La reina de la tierra-Primer libro- (editado) 2ª vez

Capítulo 58 (EDITADO)

Pasamos por la puerta de la corte de las hadas. Enseguida, un grupo de ellas se aproximó hacia donde estábamos. Sus caras nos decían todo lo que debíamos saber; estábamos hechos un desastre. Sonriendo como pude, les saludé, pero el grito que pegaron hizo que suspirara. Rápidamente, empezaron a llamarse entre ellas. Muchos nos tomaron entre tres hadas con el propósito de llevarnos lo más rápido posible a la enfermería. En otras circunstancias, me hubiera negado, le hubiera dicho que podía andar por mí misma, pero después de las heridas y el desgaste de energía que tenía, me costaba hasta hablar.

Los demás no estaban mucho mejor que yo. Es cierto que algunos sí que podían ir por su propio pie, pero otros, como era en mi caso, no. Aston estaba siendo transportado en una camilla, una camilla que no sabía de dónde había salido. Las hadas, como pudieron, lo colocaron encima de la camilla y se apresuraron a llevarlo. Yo solo me dejé llevar. Noté que alguien me estaba cogiendo, pensé que eran unas hadas, pero no, al parecer era Egares, que me había acuñado y me llevaba como bien podía hasta nuestro destino. Me di cuenta de que se negaba a que alguien se acercara a mí, siempre con sonrisas y contestaciones educadas.

Estuve tentada a removerme para que me bajara. Aún seguía en mi cabeza sus palabras y, sinceramente, me habían dejado un poco aturdida. No sé en qué momento me dormí, pero me sumí en un inmenso sueño que, sin duda, me iba a costar levantar.

Vale, no me costó levantarme. Antes de que me diera cuenta, estaba en la camilla. Hadas iban y venían con brebajes que no tenían muy buena pinta. Tuve que hacer acopio de toda mi fuerza para no vomitar al ver un ungüento de color anaranjado que olía a rayos.

—Sé, mi señora, que no es agradable, pero esto le curará —me dijo un joven hado de cabello oscuro y ojos de color blanco.

En otro momento me hubiera impactado su aspecto, pero, desde que había llegado a este sitio, me había acostumbrado a los aspectos tan extraños que tenían los seres.

—Sí, supongo que sí, no es que sea experta en medicina —bromeé, y él se rió, solo esperaba que no fuera por compromiso.

Él me pidió que me bebiera eso. Dudosa, suspiré, tapándome la nariz, empecé a tragar, y como esperaba, su olor y su sabor eran el mismo.

Mi estómago empezó a moverse con fuerza, quizás porque no estaba acostumbrado a esa extraña bebida, pero después, pasados unos minutos, sentí un gran alivio y noté poco a poco sus efectos. El hado se fue y me dejó en la extraña sala. No era como la enfermería del internado. Era muy diferente, en esta sala, el color verde menta y el blanco se mezclaban de una manera casi deliciosa.

Las camillas eran blancas, eso sí que no había cambiado, pero los frascos que contenían la medicina eran diferentes. Vi que en ellos predominaban más las plantas y otras cosas que no sabía descifrar, pero esperaba que, en un futuro, sí. Al girarme, vi que no estaba sola. A mi lado estaba Aston, transformado en un lobo, y me dio mucha pena verlo de ese lado

Me iba a acercar hasta él cuando noté que alguien se levantaba de repente. Inmediatamente, mis ojos divisaron a Egares, que había dormido en un pequeño sillón hecho de roble de madera. Estaba tapado con una manta de color escarlata y veía en sus ojos una especie de ojeras que me daban a entender que no había descansado demasiado. Cuando vio que estaba despierta, vi que cayó al sofá y lloró, lloró como no me podía imaginar que alguien pudiera llorar. No sabía qué hacer, sinceramente, se me daba muy mal consolar a la gente y más cuando esa persona lloraba y yo desconocía la causa. Iba a decirle algo, lo que fuera, pero él se me adelantó.

—No me vuelvas a hacer esto... —masculló por lo bajo. Le miré como si no pudiera creer lo que estaba diciendo.

—¿Perdón? —pregunté esperando haber oído bien.

—No me vuelvas a hacer esto, por favor, no. Puedes mirarme con asco, puedes odiarme, lo acepto, sin duda lo hago, pero por favor, no te atrevas a morirte, tú no. Tuve que aguantar la muerte de tu madre, tuve que aguantar el pensar que tú también estabas muerta —vi que sus ojos azulados estaban rojos a causa de las lágrimas que había derramado.

Miré a otro lado, a cualquier otro sitio, no me esperaba que me dijera eso. ¿De verdad se pensaba que estaba muerta? ¿O era un truco para manipularme? No lo sabía, pero algo dentro de mí me decía que creyera lo que estaba diciendo. Si era verdad que era mi padre, solo esperaba que él pensara que estaba muerta y que, por eso, no me hubiera buscado.

—Cuando te vi en el bosque de la niebla maligna pensé que era imaginación mía, ¿sabes? Creí que era alguien que estaba jugando conmigo —dijo por lo bajo: —Pero cuando vi que eras real no me lo podía creer. Mi hija estaba viva, ¿te das cuenta de lo que es eso para un padre? Cuando te vi, tan mayor, tan parecida a tu madre, creí que me iba a morir allí mismo. Me acordé del día que naciste —se rió.

Yo no sabía qué hacer. Seguía perdida, buscando algo que me diera la distracción justa, no le quería mirar a la cara, al menos por el momento.

—Recuerdo que cuando tu madre me dijo que estaba embarazada, estaba nervioso. Me hacía muchas preguntas como: "¿Será mitad elfo como su abuela? ¿Será mitad elemental como su madre? ¿O será tan humana como yo?" Tuve que esperar nueve meses para que esas dudas se esfumaran. Cuando te tuve en mis brazos, pensé: "Es muy humana". Tiene orejas normales y sus ojos no son amarillos como su abuelo. —Noté cómo me quemaban los ojos. , no iba a llorar.




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