La Reina Del Fuego-Segundo Libro-

Capítulo 14

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No fui delicada, no lo dije con tacto. Quizás era demasiado impactante para Asia, quien, pensaba que ya no había más secretos envolviéndola. Era curioso, en casos como este te das cuenta de que las personas ocultamos más cosas de lo que nos imaginamos, llevamos un peso invisible que, poco a poco, nos impide dar más pasos, hasta el punto que, ya de tanto, llevarlo se cae y te quedas aliviada, pero esa carga cae sobre las demás personas, sobre todo en personas a las que más quieres.

No me gustaba guardar secretos, además, pensé que había sido buena idea decírselo a Asia... ¡Joder! Su mejor amiga era un ser mágico, casi extinguido y peligroso, ¿cómo no se dio cuenta antes? ¿Cómo los ogros que atacaron a Asia no percibieron el olor de Melany? Tenía que haber respuestas, respuestas que seguramente las tenía Afora. Era la que, continuamente guardaba los secretos, los llevaba encima, aguantándolos.

Esos secretos no eran sacos como el de resto, sino, como edificios, sí, esa sería la definición de lo que debe de estar aguantando Afora. Edificios cayendo continuamente a sus espaldas, sin censar, sin darle un chance para poder descansar. Ella conocía muchos secretos de Cagmel. No era un misterio saber que, la mayoría de reyes acudían a ella y les pedía favores, pero claro, aunque Afora fuera buena de corazón, su naturaleza hádica seguía estando dentro de ella. Muchos habían tenido que pagar las consecuencias. Las hadas eran bastante parecidas a los genios, siempre cobraban los favores que le debían.

No eran malas, yo las consideraba traviesas, pero nunca malas, simplemente tenían otra visión del mundo, además, las hadas tenían prohibido mentir.

Ninguna hada podía mentir, era como si su boca y su mente no le dejaban por eso, jugaban con tu mente, te decían verdades a medias o acertijos que debías acertar para llegar a lo que te estaba diciendo. Eran seres elegantes, pero al mismo tiempo, asustas.

—No puede ser que, Melany sea un ser mágico, no, me niego a creer eso —dijo Asia alterada. Me gustaría aliviarla, pero no me gustaba mentir, simplemente aparté la mirada.

—Independientemente de lo que sea, la necesitamos. No estamos hablando de un juego de niños, estamos hablando de un gran grupo que quieren destruir los reinos de Cagmel. Sé que es duro, debe de ser impactante, pero, aunque suene brusco, todos tenemos problemas y el tuyo es meramente una estupidez. Así que, sal de ese trance, no tenemos tiempo, y en mi caso, no tengo ganas ni paciencia para lidiar con esto —le soltó Yulen. Anna le golpeo en el hombro. Los ojos de Asia fueron hacia él.

Este se mantuvo sereno, cruzándose de brazos, mirando a Asia con dureza. Para mi sorpresa, ella asintió. La capacidad de Yulen de decir las cosas tal cual eran, nos daba la motivación para salir del trance que, la mayoría de personas entrabamos, si bien es cierto de que sus palabras solían ser duras, también hay que decir que, gracias a él, la mayoría de veces sales del estado de shock y te enfrentas a lo que está por venir.

—¿Has pensado en hacerte psicólogo? Seguro que eres el único que consigue que la persona se sienta peor —suspiró Asia. Este se encogió de hombros: —Seguramente me estés insultando, pero, como desconozco la palabra que has dicho, no me lo voy a tomar a malas. Además, la gente suele querer que le digan la verdad con suavidad, pensando que así le van a ayudar o calmar, pero, cariño, las cosas no son así. Esto no es tu mundo humano, y aquí no estás en tu burbuja protectora que te han creado los de tu alrededor, no, esto es una puta guerra que está viniendo, así que, como reina que eres, deja de sentir y muestra de quien eres hija... No hagas que tu madre se decepcione de ti —le dio la espalda. Aston gruñó, casi se abalanzó sobre Yulen, pero se lo impedí.

—Eres un cretino, sin sentimientos —dijo Asia levantándose del suelo: —Hace mucho que deje de tener eso, los sentimientos te hacen débiles, vulnerables, un rey no debe de sentir, un rey debe pensar, y yo soy un rey, así que, levanta tu culo, tenemos que ir a por tu amiga —se esfumó de la cueva.

La luna ya estaba en el cielo estrellado. Las estrellas nos guiaban y eso me daba mala espina. La forma en la que estaban colocadas nos indicaba que algo malo estaba a punto de venir. Estaban inclinadas, formando dos caminos, teníamos que decidir. Las estrellas habían sido puestas por los dioses para guiar a los guerreros en sus batallas, y en esta ocasión, los dioses que creíamos dormidos nos estaban ayudando. Mi madre me contó una vez que, cada ser, estaba bendecido por un dios. Le pregunté en su momento por quien ella estaba bendecida y con una sonrisa me dijo:

—Por Eris...La diosa del caos. Tu hermano fue bendecido por Cratos la personificación de la guerra y tú por Atenea, la diosa de la guerra táctica —me dijo con una sonrisa.

Estuve investigando un poco, me parecía curioso. Enseguida supe que, por ejemplo, Yulen había sido bendecido por Elpis, la diosa de la esperanza y la humanidad. Curioso. Me contó su madre que ella, le dio un beso en el corazón y le dijo: "Tu camino será largo, oscuro y agotador, pero a pesar de todo, encontraras esperanza, encontraras la humanidad que necesitas" Seguimos caminando, y tuve más curiosidad, quizás para acabar con el silencio que se había formado.

—Anna, ¿qué diosa te bendijo? —era una pregunta estúpida, pero al menos, había captado el interés de las personas. Ella sonrió: —Ponos, el dios del trabajo duro y el esfuerzo —dijo sonriendo ampliamente. Asentí, ahora entendía más su constancia.




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