—¡ESO ES HACER TRAMPA! — bramó Helios enfurecido. El león seguía estando en el estadio. La gente empezó a murmurar; las miradas estaban puestas en Holden, que, con elegancia, me dejó en el suelo. En esos momentos me di cuenta de cómo era. Era bastante atractivo; parecía un hombre de cuarenta años cuando en realidad debía de tener más. Su cabello marrón y sus ojos amarillos le daban ese aire de depredador tan caracterizado. Su cuerpo era atlético, y se podían apreciar las heridas que había debajo de su túnica, una túnica que dejaba al descubierto sus piernas ejercitadas. Su cabello estilo militar se balanceaba al compás del aire, y su sonrisa que dejaba al descubierto dos hoyuelos hacía que su rostro se viera más juvenil.
Afora estaba mirando a Holden como si fuera un espejismo, al igual que Egares, que se había quedado anonadado al ver a su suegro delante de él. Yo solo sonreí, al lado de mi abuelo notaba cómo me daba más fuerzas; en esos momentos, podía asegurar que nuestros poderes se estaban mezclando, y era una sensación maravillosa y abrumadora a partes iguales.
—Los dioses y los elementales solemos ser injustos. No te preocupes, Heliosito, que dentro de nada acabaremos con esto... ya que nos has dado una buena bienvenida, que mínimo que hagamos lo mismo — su tono de voz era neutral y no dejaba de sonreír en ningún momento, como si quisiera fastidiar al dios.
Holden miró al león y rápidamente se abalanzó sobre él. No me dio tiempo a paladear cuando Holden tenía en el suelo al león y ya lo había despellejado como si nada. Un grito salió de mí al contemplar la rapidez que tenía aquel hombre para acabar con sus enemigos. Solo se había movido y el león que me había herido ya estaba muerto.
—Tercera prueba superada, cabrón, y como hay que ser amable y esas cosas, permite que limpie la porquería que hay aquí.
Sin más, chasqueó los dedos y de golpe, las gradas estallaron en mil pedazos, haciendo que los seres que estaban sentados se fueran corriendo lejos de los ataques de mi abuelo, pero no fue suficiente.
Holden cerró los ojos y juntó sus manos, empezó a decir algo en voz baja, como un encantamiento y de repente, muros y muros se apoderaron de todo el estadio, haciendo que ningún ser pudiera salir de allí.
—Ya que os habéis tomado la molestia de ver el espectáculo, ¿no os queréis quedar hasta ver el final? — se rió y con un golpe con su pie, vi que todo se derrumbó, incluso donde estaba Helios sentado.
Esa era la fuerza descomunal de mi abuelo, ese era el verdadero poder de un elemental puro y, sin duda, daba miedo, mucho miedo. Helios maldijo. Vi que chasqueó los dedos y ya no estábamos en el estadio. Ya estábamos fuera, y una rabia se apoderó de mí. Helios estaba enfrente de nosotros y miraba a Holden como si fuera la mejor hazaña que había visto en su vida. —Tan letal como siempre, Holden, no me sorprende. Sabía desde que te vi aparecer que era cuestión de tiempo que acabaras con la diversión — me miró con evidente molestia: — Vaya, pequeña rata, no me esperaba que tuvieras un as bajo la manga y menos que ese as fuera el elemental de la tierra — dijo entre dientes, como si no haberlo previsto le fastidiara.
De repente me di cuenta de que estaba en la colina de Helios. Miré alrededor, y un grito salió de mí; estábamos en guerra. Vi los ejércitos yendo de un lado a otro. Vi golems gigantes que aplastaban a todo ser que se intentaba acercar, grifos que surcaban los vientos y monstruos marinos que salían de las profundidades de las aguas. Helios miró a todo y maldijo.
Mis ojos captaron enseguida a mis amigos. Yulen estaba subido en su Golem y al lado de él, había otro, más enorme y poderoso, que estaba siendo manejado por su madre. En el cielo, la que estaba encabezando el mando del ejército era Anna, su madre estaba a la izquierda y su padre a la derecha; veía cómo las bestias feroces cubrían todo el cielo haciendo que fuera lo más aterrador posible. Acua estaba con su hipocampo y a su alrededor monstruos cuyos nombres no sabía, pero que poseían un poder que hacía que me quedara paralizada. Los fénix estaban siendo controlados por Fire y sus padres, mientras que gigantes, cíclopes y demás seres que vivían en Estron se enfrentaban a todos sus adversarios con la fuerza de mil ejércitos.
Entonces los vi, el ejército de Astra en todo su esplendor, eran miles, y podía apreciar muchos seres que luchaban con valentía contra los enemigos de Helios. Mis ojos fueron hacia el dios, que miraba la escena como si fuera lo más maravilloso del mundo, fascinado, viendo cómo los seres se mataban entre ellos. Mi padre se levantó del suelo y ayudó a mi tía Afora, que se había quedado en shock al ver a mi abuelo.
—Esto se ha acabado, Helios — dije apretando los puños con fuerza.
Se esfumó. Enseguida lo localicé, se había escondido entre todo el bullicio que se estaba formando. El aire era denso y se podía oler a sangre y ceniza, haciendo que el estómago se me revolviera. Juro que no me podía acostumbrar a ese olor. Holden se transformó en dragón, un rugido salió de él y de golpe, todas las personas lo miraron. Me percaté de que las madres de Anna, Fire y Yulen, estaban a punto de llorar, vi la alegría en sus ojos y juro que fue el momento más feliz de mi vida.
Todos los de Astra, al ver a Holden, se llevaron la mano al pecho y haciendo una reverencia bramaron: —¡Por Astra! — bramó uno, seguido de un coro: — ¡Por la encarnación de la tierra, por la princesa perdida, por el guerrero de Astra y por el corazón de Cagmel, nosotros honraremos a la familia real con la sangre de nuestros enemigos! — de repente se abalanzaron sobre sus enemigos y uno a uno cayó.