Me levanté al notar la caricia de alguien en mi cabello. Abriendo poco a poco los ojos, vi que se trataba de mi abuelo, que me contemplaba con una sonrisa de oreja a oreja. Los recuerdos de lo que había pasado acudieron a mi mente, y un grito se apoderó de mí al saber que lo había conseguido, que había logrado dormir al dios Helios. Las lágrimas salieron de mis ojos. Al fin, éramos libres de él; al fin, había conseguido la venganza que tanto había deseado mi familia.
Rápidamente, me lancé al cuello de mi abuelo y le di un abrazo, que él me correspondió de inmediato. Mis lágrimas no dejaban de salir, pero me daba igual, mi abuelo estaba aquí, mi padre estaba vivo y había salvado a todos los seres de este mundo. Cuando al fin me separé de él, con cuidado, pasó sus dedos largos por debajo de mis ojos para secarme las lágrimas que no habían parado de salir a raudales. No me lo podía creer, aún estaba en una nube y no pensaba despertarme de ella.
—Es que... ¡dios! —mis manos fueron a sus mejillas, temblorosas de que de un momento a otro se fuera a esfumar, pero no.
Él me miró con una sonrisa, una sonrisa que enseguida supe que le había dedicado más de una vez a mi madre, una sonrisa tan paternal que logró que un nudo en mi estómago se apoderara de mí.
—Sí, ¡Dios! —se rió—. Aún no me creo que estés aquí —le repetí, como si me costara asimilar lo que estaba viendo.
—Yo tampoco... —hizo una pausa.
Me miró de arriba abajo, me examinó, me contempló. Vi que sus ojos cambiaban de alegría a tristeza y así sucesivamente. Entonces caí en que, posiblemente, me parecía tanto a mi madre que, al verme, él estaba recordando cómo era mi madre. Eso se confirmó cuando, con cuidado, empezó a acariciarme las mejillas con una sonrisa triste.
—Eres tan igual a ella, tanto, que duele... su misma sonrisa, sus mismos ojos, su misma fuerza, todo... cuando te vi, allí tirada en el suelo del estadio, lo primero que pensé fue: "Es Nilsa", pero supe que eras tú de inmediato... cuando te vi sin vida, era como ver a Nilsa morir por segunda vez.
Me quedé callada, sabía cómo se sentía, y una pena inmensa se apoderó de mi corazón. No quería que sufriera, le había prometido a mi madre que no permitiría que llorara de nuevo y así haría. Sin evitarlo, me lancé sobre él. Eso le pilló desprevenido, y cuando lo tenía en el suelo, empezó a reírse a carcajadas. Su risa era bastante bonita, y eso fomentaba que sonriera aún más. De repente, la puerta se abrió, Egares y Afora entraron. Egares tenía el brazo vendado, y Afora aún miraba a mi abuelo como si fuera un espejismo.
Levantándome, permití que mi abuelo mirase a los dos, y antes de que dijera nada, Afora se lanzó sobre él y empezó a sollozar con fuerza.
—Estás vivo, estás vivo —repetía como si fuera un cántico. De nuevo sonreí, estaba feliz, muy feliz, había conseguido que todo acabara bien y aún no me podía creer que hubiera vencido a un dios.
Las visitas no cesaron, los primeros en venir fueron Anna, Yulen, Fire y Acua. Fire se abalanzó sobre mí, y las dos rodamos hasta el suelo, cayendo, riéndonos. No me esperaba esa muestra de afecto. Pero claro, la cosa no quedaba así; las dos estábamos en el suelo y la tercera en abalanzarse fue Anna, quien empezó a reírse y a ignorar las quejas de Fire y las mías.
Yulen, que alzaba la ceja con cierta diversión, se unió a nosotras. La diferencia fue que él se sentó sobre Anna como si fuera un trono, haciendo que ella lo lanzara al suelo, y de nuevo las risas se apoderaron de la sala. Acua se quedó mirándonos. Le alcé la mano, y ella, pensando que era para ayudarme, me la cogió, pero claro, mi plan malvado era lanzarla con los demás, haciendo que ella se quedara perpleja. Sin embargo, conseguí que una sonrisa se escapara de su rostro.
—No me esperaba eso —dijo muy bajo. —Es que somos el equipo de defectuosos, tenemos que unirnos —dije con una sonrisa. —Defectuosas seréis vosotras, yo soy perfecto, solo hay que verme —dijo Yulen con arrogancia, haciendo que pusiera los ojos en blanco.
Nos dejaron solos a los cinco. Vi que las sonrisas no se iban de nuestros rostros. Estábamos magullados, las heridas eran evidentes, pero me dio igual; en esos momentos había encontrado mi sitio, había conocido a gente fantástica y gente no tan fantástica. Sin duda, era lo mejor, sentía que pertenecía a este mundo gracias a ellos, y no sabían lo contenta que estaba de que fuera así. Adoraba el mundo de los humanos, pero había algo en Cagmel que me llamaba, me exigía que me quedara allí.
—Tenemos que hacer un juramento —sentenció Fire. Todos nos miramos y asentimos.
Antes de que me diera cuenta de cómo se hacía, vi que Fire colocó las manos, y enseguida le imitamos. Nuestros poderes se unieron en uno solo, y sentí el vínculo que tenía con ellos. Antes de que me diera cuenta, Fire pronunció las palabras:
—Con mi espada, con mi vida, yo te protegeré —en seguida supimos de qué juramento se trataba, por eso, recitamos todos a la vez: —Te protegeré incluso después de muerta, te protegeré hasta que mi alma sea de Hades —noté la promesa dentro de mí. Habíamos hecho lo mismo que nuestras madres, habíamos hecho lo mismo que esas maravillosas reinas que se protegían incluso después de muertas.
Nuestras almas eran una sola, y todos sabíamos que estábamos destinados a hacer este juramento también nosotros.