Ya me habían anunciado que todo estaba listo, que la sala de baile estaba repleta de personas. Noté cómo el nerviosismo se apoderaba de mí. Mis amigos estaban esparcidos por la sala. Me habían comunicado que incluso los reyes de los cinco grandes reinos habían venido; sí, Acua había tenido que ir a la fiesta en nombre de la reina que era. Eso le había fastidiado. Según me había contado en unos minutos en los que habíamos estado a solas, me comentó que ella detestaba las fiestas sociales, que no le gustaban, que había demasiadas personas y le hacían sentir incómoda.
No me quería imaginar lo que ella había tenido que vivir, no cuando sabía que había sido reina demasiado joven, con diez años. Era impresionante que hubiera aceptado el puesto a esa tierna edad, que había dejado de ser una niña para convertirse en reina. La admiraba y comprendía por qué Fire estaba tan interesada en ella. Era fuerte y tenaz, y no dudaba en explicar las cosas como eran y dar su punto de vista, aunque eso molestara a las personas.
Nadie se había dado cuenta de la marca que tenía en el dorso de la mano, y eso lo agradecí. Aún no estaba preparada para decir que estaba semi comprometida. Sí, aún me costaba asimilar esa realidad, una de tantas a las que no sabía que me debía enfrentar, pero estaba dispuesta a hacerlo, estaba dispuesta a honrar el nombre de mi familia.
Mi tía Afora se empeñó en dejarme mejor. Sus manos se habían encargado de maquillarme y peinarme, según decía, una reina debía estar presentable. Pero si era sincera, me sentía ridícula. Me sentía como una niña pequeña jugando a ser reina y princesa, esa era la sensación que me había proporcionado toda esta situación. Egares no había hecho acto de presencia. Se había escondido cuando se enteró de que Afora estaba por los alrededores.
Eso hizo que mis alarmas se dispararan, ¿por qué se escondía de mi tía? No lo sabía y eso hacía que desconfiara de él. No es que me cayera mal, pero, si era sincera, no sabía qué pretendía esa persona, no sabía qué pasaba por su mente. Había veces que me miraba como si fuera lo más preciado que tenía y eso me incomodaba, no lo iba a negar. Era una sensación bastante amarga que hacía que me alejara de él. No quería que me mirara de ese modo. Enseguida alguien llamó a la puerta de mi habitación. Nerviosa, me miré por última vez en el espejo y me quedé sin palabras, me quedé impresionada al ver cómo estaba.
No parecía yo, parecía otra persona. No parecía la humana que apareció en Cagmel, la que fingió ser mitad hada. No, ahora iba a admitir quién era en realidad y el miedo era lo que me impedía moverme de la seguridad de la habitación. Me aproximé hasta la puerta y al abrirla me quedé parada al ver a Egares delante de ella. Vi que seguía con su capa, ocultándose de todas las personas del palacio.
Observé que sus ojos me miraban de arriba abajo y, antes de que me diera cuenta, me cogió la mano. Me iba a apartar, pero él me la cogió con más fuerza, haciendo que una rabia se apoderara de mí. Iba a decir algo cuando él me dijo:
—Asia, dime que es mentira, dime que lo que he oído es mentira.
—¡¿El qué?! ¡Suéltame! ¡No tienes derecho a tocarme y menos de esa manera! —Dije Enfurecida. Me acaricié el dorso de la mano, allí donde tenía la marca.
Inmediatamente, la seguridad de Aston me cubrió por completo. Pero él siguió intentando coger mi mano. Algo me decía que quería observar mi marca de emparejamiento, pero no se lo iba a permitir. Vi que observó los dorsos de la mano y cuando vio la marca de Aston empezó a maldecir. La rabia era palpable y, sin poder evitarlo, di un paso hacia atrás.
Alcé las manos preparada para luchar, pero él solo se quedó parado, asimilando lo que acaba de ver. ¿Qué le pasaba? No lo sabía, pero la incertidumbre se estaba apoderando de mí. Quería saber qué demonios le pasaba conmigo, quería saber si en realidad me odiaba y estaba planeando matarme, quería saber si trabajaba para Helios o no. Pero no me dijo nada, simplemente se apoyó en la pared y cayó al suelo. Vi que colocaba sus manos en su rostro, y puedo afirmar por Dios que pude ver una lágrima solitaria salir de sus ojos.
Temblorosa, miré a todos lados. Estaba sola con un completo loco, alguien que estaba llorando porque estaba emparejado y que me había implorado que le mintiera diciendo que no estaba emparejado con mi lobo.
—¿Quién eres? —pregunté con seriedad. Estaba más nerviosa de lo que pretendía.
La corona y la ropa me pesaba. La tensión era evidente en mi cuerpo. Las sacudidas empezaron a hacer acto de presencia, haciendo que Egares me mirara con cierto temor.
—No, Asia, no te pongas nerviosa, no he venido a hacerte daño —dijo levantándose como pudo del suelo. Todo era extremadamente raro, él era raro y me daba pavor enfrentarme a él. Sabía que podía ganarle si usaba mis poderes, pero él parecía saber de la lucha cuerpo a cuerpo.
—¡¿Quién eres?! ¡No sé quién eres! No sé por qué estás aquí, ¿nos quieres matar? ¿Estás esperando el momento oportuno para poder acabar con nosotros? ¡Habla!
—¡¿Matarte?! Antes me mataría a mí mismo antes de ponerte un solo dedo encima, no lo hice con tu madre, no lo voy a hacer contigo.
Espero que estas correcciones te sean útiles. Si tienes alguna pregunta adicional o necesitas más ayuda, no dudes en preguntar.
Me quedé parada unos segundos. Pasé del enfado al shock y después a estar furiosa. No lo pensé mucho, quizás estaba siendo impulsiva, pero me lancé sobre él.