No podía creer lo que me habían dicho. Iba a hacer acto de presencia, iba a decir que era la princesa de Astra. Los nervios se apoderaron de todo mi ser. Juro que intenté relajarme, pero no pude. En esos momentos me movía de un lado a otro por la habitación que compartía con Aston.
Al final, la reina nos dio dos camas individuales. En ese instante, estaba tan nerviosa que no me di cuenta de cómo era la habitación, simplemente empecé a caminar por ella. Me sentía como un animal enjaulado. Aston estaba acostado, mirando al techo, pensativo, como si la noticia que nos había dado la reina no le gustase demasiado. ¿Por qué? No lo sabía, pero no sabía si era buena idea preguntarle, y menos al ver su semblante serio.
Miré nuevamente a Aston, el cual, inmediatamente, sus ojos se posaron en los míos. Un ardiente calor se apoderó de mí y pude oír el sonido de un gruñido que logró que todo mi cuerpo se estremeciera, incluso se dio la vuelta, quizás para no verme más o quizás para controlar el instinto que se estaba apoderando de él. Me mordí las uñas, una manía que sabía que debía quitarme.
A mi tía Afora no le gustaba que me mordiera las uñas, pero en esos momentos era un gesto debido a la ansiedad que me estaba consumiendo. No sé por qué, pero mis pies se movieron y me coloqué en el filo de la cama de Aston. Él me transmitía una extraña seguridad que lograba calmarme de inmediato y hacía que todo mi cuerpo se relajara, era como si él fuera la medicina que necesitaba para calmar mis alocados nervios.
Al darse cuenta de mi presencia, se incorporó en la cama. Noté su calor en mi espalda, y todo mi cuerpo reaccionó ante él de manera instintiva. Sentí las manos de él sobre mis hombros y empezó a hacerme una especie de masaje, haciendo que gruñera de satisfacción. Él se rió por lo bajo, haciendo que lo mirase de reojo y no pudiera evitar esbozar una pequeña sonrisa. Había cambiado tanto nuestra dinámica en tan poco tiempo.
Aún tenía una lucha interna conmigo misma, no es que me cayera especialmente bien debido a todo lo que me había hecho, pero al mismo tiempo lo deseaba como si fuera algo necesario en mi vida. Nunca me había sentido de ese modo, no. Con todos los chicos con los que había estado no me habían hecho sentir de ese modo, pero Aston sí. Era como si conociera todas mis debilidades, como si supiera cómo soy, cómo pienso o cómo actúo, era impresionante.
El vínculo nos había afectado a los dos, pero también nos había hecho experimentar cosas que no sabíamos que podíamos sentir. Él depositó un pequeño beso en mi cuello, haciendo que me estremeciera de pies a cabeza. Vi cómo gruñó nuevamente, y antes de que me diera cuenta, me había cogido y colocado debajo de él.
Con los ojos abiertos, iba a decirle algo cuando, antes de que pudiera articular palabra, sus labios impactaron ansiosamente contra los míos con una necesidad casi obsesiva. No sé en qué momento mis labios correspondieron a ese ardiente beso, no sé en qué momento noté cómo todo mi cuerpo quería más, joder, mucho más. Mis manos fueron hacia el cabello del lobo, pegándolo más a mí, como si no quisiera que hubiera ninguna distancia entre nosotros.
Sus manos se adentraron por debajo de mi camiseta y sentí cómo sus dedos rozaban la tela de mi sujetador. Furiosa, noté cómo levantaba con violencia la tela que separaba mis pechos de sus manos. Un gemido se escapó de mi boca cuando noté sus pulgares sobre mi pezón. Noté el calor que me cubría aún más, quería que se quitara la ropa, que estuviera dentro de mí, que me hiciera suya de todas las maneras y posturas posibles. Sus labios fueron hacia mi cuello, me lamió haciendo que la piel se me erizara. Sin preámbulos, en un arrebato le quité la camiseta que tenía, haciendo que su torso desnudo estuviera al descubierto.
Mis manos pasaron con suavidad por todo su pecho, haciendo que se mordiera el labio, deseoso de sentir aún más mis manos, seguramente en otras partes que estaban ocultas y que yo, en ese momento, quería descubrir. De nuevo sus labios impactaron con los míos. Me devoraron con devoción, como si fuera su último festín, como si fuera su última cena.
—¿No te han enseñado a tener cuidado con el lobo feroz?
Me puse roja, sí, esa es la sensación que estaba teniendo. En esos momentos, con esa voz ronca, con sus manos por todo mi cuerpo, como si fuera un tesoro que quisiera descubrir, me hacía sentir adorada y avergonzada a partes iguales. No sabía cómo reaccionaría al ver mi cuerpo, lo más seguro es que fuera muy diferente a todas las lobas con las que había estado. Una punzada de celos se apoderó de mí, pero me quité ese pensamiento de la mente. Ellas no estaban con él, ellas no eran sus compañeras, era yo y aunque sonara posesivo y alocado, él era mío.
—¿Y a ti no te han enseñado a tener cuidado con los cazadores? —sin decir más, hice un movimiento provocando que Aston estuviera debajo de mí.
—¿Cómo una pequeña presa está encima del depredador? —se rió. Hizo el mismo movimiento que yo. Logró que me quedara a espaldas de él. Noté su torso debajo de la tela que me cubría.
—¿Me vas a cazar? —me reí: —No, reina, te voy a devorar, hasta tal punto que se te va a olvidar hasta tu título nobiliario —dijo con una sonrisa que dejó al descubierto su blanca dentadura.
En esos momentos no sabía qué estaba haciendo, no sabía si era lo correcto o no, pero en esos instantes quería sentirlo, quería que se adueñara de todo mi ser.
Era una necesidad imperiosa que me estaba consumiendo. Fue a peor cuando él me arrancó la camiseta, haciendo que jadease de sorpresa. —Me estorbaba —dijo con fingida inocencia. Sonreí.