El portal nos engullo como si fuéramos parásitos. Caímos de pie. Menos Anna que fue acogida por el aire y Asia que cayó de bruces contra el suelo. Maldiciendo. Se levantó y se sacudió el polvo que llevaba su vestido. Lanzando imprevisto en dirección al portal, como era de esperar del elemental de la tierra empezó a temblar. No pude apreciar a primera vista el paisaje que nos rodeaba porque, inmediatamente, una sacudida se apoderó del lugar. Maldiciendo, Aston se acercó y la intentó tranquilizar. Me hacía gracia, según contaban, los elementales de la tierra eran seres sensatos y equilibrados, pero, al ver a Holden y Asia, simplemente había sido un estereotipo que le habían impuesto.
Después de que Aston lograra que se tranquilizara, me permití observar el sitio en el que estábamos. Grandes extraños árboles que daban frutas de color marrón se alzaba ante nosotros, dándonos sombra. Me quedé embelesada al ver la fuerza con la que el sol brillaba, si bien es cierto que, después de la batalla que tuvimos con Helios, era reacia al sol, este era precioso, a pesar de que suponía que era el mismo sol. La arena blanca me manchaba las botas. Sonriendo, empecé acariciarla, noté la brisa fresca que me azotaba con suavidad, haciendo que una paz me inundara.
Era un paraíso, un paraíso precioso que estaba dispuesta a disfrutar aunque fuera un poco. Entonces, algo cambió, lo sentí, lo sentí en mi piel, en mis huesos. Me levanté apresuradamente, noté una magia antigua, tan antigua que me emborrachaba. Necesitaba saber de donde procedía, de donde era, quería saber quién era el dueño o dueña de ese poder.
—¿Lo notáis?
—Hasta en el corazón —masculló Yulen también cerrando los ojos. Dejando que esa magia nos impregnara, nos empapara.
No sé cuanto tiempo estuvimos así. Absorbiendo toda la energía que envolvía aquel pequeño trozo de tierra. Podía sentir el olor a mar, el sonido que este hacía, el canto de los pájaros, aun así, no era suficiente distracción, mi mente estaba más pendiente de la extraña magia que había aparecido.
—¿Eso es una casa? —preguntó Dagdas señalando algo. Girándonos, contuvimos el aire.
Había una pequeña casa de madera, con intrincados diseños bordados en la pared. Una pequeña escalera del mismo material daba a un porche donde, había una silla en forma de medialuna. Veía las ventanas ovaladas, con vitrinas de colores con diseños extraños que no lograba divisar.
—¿Nos habrá visto? —preguntó Aston curioso. Yulen esbozó una gran sonrisa: —Si nos ha visto, no te preocupes, lo podemos aniquilar para que no hablé —puse los ojos en blanco ante esa amenaza.
De repente, una flecha voló en dirección a Yulen, que ágilmente lo esquivó. Su capa hondeaba al son de sus movimientos y rápidamente sacó el arma que tenía guardada, dispuesta a luchar contra quien se había atrevido atacar. Iba a decir algo, pero, las palabras se quedaron muertas al ver a una anciana de pelo canoso con reflejos azulados. Su rostro era angelical, y mostraba signos evidentes de la edad. Tenía un vestido blanco con bordes rojizos, y su cabello, estaba recogido en dos hermosas trenzas. En su mano, podía ver como una serpiente serpenteaba hasta colocarse en su cuello, no le estaba apretando, pero, los siesos de esa bestia nos daba a entender que, no nos quería aquí.
La anciana bajó con su bastón de madera. Veía como pequeñas flores grabadas en ese material. La mujer sonreía con amabilidad, pero, cuando estuvo suficientemente cerca, lo noté, la magia de antes procedía de ella. Era una magia antigua, de esas que ya no estaban, su poder era increíble, tan increíble que tuve que procesarlo en mi sistema. Mi sangre empezó a hervir, como si ansiara ese poder, como si lo deseara, era inquietante. Tuve que mantenerme firme para no acercarme a ella, y decirle que me diera su poder...o quitárselo. Esos pensamientos hicieron que me mareara un poco.
—Me gustaría saber cuanto duraras muchacho en una lucha contra mí. Soy anciana, pero sigo igual de ágil que en antaño —su voz era cálida, materna de esas que te calentaba el corazón.
—Lo siento, señora, por irrumpir en su terreno —se apresuró a decir Anna, como intentando quitarle el hierro al asunto. Orlock rápido, le cogió del pie y la echó hacia abajo, fue entonces cuando caímos de que Anna había estado flotando, delante de la mujer.
—No tenéis que esconder vuestra naturaleza, sé lo que sois altezas Disculpara que no haga una reverencia, pero mis rodillas ya no son lo que era. Me mantengo en pie por este maldito cacharro —suspiró la mujer.
—¿Sabes lo que somos? —pregunté atónita. Acua se quedó mirándola un poco más, como si algo de ella le resultara familiar. Entonces, vi que los ojos azules brillantes de Acua brillaron con fuerza.
La anciana, al percibir la mirada de Acua, se llevó las manos a la boca. Una solitaria lágrima salió de su ojo, y, acompañada de su bastón, corrió a los brazos de Acua. Fue un momento impactante, no sabía de qué se conocían, tampoco es que supiera mucho de la vida de Acua, pero, verla de ese modo, como si se alegrara de verla, como si se alegrara de ver a alguien, hizo que mi corazón latiera con fuerza. Una pequeña sonrisa se formó en mi rostro cuando cogió a la mujer y empezó a dar vueltas con ella. La serpiente reptó por su brazo y acaricio la mejilla de Acua con su cabeza.
Cuando la mujer se separó de Acua, vi que le secó una lágrima, le cogió del rostro con sus manos callosas y le dio un beso en la frente.