La reina de los engaños

8. Cuenta regresiva

BAILEY

La situación tomó su rumbo todo fue esclareciendo poco a poco luego de despertar del coma en el que había estado por tres meses, posteriores a esos días los momentos junto a mi madre, joder, mi bendita madre, viva, reluciente, había sido una de las mejores cosas por las que podía estar pasando. No superaba el hecho de poder llamarla, de tocarla, de verla respirar, feliz y sana. Habían muchas cosas no dichas, sin embargo nada importaba mientras pudiera ver sus ojos y recuperar todos los años que perdí a su lado. Pero, estábamos en una situación riesgosa, vivíamos en territorio enemigo, mamá había dicho que no era seguro ni siquiera pronunciar nuestros nombres demasiado alto, por lo que la charla sobre temas importantes seguía pendiente. En lo que si tenía conocimiento era que estábamos en Italia por venganza, a pesar de que ella los estaba utilizando por protección para poder tenerme lejos de los ojos de los demás clanes.

Digamos que nuestra buena relación casi se vio en peligro cuando encontré la invitación a una boda en donde se suponía que yo era la novia, habían estado ideando todo un plan mientras estaba inconsciente que obviamente no les iba a permitir llevar a cabo. No dejaría que bajo ninguna circunstancia mi hija o su padre, pensaran cosas que no eran. Ni siquiera por estrategia. A pesar de ello, presté atención a cada detalle de la boda pero con la mente puesta en un novio que definitivamente no era italiano.

Haría que Luka Ferreti se tragara su propia lengua antes de que tuviera la oportunidad de llamarme suya antes que Clarence Dominic.

Julietta sonrió cuando salí con el tercer vestido de novia y ambas pensamos lo mismo: era perfecto. Pude verlo en su rostro mientras lo sonrisa en su cara se expandía y la iluminaba.

—Creo que deberías quedare con ese —su voz sonó algo afectada.

Di una vuelta para su deleite, no tan elegante, con tres meses de embarazo estaba en la fase en donde me mareaba por todo y por nada, no podía hacer muchos esfuerzos, hasta que los mareos cesaran.

—En definitiva me lo voy a quedar —respondí, caminé hasta dejarme caer a su lado y acepté la botella de agua que me tendió y brindé con su copa de champagne, en un ambiente confidencial que pudo haberme hecho llorar en ese momento. La vi tragar saliva con fuerza, apreté su mano en apoyo y acepté su mirada devolviéndole el amor. Era natural, real, como si nada hubiese cambiado en años. Sabía que ella me amaba y no importaba los pensamientos intrusivos que a veces llegaban a mi mente cuestionándose por qué había durado tanto en aparecer, todo lo que importaba era que siempre había estado ahí, pendiente.

Dispuesta a vencer a Julia en un juego final. Venceríamos. Teníamos qué.

—Pensé...que nunca iba a tener la oportunidad de verte crecer, mucho menos de verte vestida de novia —su voz se fracturó en la última palabra y apretó mi mano con más fuerza —, hice muchas cosas mal, Bailey, pero todas las hice pensando en lo mejor para todos ustedes. Por eso me rendí ante ella, por eso dejé pasar años volviéndome lo suficientemente fuerte como para no permitirle ganar una vez más. Se lo que te hará pensar tu mente algunas veces, tal vez no tengo justificación, puede que me haya equivocado en mis acciones pero todas las hice pensando en ti y en tu padre.

—No te reprocho nada, te entiendo —susurré, me acerqué a ella y dejé caer mi cabeza sobre su hombro y cerré los ojos empujando las lágrimas dentro cuando besó mi cabeza con ternura.

—Desearía que él pudiera verte así —musitó —, fuiste la luz de sus ojos desde que estabas en mi barriga.

—Lo vamos a recuperar —le prometí.

—Oh, no descansaré hasta sacarlo de ahí, preciosa niña, no descansaré hasta que todos paguen —respondió y luego su rostro se trasformó en determinación pura, rezumaba un poder natural que podía poner a cientos de hombres a sus pies. Se levantó y me tendió ambas manos para ponerme de pie —. Vayamos a facturar este precioso vestido, en definitiva vas a casarte con este.

—No me casaré con un italiano, ni con nadie que no sea Clarence —susurré, deteniéndola.

Julietta me guiñó el ojo.

—No lo harás, no lo permitiría, Mo bheatha.

Mi vida. Nuestro idioma materno se escuchaba deliciosa en su boca, era agradable de escuchar. Mi sonrisa creció. Le di un asentimiento y la comprensión pasó por el rostro de ambas, un peso desapareció de mi pecho.

Regresamos a la mansión de los Ferreti flaqueadas por dos camionetas de seguridad, Luka, mi supuesto prometido y el próximo don era un poco exagerado y siempre estaba de complaciente queriendo darle lo mejor a Julietta, mi madre lo había envuelto en unos lazos de amor y comprensión que lo segaron al nivel de que ya no veía enemigos potenciales en su propia casa. Julietta tenía una deuda pendiente con los Ferreti, desde el momento en que le negaron la ayuda para liberar a Even cuando fue secuestrado por Julia la primera vez.

Las rejas de la entrada de la mansión se abrieron a los lados cuando los autos se acercaron y rodeamos toda la plaza llena de fuentes hasta la entrada de la propiedad. En lo alto esperaba Atlas como un gladiador, en mi mente chocaban todo el tiempo la imagen que siempre tuve de él y la forma en que se veía en ese momento, armado hasta los dientes, sus vestimentas negras de combate y su rostro endurecido, con esa leve preocupación en sus iris cada que me veía, como si creyera que saltaría sobre su garganta solamente al verlo.

Obviamente era algo que quería.

Bajó los escalones y se apresuró a abrir nuestra puerta, besó la mano de mi madre —quien lo adoraba —, y luego corrió a ponerse a mi lado y tenderme la mano.

—Estoy embarazada, no paralitica —ladré, su risa siniestra retumbó a mi lado. De todas formas puso su mano detrás de mi espalda y ordenó a algunos guardias que subieran lo que habíamos comprado.




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