La observó. Está sentada, dibujando, no se percata de mi presencia, pero yo de la suya sí. Es preciosa, como un ángel, como una ninfa. Su cabello castaño recogido, sus ojos marrones, su sonrisa genuina era demasiado, demasiado para mí. No hay nadie a los alrededores, solo ella y yo, y en ese momento todo se para. Mis sentidos están puestos en ella, no en lo demás. Lleva una extraña ropa, una que no sabía de qué se trataba, pero, era la moda de los humanos o eso creía.
En ese momento, cuando veo que sus manos se posan de manera despreocupada en el suelo, su energía hace que los árboles cobren vida. Veo como las hojas se ven más verdes, más vivas. Ella no se ha dado cuenta de eso, no se ha percatado de su poder. Yo lo huelo a kilómetros. Manos invisibles parecen acariciarme el hocico, manos invisibles me dicen que vaya, que me espera. Pero tengo que tener cuidado, soy un lobo y ella no sabe nada de mi mundo... De nuestro mundo. Veo como alza la cabeza, cierra los ojos y el aire le acaricia.
Siento celos del aire, siento celos del viento. Ellos pueden acariciarla, mientras que yo me torturo mirándola. Suspiro, demasiado bella para ser real. Es la única palabra que describe a la chica que va a ser mi futura mujer. Sus dedos están desnudos. No hay ninguna joya, pero no pasa nada, dentro de nada tendrá una marca en el dorso de su mano, si ella me acepta, pienso darle el anillo de mi familia. No hay otra que lo pueda llevar, solo ella, solo mi compañera.
El vínculo había sido más fuerte de lo que me imaginaba. Había estado dando vueltas en la cama, mirando al techo, visualizando su aspecto en mi mente. En mis sueños la intentó acariciar, quiero tocarla, sentir su piel, ¿Será cálida? ¿Será fría como el de las lobas? Estaba seguro de que su toque sería cálido, su toque tiene nombre aunque ella no lo sepa, su nombre es: hogar, manada. Ella es mi hogar, mi manada, la futura madre de mis cachorros, sí, es así.
Me puedo imaginar como serían. Posiblemente fuertes como ella y veloces como yo. Puedo percibir su aura, una guerrera, todo su ser grita: “luchadora” no podía esperar menos de la hija de Nilsa Croirral ni del gran general Egares Oslo. La analizó nuevamente, me fascina verla, como he dicho, es la mujer más bella que he conocido.
Una necesidad imperiosa se apodera de mí, necesito verla, necesito que me toque, necesito sentirla en todos los aspectos. Mi parte animal lucha con la humana por no reclamarla como mía, para hacerle saber a los humanos y a los seres de Cagmel que Gaia Croirral es de Aston Drudas simplemente de él.
Me acercó. Voy despacio, no quiero asustarla. Sé que mi aspecto de lobo es feroz, pero haré que se sienta bien, que no vea peligro en mí. Sus ojos marrones me miraba y yo... siento que me derrumbo, siento que todo mi ser se paraliza. Veo el miedo en sus ojos, es normal, soy un lobo. Un grito y veo como se pega más al árbol. El árbol quiere ayudar, pero, los poderes de Gaia están bloqueados, no los puede usar.
Le miró desde una distancia prudencial, está muy asustada, puedo percibir el olor a miedo y a peligro. Ella cree que soy peligroso, pero, al lado suyo soy como un puto perro, sumiso, deseoso de que me toqué. Sabía que estaba jodido desde que toqué la barriga de Nilsa y supe que estaba destinada a estar con su hija Gaia. Fue el primero que le dije que era una niña, el primero en notar su poder. Mis padres, antes de que los matara, me pedían y me imploraban que nunca dejara a mi compañera sola, que debía estar con ella.
Pero el dios Helios me la arrebató, la alejo de mí. A pesar de la distancia la sentía. Soñaba con ella. Había visto como crecía, sus recuerdos, sus amores...esos que deseaban destripar por tocar algo que no deberían haberlo hecho. También he sentido su pena, su alegría, su ira, todo. La conozco mejor que nadie, aunque nunca se lo diría, quiero ir poco a poco, que asimilé quién soy, que se enamore de mí. Todo a fuego lento, pero con buenos resultados.
—Por Dios —dijo nerviosa. Incliné un poco la cabeza, sin entender lo que estaba diciendo. Moví la cola, me tumbé en el suelo, observándole.
No sé cuánto tiempo se tiró pegada en árbol, contemplándome, pero lentamente se empezó a relajar. Su curiosidad superó un poco su miedo.
Se aproximó hasta mí, con cuidado, Sus manos estaban temblorosas por mi presencia. Entonces, antes de que me diera cuenta, está acariciando mi pelaje. Cerré los ojos, mi corazón desbocado hizo que me costara respirar. Este era mi hogar, esto era lo que yo necesitaba. Armándome de valor me contuve para no trasformarme delante de ella. No trasformarme en humano, y no cogerla y estamparla contra el árbol. Seguramente buscaría sus labios con desesperación, con urgencia. Solo de pensarlo sentía como mi cuerpo se estremecía, la temperatura subió y maldije, porque en este momento parecía un maldito cachorro en celo. Pero solo mi compañera podía provocar esto.
En mi manada los compañeros eran sagrados. Eran cuidados y protegidos, adorados. Nadie le hacía daño, sí, algún lobo se enteraba de que, habías dejado que tocaran a tu compañero, te repudiaban, ya que, matarte no podían, hacerlo sería llevarse a la otra persona.
—Vaya, eres realmente precioso —sonrió. Una sonrisa que hizo que me acercara más, le facilité el acceso a que me tocara mejor. Olisqué sus manos de manera disimulada y me grabé a fuego su olor.
«Tú eres preciosa. Las diosas tendrían envidia de tu belleza. Tú harías que, hasta el más orgulloso se pusiera de rodillas a suplicarte. Tus manos son la perdición de cualquier persona»