La reina de la tierra-Primer libro- (editado) 2ª vez

Capítulo 57 (EDITADO)

En esos momentos, dos opciones aparecieron en mi mente. La primera: huir, sí, huir y no mirar atrás, coger al estúpido tigre que había decidido que era una buena idea herido ponerse a luchar. La segunda, y considerando que no era mi favorita, era luchar contra ellos. Si bien es cierto que más o menos estábamos compensados en esta batalla, esa idea se esfumó cuando, de repente, flechas empezaron a bañar el cielo casi oscuro. Mis ojos enseguida se dirigieron hacia arriba y maldije al ver a una especie de mujeres que estaban montadas en pegasos ataviados con armaduras al igual que ellas. Lo peor es que esas armaduras tenían el símbolo del dios Helios.

—Maldito cobarde —masculló Yulen enfadado.

—¿Quiénes son? —pregunté, mirando a las mujeres que estaban colocando la flecha en el arco.

No le dieron tiempo a responder a mi pregunta, porque todos rodamos por el suelo para esquivar las flechas; por desgracia, una de ellas me hirió la piel y la sangre empezó a salir de mi brazo. Gimiendo de dolor, me llevé la mano hacia donde tenía la herida. Mis manos se bañaron de sangre y tuve el impulso de derrumbar a todo aquel que se me acercara, pero me contuve.

No creía que fuera una buena idea empezar a pelear sin pararme a pensar en todos los enemigos que nos estaban rodeando.

Mis amigos estaban mejor que yo, cosa que me alegró, bueno, menos Aston que maldijo y suspiró al ver la herida que tenía en el brazo. Quise disculparme, pero no me dio tiempo, pues otra horda de flechas empezaron a salir por los aires. La primera que dio un paso fue Anna. Colocando sus manos y dando una palmada, hizo que las flechas cambiaran de dirección y fueran hacia las que nos habían lanzado. Suspirando, vi cómo se alejaban un poco, esquivando las flechas que ellas mismas habían lanzado.

De repente, los centauros estaban a escasos metros de nosotros, por eso, rápidamente, di un pisotón en el suelo haciendo una grieta lo bastante grande para dificultarles un poco el paso.

—Hijas de que son las ninfas del aire —dijo Yulen dando otra vuelta porque una flecha estuvo a punto de darle.

Estábamos rodeados desde el aire y desde la tierra. Miré a todos lados, recé para encontrar algo, lo que fuese, para que pudiéramos acabar esta extraña lucha que se había formado de un momento a otro. Las ninfas del aire estaban muy cerca de nosotros y me pareció curioso que, siendo del reino de Anna, se atrevieran a atacar a su princesa. Suponía que, al igual que el hombre-tigre, habían sido engatusadas por el dios Helios con falsas promesas de grandeza. Eso me asqueó y me asustó a partes iguales.

Había que decir que en esos instantes, la batalla estaba, muy reñida. Éramos pocos y ellos eran más. Nos tenían vigilados desde todos los ángulos sin posibilidad de escaparnos. Pensé en un plan, cualquier plan serviría. En esos momentos, necesitábamos ser rápidos, pero era cierto que yo no estaba en pleno uso de mis capacidades para idear un plan en tiempo récord.

—¿De verdad tanto espectáculo por cinco personas? ¿En serio? —dijo Anna, quien movió las manos e hizo que las flechas se esfumaran hacia otro lugar.

—Vale, debemos hacer algo. No podemos huir ni escaparnos, nos pillarán. Solo nos queda luchar, así que, princesas y reinas —Yulen nos guiñó un ojo a Acua y a mí, haciendo que pusiéramos los ojos en blanco—. Vamos a desplegar nuestros encantos —dijo y rápidamente se lanzó sobre un centauro.

Vi cómo se colocaba encima de él y, como un vaquero, empezó a moverse al compás del hombre que intentaba quitarse a Yulen de la espalda.

—¡Arre, caballo! —se rió. El maldito se rió, como si eso fuera lo más divertido del mundo.

El centauro empezó a mover su espada en un intento de golpear a Yulen, pero lo que la criatura no contaba era que Yulen era muy rápido y antes de que pudiera darle el golpe de gracia, se hirió a sí mismo, haciendo que Yulen se riera.

—Es tan divertido jugar a los vaqueros.

Negué con la cabeza. Ellos se habían enfrentado a cosas peores o al menos, por la actitud que estaban teniendo, así lo creía. Yo no había luchado en mi vida. Sí, es cierto que me había enfrentado a pequeñas batallas, pero esto era demasiado y no sabía qué hacer.

Fire saltó y se colocó la mano en la boca. Antes de que me diera cuenta, las llamaradas hicieron acto de presencia. Vi que una iba directa hacia un árbol y maldije porque sabía que eso me iba a doler, pero no llegó. El dolor no llegó porque Acua ya se había encargado de que las llamas de Fire no consumieran los árboles de la zona.

Con una mirada llena de agradecimiento, cogí la pequeña arma que tenía y me lancé a la lucha. Vale, no es que fuera la mejor idea del mundo.

Mientras los demás estaban usando sus poderes, yo sostenía una pequeña daga curvada, pero sabía que haría el mismo efecto. Un centauro se aproximó hacia mí, y como había hecho Yulen, corrí tras de él y sin dudarlo lo monté encima. Rápidamente empezó a moverse. Sentía que iba a vomitar en cualquier momento. Nunca se me había dado bien lo del toro mecánico. Aun así, aprovechando mi posición, con mi daga le hice un corte que hizo que cayera al suelo.

Bajé de un salto, coloqué mis manos en el suelo y las raíces enseguida respondieron a mi llamado. Estas ya estaban envolviendo el cuerpo del centauro y lo lanzaron lejos, tan lejos que chocó contra un árbol y quedó inconsciente.




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