La Reina Del Fuego-Segundo Libro-

Capítulo 8

¿Cómo lo hace Anna? ¿Cómo aguanta esta presión? Noté cómo todo mi cuerpo se sacude; los movimientos violentos del tornado logran que muebles que ha engullido me golpeen con fuerza en el cuerpo

¿Cómo lo hace Anna? ¿Cómo aguanta esta presión? Noté cómo todo mi cuerpo se sacude; los movimientos violentos del tornado logran que muebles que ha engullido me golpeen con fuerza en el cuerpo. Gimo de dolor cuando una lanza me hace un arañazo; intento contener la sangre, pero es difícil. Los vientos son cada vez más feroces y me entorpecen la búsqueda de Anna. Mis ojos examinan una y otra vez la espiral que se ha formado, pero nada, solo veo aire. Nado como puedo, pero es más fuerte que yo y enseguida me hace retroceder.

Los guardias del palacio gritan; los escucho maldecir ante lo que se ha formado. Lo comprendo; esto es demasiado. Impulsándome, me elevo más y más alto. Los vientos me azotan el rostro y moratones empiezan a formarse en mi piel. Duelen, pero mi objetivo es buscar a Anna. Enseguida la veo, alzada, siendo sostenida por esos vientos. Veo cómo unas manos de aire la cubren, pero no es suficiente. Tumbada, observo cómo el tornado se forma alrededor de ella. Su cabello dorado cae como cascadas y su piel blanca se encuentra de la misma forma que la mía, con golpes y heridas.

Quiero gritarle, pero el viento acalla todo lo que intento comunicar. Estamos jodidas, pero no iba a permitir que Anna se quedara allí, arriba, siendo prisionera de su propio poder. Un mueble se aproxima hacia mí; una idea cruza mi mente e impulsándome con él, hago que me eleve más alto. Salto los muebles que cada vez aumentan en aquel tornado; contemplo cómo ningún mueble roza a Anna, las manos que se han formado alrededor de ella la están protegiendo, impidiendo que nada ni nadie le haga daño. Escucho una voz; es la del tornado, es decir, del elemental de Anna.

"—No podemos hacer nada... Anna se ha adentrado demasiado. Está intentando controlarme; no puede... Ayúdala".

¿Cómo lo hago? ¿Cómo cojones se despierta a una maldita elemental del aire? Me estrujo la cabeza; sigo saltando, pero solo logro hacerme daño. Necesito hacer algo, lo que sea. No podía permitir que Anna se encerrara en una espiral donde su poder era el que mandaba sobre ella, pero era difícil; aún me costaba encontrar la solución para Anna, debía ser rápida, no había tiempo que perder. El tornado, cada vez engulle más cosas. Las paredes salen por los aires; noto cómo cristales aparecen de la nada dentro de esta espiral.

Cómo puedo, esquivo cuanto puedo las armas y demás objetos punzantes que el maldito tornado se ha empeñado en engullir; necesita alimentarse, necesita alimentar su ego. Muevo los pies con más rapidez; estoy casi llegando a Anna, solo un poco, solo tengo que estirar la mano y podré rozarla... un poco más, solo un poco más. Pero todo pasa en cámara lenta, muy lenta, tanto que me cuesta asimilarlo.

Observo unas enredaderas que me cogen de pies y manos, y me tiran lejos de Anna. Intento quemarlas, pero sé que es una mala idea. Cuando mis ojos divisan a la figura que bien conozco, abro los ojos. Parpadeo varias veces, comprobando que no me he equivocado. Cada vez bajo más al suelo y antes de que me dé cuenta, me quedo embelesada mirando los ojos azules que tan hechizada me tienen, observo la figura con la que tantas veces he fantaseado y quedo prendada al ver el cabello que tanto he anhelado tocar.

Ella hace el amago de tocarme, pero enseguida se arrepiente; sabe las consecuencias que eso conlleva. Por eso, dando paso a Asia, noto cómo la castaña se abalanza sobre mí. Sus lágrimas caen en mis hombros y puedo oír los pequeños sorbos que está haciendo, como si no creyera que estoy viva. Entonces algo pasa. Veo una mata de pelo rubio que se adentra en el tornado. Este enseguida empieza a hacer movimientos y oigo un chasquido que logra que el tornado se deshaga en mil pedazos.

Contemplo la figura de la madre de Anna, cómo sujeta a su hija, impidiendo que se haga daño. Sus ojos grisáceos miran con pena a su pequeña, y veo cómo sus largos dedos pasan de manera maternal por el ondulado cabello de Anna. Acunada, y sin soltarla, se acerca a nosotros; fue entonces cuando me permití el lujo de ver quién había venido a nuestro rescate.

Me quedé sin aire al ver el cabello negro y rojo de mi padre. Sus ojos amarillos me miraban con fuerza, impidiendo que pudiera moverme; estaba cabreada, muy cabreada. A su lado estaba la madre de Yulen, que con elegancia se acercaba al genio con el propósito de llevárselo con ella. Seguí mirando a la gente: Asia estaba, Yulen estaba, mi querida Acua estaba, y entonces, tragué saliva al ver que Holden estaba delante.

No es que le tuviera miedo, pero sabía que si habían venido todos ellos, la situación estaba peor de lo que me imaginaba. No quería ni pensar qué había pasado en Yunto, ni siquiera en las consecuencias que había tenido la búsqueda de Acua. Anna y yo habíamos fallado, o al menos no habíamos conseguido lo que nos habíamos propuesto.

Era una sensación que pasaba de agridulce a amarga. Mi mente era un sinfín de pensamientos pesimistas respecto al desastre que habíamos ocasionado. No habíamos sabido llevar las cosas como debíamos, habíamos actuado de manera impulsiva, como dos niñas. Los enemigos nos habían atrapado; si fuera una batalla real, Anna y yo estaríamos muertas. Pero tampoco es que pudiera pensar con claridad. La noticia de que el rey de los genios y la misteriosa organización querían despertar a los dragones había logrado que un férreo miedo me impidiera procesar bien un plan; había actuado según mi naturaleza: impulsiva y ardiente, y con eso había conseguido que Anna fuera engullida por un tornado.




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