La Reina Del Agua-Tercer libro De La Saga: Elementos-

Capítulo 5

"El peor demonio no es el que te persigue, sino el que habita en tu mente

"El peor demonio no es el que te persigue, sino el que habita en tu mente."

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No sé cuántas vueltas di en la cama, demasiadas para mi gusto, pero no podía conciliar el sueño. Aún me resonaba en la mente la voz de Anna. Solo de recordarlo, un escalofrío se apoderó de mí. Temía por la vida de ellas dos, temía que no la encontrásemos, pero en estos momentos nada podíamos hacer.

Había intentado idear planes en mi mente, había revisado una y otra vez los mapas de Cagmel, así como la historia del rey demonio, pero nada. No había conseguido absolutamente nada, y eso me asqueaba.

De todos los que estábamos presentes, era la más sensata. No me dejaba llevar por las emociones; me parecía una pérdida de tiempo. Pero no podía evitar que el nerviosismo se apoderara de mí. Anna y Asia estaban en peligro, aunque Anna me dijera que no. Pero sabía que había algo más allá, algo detrás de esa confesión.

Incorporándome en la cama, miré por la ventana. Todos estaban descansando, ajenos al dolor que sentíamos los de este castillo. Había oído a Yulen maldecir, a Fire vagar por los pasillos sin pegar ojo, a Jormunad en la sala de estrategias mirando todo, revisando cualquier cosa que nos diera una pista de dónde podían estar. Holden le ayudaba, pasaban mucho tiempo juntos.

Era un caos: dos personas habían desaparecido... o, mejor dicho, habían sido secuestradas por ese miserable.

Una rabia casi cegadora se apoderó de mí al imaginarme lo que podían estar haciéndole. Oí la risa de mi elemento.

"Eres débil, no te mientas. No puedes hacer nada... Patética, sí, eso eres."

Más y más rabia se apoderaba de mí. Quizás mi elemento era el más castigador de todos, quizás mi elemento era el que más daño me hacía, pero me había ayudado a ser más fuerte, a ser la reina que ahora era.

"Cállate."

"Mírate, sin respuestas, como la inútil que eres. ¿Te duele la realidad? ¿Te duele saber que no estás haciendo nada por tus amigas?"

"¡Te he dicho que te calles!"

Intenté bloquear la voz en mi cabeza, pero él seguía riéndose con fuerza, haciendo que el corazón me latiera con violencia, haciendo que, cada vez más, la sangre me quemase. No, no podía dejarme llevar por las emociones, debía mantener la cabeza fría, debía ser la más tranquila.

Paseé por la habitación, pero ahí seguía, martirizándome, hasta tal punto que un dolor punzante se apoderó de mí. Noté ese nudo que me impedía hablar, ese que me indicaba que iba a llorar, pero no le iba a dar el gusto. Él estaba dentro de mí, yo mandaba sobre él, no él sobre mí.

"Piensa lo que quieras, 'reina'. No estoy a tu merced, no te confundas... Si acaso, tú estás a la mía. Mírate, al borde del llanto, perdiendo la cabeza. Eres una vergüenza para los elementales del agua."

"¡Cállate!"

"Llora, pequeña, llora. Hónrame, hazme feliz, aliméntame con tu sufrimiento."

Siguió y siguió, no paró. Noté cómo todo me temblaba, el miedo... el maldito miedo que me impedía bloquearlo.

"¿Crees que puedes bloquearme? ¿Crees que puedes callarme? Eres solo un recipiente, un sucio e inútil recipiente. Pobre huerfanita... Tus padres nunca te quisieron, y lo sabes. Si por ellos fuera, habrías dejado de existir."

"¡Para!"

No lo pude controlar. Siguió y siguió. La cabeza me estallaba, las lágrimas me quemaban.

Este era mi castigo por ser uno de los seres más poderosos, aparte de los dioses. Este era: ser torturada por mi propio poder. Era peor que el infierno, peor que cien puñaladas en el pecho. Era incontrolable e insaciable. Quería hacerme daño, quería verme destrozada, quería irse de mí.

Sabía que tenía que luchar contra él, que yo podía controlarlo... pero no, no podía. Él era así. No tenía compasión, solo ansia de poder, de control. Yo se lo había permitido, le había dado el lujo de tratarme de esa manera. Era odioso a la par que adictivo.

¿Por qué?

Porque, a pesar de que me torturaba, me daba un inmenso poder. Un poder que podía usar a mis anchas sin dudarlo. Un ataque... y, si lo deseaba, podía destruir un reino entero. Porque así era mi elemento: impredecible.

Podía estar conmigo en la lucha, pero, a solas, se alimentaba de mi dolor y mi sufrimiento. Seguramente para tener más y más poder. Era así: codicioso.

"¿Ves, niña? Lloras como una cobarde, lloras porque sabes que no puedes hacer nada contra mí. Eres un despojo de ser."

No paraba y no paraba. Era insufrible. Llegó un punto en que la cabeza me iba a estallar. Me senté en el suelo, coloqué mis manos en la cabeza y, continuamente, le decía que parase, que ya era suficiente, pero para él nunca era suficiente.

En esos momentos, los recuerdos del pasado aparecieron.

Personas mirándome.
Yo, incómoda, rezando para que dejaran de mirarme.
Juzgaban, me analizaban y yo solo pensaba: "Dejad de mirarme."




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