerto y de quien habían anunciado su muerte, no estuviera muerto como se decía. No sabía qué decir. Las lágrimas salían de mis ojos y mis nervios poco a poco iban en aumento.
La presión que sentía en el pecho y las ganas que tenía de huir y no mirar atrás eran inmensas. La situación me estaba superando. No podía mentir a nadie; era evidente y se notaba en cómo actuaba. Estaba tan avergonzada por no haber dicho mi secreto a las personas en las que debía confiar en estos momentos.
El temor era lo que me había impedido hacerlo. Temía que no se lo tomaran bien o que me acusaran por los cargos que había provocado mi abuelo. En todo caso, estaba hasta arriba de problemas.
Yulen me observó con determinación, como si intentara adivinar lo que pasaba por mi mente. Ojalá él lo supiera, porque yo no lo sabía y me vendría bien que alguien me aclarara en estos momentos. Dagda se aproximó hacia mí, pero un gruñido por parte de Aston hizo que diera un paso hacia atrás. Me miró con cierto pavor.
De manera inconsciente, acaricié la cabeza de Aston y sentí cómo una extraña paz se apoderaba de mí. Era curioso lo del vínculo, y aunque no quería indagar mucho en el tema, pensaba hacer mi propia investigación para saber de qué se trataba, pero primero tenía que acabar con lo que se avecinaba.
—¿Cómo es posible que Holden esté dentro de ti? Supuestamente, anunciaron su muerte —masculló Anna por lo bajo, buscando la lógica en la situación.
Buena suerte; yo aún no la he encontrado. Ni siquiera sé cómo ha llegado hasta mí. Agaché la cabeza. Quisiera responderle a esa pregunta, pero yo ni siquiera sabía lo que estaba pasando.
Seguía siendo una ignorante en todo este mundo, y a veces cansaba. Cansaba porque me gustaría tener esa seguridad que tenían los demás y poder darles la explicación que se merecían. Respiré varias veces e intenté buscar cómo explicar lo que sabía, aunque hay que decir que no sabía absolutamente nada.
Lo único de lo que era consciente es de que mi abuelo estaba dentro de mí, y ya está. No sabía cómo lo habían sellado y por qué lo habían hecho. Suponía que tenía que haber una explicación para que alguien hiciera algo así.
—Me gustaría saber cómo responderte a esa pregunta, pero ni siquiera yo lo sé. Lo único de lo que soy consciente es de que, antes de venir aquí, ya estaba escuchando su voz. Después descubrí quién era en realidad. Desconozco cómo acabó en mi interior y cómo es posible que pueda controlar parte de mí. Simplemente es así. Me daba miedo contarlo. Sé que Holden no es muy apreciado en Cagmel por lo que sucedió.
Silencio. Un nudo se apoderó de mi garganta. Ya había llorado y me negaba a llorar otra vez. Era orgullosa y mi ego me lo impedía. Esperaba que ellos comprendieran el estado en el que estaba.
—¿Tu tía Afora lo sabe? —preguntó Fire. Negué con la cabeza.
Una punzada de culpabilidad se apoderó de todo mi ser. Ella no sabía absolutamente nada y me sentía miserable por no decirle algo tan delicado como que su rey estaba vivo y que el dios Helios me estaba buscando para cumplir su promesa.
—No, ella no sabe nada... nadie sabe nada, solo vosotros —dije encogiéndome de hombros. ¿Qué otra cosa podía hacer?
Ese abrumador y doloroso sentimiento hizo que me hundiera poco a poco dentro de mí. Las manos me temblaban. Como era de esperar, la tierra se empezó a agitar. Todos se tambalearon, intentaron agarrarse a algo sólido para no caerse de bruces al suelo. Eso solo consiguió que me pusiera más nerviosa. Anna intentó sujetarse a lo primero que cogió, pero no pudo. Yulen, rápidamente, se acercó a ella y cogiéndola de la cadera, impidió que se cayera al suelo.
—Gracias —masculló Anna, pero se separó de su agarre como si le quemara. Este apretó los puños.
En el rostro de Yulen vi cómo la tristeza se transmitía en sus ojos azules. Fue algo muy fugaz, algo mínimamente pequeño que nadie se dio cuenta. Enseguida su rostro se endureció y volvió a ser inexpresivo. Fire estaba agarrada a la camilla. Mirándome me dijo un poco nerviosa:
—Asia, relájate... vas a destruir todo —su voz llegó a mí, e intenté relajarme, lo que provocó que las sacudidas ya no fueran intensas, pero sí se notaba movimientos suaves del suelo.
Dagda maldijo, vi que rebuscó en su chaqueta, pero no encontró el objeto que estaba buscando con desesperación. Su camiseta se alzó y vi que en su cadera había una especie de mancha negra con forma de perro. Me quedé mirando más rato; juro que esa cosa se estaba moviendo. Me transmitía algo inquietante. La voz de Dagda me sacó de mis pensamientos, le observé.
—Asia, escucha mi voz... —empezó a cantar. Como si fuera un analgésico, mi cuerpo se quedaba ligero y una paz se apoderaba de todo mi ser.