CLARENCE DOMINIC
Las coordenadas nos guiaron a una isla que creí abandonada cercana a Corea del Sur, la vegetación invitaba a mirarle, los altos picos de volcanes inactivos se alzaban desde los suelos robándose todo el atractivo. Desde la ventana del avión, nervioso y expectante, miré el territorio memorizando el mínimo aspecto de lo que veía, guardando cada información. No había más que tres castillos bastante divididos e incluso con muros entre ellos, como si fuese prohibido coexistir unos con otros. En el territorio de cada castillo habían otros edificios más pequeños, reinando el orden.
¿Que era ese lugar y por qué Bailey enviaría a nuestra hija ahí?
Me acomodé en el asiento y me coloqué el cinturón ante el anuncio de aterrizaje, sentí la mirada cautelosa de Atón sobre mí pero decidí no devolverle la mirada, más pendiente al mundo exterior y con miedo de que podía encontrar. El avión aterrizó sin problemas, andaba con unos diez hombres a mi cargo aparte de mi mejor amigo. Bajé las escaleras del avión dando instrucciones y cerré la boca de golpe cuando encontré toda una unidad militar esperándome.
Yo no llamé a nadie, estaba ahí por mi hija y lo mejor era que no intentaran detenerme.
—¿Sir Clarence Hervé Dominic?
Di un paso al frente.
—Ese soy yo.
—No sabíamos que venía, Sir —dijo quien parecía liderar.
—Yo tampoco.
—¿Ha pasado algo? ¿En que podemos ayudarle?
—¿Debería pasar algo?
—No —respondió, con su tono escueto —. Simplemente que ha venido sin avisar y en temporada alta. Las vacaciones no son hasta dentro de tres meses.
Me encogí de hombros harto de tanta platica.
—Mira, no tengo una puta idea de que es este lugar, tienes cinco minutos para explicarme que es y llevarme donde está mi hija. Ya que sabes quien soy, me imagino que sabes quien es ella.
—La princesa Yvaine está en las mejores manos, se lo aseguro.
Yvaine. Mi corazón retumbó violento ante la mención.
—Eso espero, pues de no ser así te recomendaría que empezaras a rezar por tu estúpida alma —amenazo y le digo a mis hombres que avancen, no había ningún peligro a la vista. Al menos Bailey había hecho algo bien, me dije, enojado.
Seguí al cabecilla y la unidad militar se desplazó, dejándonos el camino libre, tres todo terreno llegaron para trasportarnos, Atón y yo seguimos al hombre, quien empezó a platicarme en tanto el auto avanzaba. Pero lo cierto era que no podía retener del todo la información, mis manos picaban y sentía que sudaba frío. Atón en algún momento me tocó el hombro varias veces y regresé al frente, pestañeé varias veces.
—¿Dijo Academia Criminal? —cuestionó Atón.
Aquello me hizo levantar la cabeza.
—Sí, señor, todo el territorio es propiedad de AC, fue fundada por Greg Vandery, hace más de cinco décadas. Un papel sellado con sangre de todas las altas familias criminales para formar a sus hijos y prepararlos para el mundo que les esperaba.
Miré a Atón ante la información, ninguno tenía conocimiento de ello, lo desconocido me hizo mirar a ambos lados y quise que todo el camino desapareciera y simplemente llegar hasta donde estaba mi hija. ¿Desde cuando Yvaine estaba ahí? No tenía ninguna opinión contraria a las decisiones que Bailey había tomado, al final de cuentas era la persona que había puesto a nuestra hija a salvo durante casi ocho años.
El camino empedrado apareció, revelando la puerta de entrada de uno de los castillos. Luego de un chequeo de seguridad rutinaria nos dejaron entrar y el bulliceo se hizo presente. Niños que no debían pasar de diez años iban de un lado a otro con sus uniformes verdes y negro con una gran corona y una V en el medio de sus pechos, fuera decía "Academia Criminal" como si hubiese lo más normal del mundo.
Mis hombres de seguridad crearon un escudo a mi alrededor a medida que veían la alta seguridad del lugar, miré al hombre a mi lado, queriendo que dejara de hablar tanto y me llevara hasta mi hija. Sin embargo, el soldado seguía parloteando sin parar.
—La princesa Yvaine está tomando sus primeras diez asignaturas del año, sumándole tres extras que son equitación, ruso y clase personalizada en armas blancas. Es una niña brillante, educada y bastante aplicada. Hoy, se encuentra presente en una competencia de equitación.
Dejé de rabiar ante información importante, llevaba ocho años perdidos de Yvaine, absorber toda la información posible de otros era lo único que me quedaba. Los infantes me miraban con curiosidad a medida que nos acercábamos al hipódromo, el soldado me guió por el palco hasta que estuve delante de cerca de seguridad que separaba al público de la pista. Miré a todos lados como loco queriendo encontrarla, la emoción burbujeó dentro de mí como si de un ponche caro se tratara, todo lo demás dejó de existir en ese momento.
Todo excepto la hija del fruto del amor que Bailey y yo profesábamos.
—Ahí —indicó el soldado, hacia una niña que venía saliendo de las caballerizas encima de un elegante caballo blanco —. Ahí está la princesa.
Mis ojos fueron a su encuentro, enfocándose en la preciosa niña que domaba un caballo más grande que ella con seguridad, su cabello hecho una cola sobresalía detrás de su gorro rozándole la espalda baja, más brillante que el puto sol. Se veía preciosa con su traje blanco, mis ganas de divisarla de cerca crecieron y sentí la necesidad de cruzar al otro lado y paralizar todo. Me sentía ajeno de mi cuerpo, temblando como un puto crío, me reí nervioso sin poder creerlo y una lágrima traicionera se deslizó por mi mejilla.
Cabalgaba con una habilidad nata, parecía disfrutar del momento, como si ella y el caballo fueran uno, Atón se posó a mi lado.
—Es jodidamente buena en ello.
—Lo es —dije con orgullo, sin poder creer que fuese mía.
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Editado: 10.11.2024