La reina de la tierra-Primer libro- (editado) 2ª vez

Capítulo 59 (EDITADO)

Me quedé parada, estática. Mis ojos se quedaron fijos observando cómo mi tía y el que era mi padre se abrazaban. Por desgracia, ante aquel gesto por parte de mi tía, supe enseguida que sí, que era mi padre, y noté de nuevo esa sensación de querer llorar.

Me había dado cuenta de que, desde que vine a este mundo, mi humor se basaba en: nerviosismo, ira, estrés y llanto, nada positivo, nada bueno. ¿Era por la dureza de este mundo? A veces me preguntaba cómo los seres de este sitio podían haber estado tanto tiempo aquí y no acabar locos. Bueno, visto todos los seres que habitaban en este sitio, ninguno estaba cuerdo, ni siquiera yo.

Era un sitio en el que la venganza y el odio se podían percibir en el aire; el viento era como una suave caricia que podía denominar como la caricia de la muerte. Todo en este lugar, maravilloso y peligroso, desprendía eso, desprendía odio y muerte. Porque no me quería imaginar todos los seres que habían muerto en este sitio, no me podía imaginar bajo este suelo los cadáveres sepultados de los que alguna vez habían sido tan necios como para meterse con personas que no debían.

Nadie está a salvo aquí, nadie puede asegurar que pueda vivir por mucho tiempo. Había descubierto que mi cuerpo siempre estaba en alerta y que la mayoría de las veces, mi mano, de manera inconsciente y sin que yo me percatara de eso, se dirigía directamente al arma que tenía guardada. En pocas palabras, era morir tú o los demás; era supervivencia y, por desgracia, no quería morir.

—Asia... —Vi el nerviosismo de mi tía, después miró a Egares y enseguida a mí.

La conocía lo suficiente como para indicarme que no sabía cómo informarme de quién era. Lo sabía porque sus ojos felinos expresaban angustia y terror. Miraba a todos lados, un gesto muy habitual en ella cuando no sabía qué hacer o decir.

Eso me recordó la primera vez que me metí en una pelea. Sí, odiaba las confrontaciones, pero aquella chica se había metido con Melany y no dudé en defenderla. El director llamó a mi tía y le comentó lo que había sucedido, como estaba haciendo ahora. Mi tía miró a todos lados desesperada por huir de aquel interrogatorio que le estaban haciendo, como en esos momentos. Le miré con una ceja alzada y luego sonreí. Inmediatamente, mi tía me entendió y vi cómo se dejaba caer en el sillón que estaba detrás de ella.

—Por los dioses, esta cría me va a quitar años de vida. Mira que la adoro y que la quiero como una hija, pero qué manera de sufrir, qué manera tiene ella de hacerme sufrir. ¿No te da vergüenza tener a tu pobre tía en este estado? —Me reí, sabía que sus palabras simplemente eran exageraciones que solía hacer mi tía con cualquier tema y nunca lo decía en serio.

—Soy tu peor pesadilla, vine a este mundo para torturarte —dije con una sonrisa.

—Qué tonta eres —pero aún así se acercó a mí y me dio un abrazo.

Evidentemente, ante aquel gesto, sentí la calidez, la seguridad que solo ella podía darme. Era una sensación maravillosa y no me había dado cuenta de que la había echado de menos. El olor a flores silvestres y a menta inundó mis fosas nasales. Como había extrañado ese olor, como había extrañado a mi tía.

—Te quiero —le dije dándole un beso en su mejilla. —No me digas esas cosas que me pongo a llorar. —De manera exagerada sacó un pañuelo, ¿de dónde? No lo sé y empezó a sonarse los mocos de manera bastante desorbitada.

Me reí con tanta fuerza que incluso desperté a Aston, que al ver la escena se erizó todo su cuerpo en modo de ataque. Rápidamente me acerqué a él y le empecé a tocar suavemente la cabeza. Poco a poco, empezó a relajarse, y más al ver que no había peligro de por medio. De nuevo, su hocico rozó mi cara, pero esta vez no se durmió, me miró con esos penetrantes ojos verdes y noté como una sonrisa se apoderaba de mí.

—¡Ves lo que te digo, Egares! Antes era una niña que necesitaba de mi ayuda, y ahora... ¡y ahora es una joven emparejada! —De nuevo se llevó el pañuelo a la nariz. —Tú al menos la has visto crecer. —Le sonrió Egares llevándose una mirada de mi tía.

—No seas exagerado, Egares. —Pero algo me decía que mi tía estaba feliz de verlo delante de ella.

El silencio era evidente entre todos los presentes. Aston me estaba cogiendo de la muñeca con la boca y me la llevaba hasta su lomo; quería que le acariciara. Haciendo ese gesto, miré a las dos personas que estaban atentas a todo lo que estaba haciendo. Suspirando, mi tía miró de nuevo a Egares y esa sonrisa tan típica de ella se adueñó de su rostro.

—Creía que estabas muerto... —masculló ella con pena en su voz. —Lo sé. —Le colocó Egares la mano en el hombro.

Hubo algo en su mirada que me daba a entender la complicidad que ambos tenían; habían pasado mucho tiempo juntos, de eso no me cabía mayor duda. De nuevo sus ojos fueron hacia mí; al parecer era la fuente de sus conversaciones.

—Es como ella... —dijo Egares. —Sí, es igual que Nilsa... ¡Oh, Egares, cómo la echo de menos! —dijo y se abrazó hacia él llorando.

Aston me miró como si no entendiera la situación. Con una mirada le prometí que se lo contaría, pero de momento, quería que se recuperara. Estuve tentada de hablar con Holden, desde que apareció Egares apenas había contactado conmigo. Cerrando los ojos, miré dentro de mí; quería ver si esa fuerza verdosa seguía en mi interior y sí, estaba, brillaba con intensidad y suspiré aliviada. Al menos sabía que a mi abuelo no le había pasado nada. Entonces caí en algo; quizás era una locura, pero tenía que haber un modo de que quedara liberado de mí, y solo lo podía saber mi tía.




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