La reina de la tierra-Primer libro- (editado) 2ª vez

Capítulo 39 (EDITADO)

Miré todos los libros varias veces, sin respuesta alguna. Cansada, observé de reojo a Aston. Tuve que ahogar una risa al ver que estaba a punto de dormirse encima de un libro que ponía: “El renacimiento de los dioses”. Tenía la mano apoyada en su mejilla y su respiración era tranquila. Ladeando la cabeza, me acerqué a él y sacudiéndole un poco, vi que empezó a abrir los ojos lentamente.

Con una sonrisa amistosa, le observé por un momento. Era atractivo, y él lo sabía; al parecer, había una especie de norma no escrita en la que los hombres lobos debían ser extremadamente atractivos. Quizás por el aura animal que tenía o quizás le veía de ese modo por el vínculo que había entre los dos; en todo caso, había que decir que, aunque no me cayese especialmente bien, era bastante guapo.

—No me he dormido... he consultado mis dudas con un dios onírico —se apresuró a decir. Se frotó los ojos con las manos:—¿Y qué te ha dicho ese supuesto dios onírico? —me burlé. Este bostezó y me dedicó una pequeña sonrisa que hizo que mi estómago se llenara de mariposas.

Aún me costaba creer que estuviera de este modo. Desde que vivía en el mundo de los humanos, ninguno de ellos me había hecho sentir lo mismo que siento con Aston. Había tenido chicos que me habían gustado a lo largo de mi vida, pero no se parecía en nada a lo que sentía por el lobo que tenía delante. Era una fuerza sobrenatural que me pedía a gritos y me suplicaba que lo tocase, que lo besase y que dejara que hiciera conmigo lo que le diera la gana. Era bastante extraño, pero, una parte de mí le causaba intriga. Mis ojos no dejaban de mirarlo, lo buscaban en todo momento, como si fuera aire y lo necesitara para respirar.

Se ruborizó y eso fue la gota que colmó el vaso. Mi risa empezó a resonar por toda la biblioteca. Me callé cuando una mujer de tentáculos me lanzó una mirada cargada de advertencia. Si no me callaba, me iba a arrancar la cabeza del cuello, y no quería ser merienda para un mitad pulpo. Rápida, obedecí de inmediato. Aston se empezó a reír entre dientes, por lo bajo, en un intento de captar la mirada de la depredadora que estaba dispuesta a comernos. Acercándome aún más a él, le di un golpe en el brazo.

—Los humanos sois muy curiosos, sois intrigantes —masculló para que solo lo oyera yo. Esbocé una sonrisa a medias:—Medio humana, si no te acuerdas, y para refrescarte la memoria, te recuerdo que soy tu reina —dije dándole un suave golpe en la espalda. Los ojos verdosos de Aston brillaron con más intensidad.

Él me observó por más tiempo. En ese instante algo pasó, no supe qué. Todo lo que estaba a nuestro alrededor se esfumó. Solo quedábamos él y yo. Era curioso cómo éramos capaces, gracias al vínculo, de crear esa atmósfera de manera inconsciente.

Comprendía que no estuviera de buen humor, que estuviera furioso, que odiara este vínculo que nos había condenado a los dos. Me preguntaba cómo habíamos llegado a esta situación. ¿Cómo era posible que nuestras almas se unieran en una sola? No lo sabía, y dudaba que Aston también lo supiera.

—¿Quieres hablar? —pregunté con cautela. Alzó sus ojos para encontrar los míos.

Vi la duda en sus ojos verdes, como si quisiera decirme algo. Respiró varias veces, como si le costara hacerlo, como si se estuviera controlando para no hacer una locura. Eso hizo que todo el vello de mi cuerpo se erizara.

Sus ojos pasaron por mi rostro y luego en mis labios. Ahora era a mí a quien le costaba respirar. Estaba atrapada en esos ojos de animal que me devoraban sin ni siquiera tocarme. Era extraño y excitante al mismo tiempo.

Dudó un poco más. Mis pies se movieron solos, los suyos también. Sentí una gran necesidad que no comprendía; nos estábamos llevando por el vínculo, nuestros cuerpos se atraían como imanes. Antes de que pudiera parpadear, antes de que pudiera reaccionar, los labios de Aston estaban sobre los míos.

Noté cómo un puto infierno se colaba por mi cuerpo. Mi cuerpo se estremeció ante el deseo que había tenido, el deseo de tocarle. Me besó como el animal que era. Fue rápido, demasiado rápido; antes de que pudiera añadir nada, me cogió en brazos y me estampó contra la pared. Su ansia de devorarme y yo de ser devorada era más que evidente. Se debía percibir en el aire, en nuestros cuerpos, en nuestras caricias apresuradas, deseosas de más.

El fuego iba creciendo. Ambos nos estábamos devorando como nunca había devorado a nadie. Mis manos buscaron con desesperación el contacto con él. Fueron directas a su cabello y lo empujé un poco más hacia mí, como si necesitara que estuviera más y más cerca.

—Te juro que no sé qué me pasa. Te odio, pero al mismo tiempo te quiero enseñar cómo amamos los putos animales. Demostrarte que soy mejor que todos los putos humanos que se han atrevido a tocarte —dijo mordiéndome el labio inferior —Quiero borrar cada maldita huella que esos indeseables han dejado en tu cuerpo y solo dejar las mías —jadeé. Aquella posesividad era abrumadora y sobrecogedora.

No pude articular palabra; los escasos segundos que habíamos separado nuestros labios habían sido una tortura. Por eso, me lancé sobre él y le mordí con suavidad el labio inferior. Un gruñido animal se hizo presente, haciendo que gimiera. Una gran intensidad me estaba consumiendo.

Juro que si seguía así me iba a derretir, deseosa de más. Quería pensar que todo esto era fruto del vínculo, que nuestros cuerpos, al estar unidos por ese hilo mágico, nos impulsaban a que nuestros cuerpos se reclamaran.




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