La reina de la tierra-Primer libro- (editado) 2ª vez

Capítulo 61 (EDITADO)

Arpías, sí, su nombre no sonaba muy amistoso, que digamos. Había oído hablar de ellas. Muchos seres del internado les temían, y ahora entendía el motivo. Sus garras afiladas y esas sonrisas que dejaban al descubierto una hilera de dientes afilados, y su pelaje oscuro como la noche daban bastante pavor. Me habían contado que esos seres fueron creados por Electra y por Taumante. No sabían quiénes eran, pero desde aquí les maldecía por haber creado a ese engendro.

Las arpías estaban dando vueltas encima de la cabeza de Helios. Sus risas estruendosas eran similares a un cristal roto. Se podía apreciar cómo estaban entonando una canción muy perturbadora.

 Decían algo así como: 'Tenemos hambre, tenemos sed, nuestros enemigos van a caer', así sucesivamente. Me aterraban, y sabía que iba a estar soñando con ellas por el resto de mi vida. Miré a mis amigos. Ellos, al igual que yo, estaban asustados, lo entendía; eran seres que carecían de sentido común y se dejaban guiar por sus instintos más salvajes. Me dio pena que los que se tenían que enfrentar a ellas fueran Yulen, porque, por desgracia, Anna no podía ir al cielo, ya que no había aire, y el que había era falso.

—¡Por los dioses, qué asco me dan! —masculló mi tía Afora con desagrado.

Era la única a la que, al parecer, no le daba miedo, solo asco. Algo que, por una parte, me gustaba; al menos sabía que no se iba a quedar paralizada al verlas. De mis amigos no podía decir lo mismo, al igual que yo, que aún seguía contemplando a esos bichos volando y mi cara poco a poco se transformó en pavor.

Los ojos rojos de esos seres miraban a todos lados. Estábamos escondidos, pero seguramente no tardarían en encontrarnos. Ventajas de estar en el aire: tenían una visión perfecta de la zona.

—Vale, ya me he cansado de esperar —masculló Fire, que había salido de sus pensamientos y ya estaba cogiendo su arma.

Acua, que estaba a su lado, le miró perpleja. Vi algo en sus ojos azules dedicados a Fire. Quizás admiración, sí, la admiraba, al igual que yo.

Como había dicho antes, ella no había nacido para ser reina, sino para ser una guerrera. Me podía imaginar fácilmente a Fire liderando una tropa y ganando todas aquellas batallas que se propusiera.

—¿Estás seguro de que podremos con ellos? —preguntó Acua:—¿Si estoy segura? No, pero todo es intentarlo, ¿o me equivoco? —dijo la pelirroja guiñándole un ojo.

Sin duda, iban a hacer un suicidio, pero eso solo incrementó mi admiración por ella. 

Si alguna vez llegaba a ser reina, quería ser como Fire. Era el ejemplo que quería seguir. No temía a nada y siempre miraba el lado positivo de las cosas.

—Yo distraigo a los cíclopes y tú a los centauros —dijo Acua. —¿Y los ogros? —de repente, sus ojos fueron de inmediato hacia Afora, quien, sonriendo, asintió.

Eso no me gustó. No sabía si mi tía se podía defender, no sabía si había entrenado para la batalla; al fin de cuentas, su poder era bastante poderoso y con él podía derrotar a muchas personas sin tocarlas. Pero la manera en la que brillaban sus ojos felinos me daban a entender que sí, que sabía defenderse. Un alivio, sin duda.

Antes de que pudiera decir nada, Afora, Fire y Acua salieron de los arbustos con mucha tranquilidad. Enseguida, los enemigos captaron la presencia de las tres. Al principio, como eran lentos mentalmente (no es porque lo dijera yo, sino la historia), tardaron en reaccionar. El primero que lo hizo fue un centauro que se acercó directamente a Fire.

Contuve el aliento cuando vi que sacaba la espada. Rápidamente, esta bloqueó el arma con su espada y en un movimiento rápido se subió encima de él (sin duda, Yulen había hecho bien en enseñarnos esa técnica). 

El centauro se empezó a mover con violencia, y cuando le iba a dar con la espada, Fire, rápidamente, se colocó debajo, eso sí, con sus manos aún cogiendo el torso del monstruo. Sacando un cuchillo más pequeño, se lo colocó en la boca. 

No tardó mucho tiempo en que, la espada se cayera al suelo a causa de los movimientos tan feroces del monstruo. El centauro empezó a galopar por la zona, en un intento de quitarse a Fire de encima, pero sin resultado aparente, Fire seguía agarrada a él como si fuera una lapa.

Con una mano solo agarrando al monstruo, con su mano libre cogió la daga que tenía entre los labios y con precisión se la clavó en el pecho. Minutos después, Fire se movió de manera elegante y se subió encima del centauro, que segundos después cayó al suelo haciendo un ruido sonoro y, como no, alarmando a las arpías que estaban en el aire.

Una de las arpías se lanzó en picado hacia Acua, la cual, suspirando, rodó por el suelo esquivando las garras de esa bestia. Vi que cogió una especie de rama pequeña, con forma de “Y,” y con un trozo de cabello entrelazado en la madera. 

Cogió una piedra y... ¡Bum! Le dio en el ojo a la arpía con una certeza espléndida. Esta cayó en picado, sujetándose con fuerza el ojo que le estaba sangrando. Tuve que aguantar las ganas de vomitar al ver que su sangre no era roja, dorada o azul; no, era de un asqueroso verde pantano.

Antes de que cayera al suelo, Acua miró a Fire y sin decirse palabras, Acua corrió hacia Fire, la cual, agachándose, dejó expuesta su espalda, haciendo que la morena la usara de trampolín y clavara la daga que Fire le había dado en el proceso.




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