Hay momentos que deberían ser borrados, recuerdos desagradables que se te quedan grabados. En este instante estaba teniendo eso, un momento desagradable o más bien, desgarrador. Noté como toda la sala giraba. Las náuseas amenazaban con salir de un momento a otro, mi mente no procesaba lo que acababa de ver, no podía ser cierto, me repetía mentalmente, en un intento de acallar todo lo que me estaba atormentando. No quería pensar que alguien o mejor dicho una persona hubiera tocado el cuerpo de mi hermano, me negaba pensar en esas manos desagradables tocando el cuerpo inerte de mi hermano. Dolía demasiado, quise gritar, buscar al culpable, hacer que se arrepintiera del día en el que nació.
Dice que la venganza no es buena, que nos llena de rencor y odio, pero en esos momentos mi cuerpo, mi elemental, me pedía venganza, quería bañarme en la sangre de los miserables que habían profanado en el cuerpo de mi hermano, quería verlos ardes, retorcerse de dolor, sí, eso es lo que quería. Pero esos pensamientos no aliviaba el dolor que sentía dentro, muy dentro de mí.
Yulen me sujeto, en un intento de que no cayera al suelo. Aún estaba en shock, solo lloraba, no había articulado palabra. Me quedé mirando la urna donde debería estar descansando mi hermano, me imaginé el cuerpo de mi hermano, dormido, tranquilo. Algo me decía que la secta había movido ficha y yo solo quería matarlos, joder, en mi mente solo había una idea y era esa, no pensaba en nada más, no quería buscar otra alternativa, quería ver a todos cayendo.
Mi hermano estaría decepcionado conmigo, lo sabía. Él odiaba la venganza, decía que ese acto era de mentes débiles que se habían dejado llevar por sus impulsos. Yo siempre le había intentado hacer feliz, le decía que nunca iba a pensar en venganza, que sería diferente al resto de seres, pero, decirlo y hacerlo eran cosas distintas. Solo quería vengarme por lo que le habían hecho a mi hermano, solo deseaba que muriesen, no había más y si era con mis manos mejor. Eso no me aliviaría, pero al menos acallaría la sed de sangre que se había instaurado en mi cuerpo. No es que fuera la mejor decisión, pero era la única que tenía.
Dagdas se había mantenido al margen. Había apartado la mirada, adolorido, quizás, mis emociones eran demasiado intensas para poder canalizarlas. Era impresionante el poder de los euterpes, pero, él sabía cuando había ciertos límites que no podía sobrepasar. Algo me decía que estaba dejando que mis emociones bulleran, pues, era un modo de demostrar como me sentía. Quise agradecerle, pero, estaba tan pendiente de la tumba de mi hermano que no podía.
—Fire, deberías bajar —me animó Asia. Su sonrisa era forzada, se veía la tristeza en sus ojos. Negué con la cabeza, no quería separarme de la tumba de mi hermano.
—Encontraremos los culpables, te lo juro —Yulen me abrazó. Dejé que su contacto me aliviara, aunque solo fuera un poco, él era el único que me podía tranquilizar en estos momentos.
Él sabía como me comportaba cuando algo me dolía, sabía como reaccionaba y también conocía como debía actuar. Era maravilloso, mi mejor amigo, mi hermano, lo quería, pero, a pesar de sus intentos, mi mente había entrado en colapso, no pensaba con claridad, mis pensamientos eran liosos, como cuerdas que se entremezclaban entre ellas, haciendo que, un dolor punzante se apoderara de mi sien. Mi cuerpo pesaba, la tristeza era inmensa, muy inmensa. No sabía como se lo contaría a mi madre, como le diría que se habían llevado el cuerpo de su hijo muerto.
Sabía que sería doloroso para ella, ella sufría, era la única que había venido más veces a este sitio. Se pasaba las horas muertas aquí, llorando, abalanzado la tumba, o acariciando el rostro de mi hermano, como si eso le pudiera despertar.
Tal era su desesperación que hizo una locura, yo me enteré tiempo después, cuando la vi. Era una noche en la que las pesadillas me consumían. Fui al cuarto de mis padres, quería abrazarlos y llorar con ellos. Mi padre se había ido a buscar al asesino de mi hermano, y le había implorado a mi madre que se quedara aquí, conmigo. Ella había discutido mucho esa noche con él, y pude oír los sollozos que se apropiaron de ella cuando mi padre se fue.
Abrí la puerta, se estaba cambiando, no se dio cuenta de mi presencia. Cuando de repente lo vi, lo vi y no pude evitar callarme. Su corazón, su corazón de dragón no estaba. Los dragones tenían dos corazones, el de dragón y el de humano, pero, el de dragón no estaba, había hueco en su pecho. Mi madre cuando oyó mi grito maldijo. No comprendía que estaba pasando, mi mente era un continuo pensar de: "¿Y el corazón de mi madre?" Los corazones de dragones eran sumamente importantes para esta raza, era un orgullo tenerlo dentro, era una manera de darle fuerzas, pero, ya no estaba, entonces otra duda surgió: "¿Qué le va a dar fuerzas a hora a mi madre?" Nadie, o eso creía yo.
Me aproximé hasta ella y le señalé con el dedo. Esta se dejó caer en la cama. Se llevó las manos a la cara llorando, apenada porque le hubiera visto de este modo. Me senté en sus piernas y le quité las lágrimas, intenté consolarla, pero nada ni nadie podía quitarle el dolor que estaba sintiendo en esos momentos.
—¿Por qué? —es lo único que dije mientras pasaba mis pequeños dedos por su cabello.
—Porque pensé que así me devolvería a mi hijo. Pero no, le di mi corazón de dragón a una vidente con la esperanza de que ella, me dijera algo, lo que fuese por saber algo de tu hermano —dijo dándome un abrazo con más fuerza.