La reina de la tierra-Primer libro- (editado) 2ª vez

No sé cómo acabé aquí

No sé como acabé aquí. No lo pensé mucho, solo cedí. Me vi envuelto en una situación de la cual no me pude negar. En esos momentos me podía imaginar la cara de Asia riéndose de mí junto a su tía Afora, aquella imagen hacía que una sonrisa tonta se formara en mi rostro. Ya llevábamos seis meses viviendo en el castillo, dos meses en los que tuvimos que reconstruirlo y yo me tuve que adaptar a mi papel de rey. Era más difícil de lo que me imaginaba. Las constantes reuniones con los imbéciles de los demás reyes de las cortes me habían provocado de que sacara esa parte animal que intentaba controlar, pero era bastante complicado, había personas que no lo ponían fácil e incitaba a cogerle del cuello y estrangularlo.

Siempre me habían dicho que debía de pensar, que debía ser coherente, no hacer locuras. Pero, sin duda, si mi madre me hubiera visto ahora, en esta situación, posiblemente, sin dudarlo, me hubiera dicho que me había dejado llevar por mis instintos, que me estaba comportando como un cachorro. Al final no me pude resistir.

Me veía en una taberna, una a la que frecuentaba mayormente elfos, lobos, brujas y gigantes. No era un buen sitio, aquí acudía la mayoría los seres que vivían en los suburbios de Cagmel, la mayoría estaban ocultos porque eran considerados peligrosos y estaban condenados a ir al pozo mágico. Desconocía como lo lograban, el escabullirse. Recuerdo que, cuando era un cachorro, me adentré en un sitio que supuestamente estaba prohibido.

 Me fui con uno de mis mejores amigos. Los dos éramos, solo dos alocados cachorros que querían una aventura, fue un error. No tardaron en que, la guardia diera con nosotros y casi nos encerraba en el pozo mágico. El castigo se había dado porque, le habíamos robado uno de los ojos a uno de los ogros, cosa que solo provocó que, nos persiguiera, calle abajo, los gritos del ogro llamando a la guardia. Antes de que me diera cuenta, los guardias nos habían cogido y entregado a mi madre.

Fue una humillación, gracias a los dioses que, mi madre, gracias a la gran cercanía que tenía con la reina, me perdonaron a mí y a mi amigo. El castigo que nos impuso mi madre era peor que, el que nos esperaba en el pozo mágico.

El sonido de la puerta captó mi atención. Egares, Holden y yo estábamos encapuchados, no dejamos que vieran de quién éramos. Estaba mal visto que, gente de la realeza, se hallara en el rincón del Sátiro, donde frecuentaba la mayor calaña.

Un pirata hizo acto de presencia. Su cara de pulpo y su pata de palo captaba la atención de las personas que estaban alrededor, menos el de Holden que, se dedicaba a beber de su jarra, sin darle mayor importancia al intruso.

La mirada verdosa del pulpo se paró en nosotros. Suspirando, empecé a beber. Enseguida los efectos de mi bebida Garras de Plata y Holden estaba bebiendo su bebida: Tormenta Elemental. No es que fueran muy originales con los nombres. Egares que estaba bebiendo su elixir del bosque. Cuando el pirata se aproximó hasta nosotros. Ninguno alzó la mirada, ni siquiera nos molestamos en mirarle. Su garra de plata se clavó en la mesa de madera, haciendo que suspiráramos.

—¿Quiénes sois muñequitos? —una sonrisa torcida se formó en mi rostro. El alcohol ya estaba en mi sistema, en el mío y en el de mis dos compañeros.

—No es de tu incumbencia, ¿O acaso te preguntó a ti por qué no tienes pierna? —le dijo Holden con un comentario mordaz.

—No sabes quién soy —dijo el pirata arrastrando su garra de plata por la mesa, creando una raja.

—Creo que eso lo debería decir yo... Estoy disfrutando de la compañía de mi yerno y del prometido de mi nieta, así que esfúmate... Tu aliento ha pescado me molesta y no quiero tener pesadillas con tu cara —el movimiento de mano que hizo Holden molesto al pirata. Con su garra de pata se clavó en la tela de la túnica, gracias a los dioses de que no se quito y no dejó ver el rostro de Holden.

Además, no se me había escapado el detalle de que, no me había llamado chucho, sino: “prometido de mi nieta” Eso hizo que una especie de calor se adueñara de mí. No estaba pidiendo que me aceptaran de inmediato, pero al menos era un paso.

—¿Quieres que te enseñé a respetar a tus mayores? —no lo pudimos evitar. El alcohol en vena y las palabras que habían salido de ese pulpo causaron que nos empezáramos a reír.

Holden no dudo, al ver lo que se había atrevido hacer aquel pulpo, sin dudarlo, le dio un cabezazo haciendo que una brecha se formara en su frente. La sangre lila empezó a manchar el suelo. Unos tíos que estaban sentados más alejados de nosotros se aproximaron hacia donde estábamos. Esto solo podía acabar en una cosa. Como si lo hubiera intuido, de repente, los dos tíos que estaban sentados nos miraron con desafío, querían pelear, y aunque yo no estaba en condiciones de hacerlo, no pensaba dejar que, le hicieran daño a ninguno de los dos.

Con un resoplido me encaré al sátiro que estaba a la izquierda del pulpo. Mientras que, Egares se enfrentó al elfo que estaba al lado derecho del pirata. Los tres sonreímos. En esos instantes éramos bombas de relojería. No sabían quién éramos, si lo supieran no se hubieran atrevido a desafiar a Holden o Egares, además, si descubrían que eran reyes, posiblemente, recibirían un castigo... eso si sobrevivían a la ira de Holden.

—Que empiece el juego aliento de pescado —le dijo Holden. Ya fuera del alcance del pirata cogió con precisión una silla de madera y sin dudarlo lo estampó contra la espalda del pirata.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.