"Sentí como mi cuerpo estaba paralizado. Mis manos y pies estaban atados en una especie de cama incómoda. Mi boca estaba amordazada. Era un sitio oscuro. Sombras pululaban por la sala, esbozando sonrisas maliciosas. Sus dedos largos y negros me rozaban la cara, logrando que un sudor frío se apoderara de mí. Vi que la sala oscura cobraba vida y, antorchas colocadas en la pared prendieron, haciendo que el lugar fuera más siniestro.
Personas encapuchadas hicieron acto de presencia. No les podía ver el rostro pues las túnicas les cubrían por completo, impidiendo que les pudiera ver. Uno de ellos estaba en el centro, sujetando algo que no logré ver bien. Frunciendo el ceño enfoqué mi vista para intentar identificar de qué objeto se trataba. Pero no me dio tiempo a verlo pues, de repente siseé al notar algo ardiente en mi pierna. No lloré, estaba furiosa. Sentí como mi furia me consumía. La sangre me hervía y notaba como mis muñecas se tensaban en las ataduras.
La persona que estaba en el centro se acercó poco a poco, con pasos seguros, se colocó enfrente de mí. Con fuerza me giró el cuello. Un sonido brusco resonó por la sala. Su rostro oculto se aproximó hacia el mío impidiendo que pudiera apartarlo.
—Tú lo mataste, tú eres la asesina de tu hermano —sus dedos quemaban en mis mejillas: —Tú irás con él, asesina —colocó su arma en mi vientre. Juro que me desmayé en aquella pesadilla."
Me levanté sobresaltada. Mi frente estaba empapada en sudor. Sentía como unas ganas irrefrenables de vomitar. Me incorporé en la cama. Cogiéndome de las rodillas me las pegué al pecho. Temblores se apoderaron de mí. El miedo me estaba consumiendo. Las lágrimas salían sin cesar de mis ojos. Como pude, me las sequé.
El sol se estaba poniendo dando paso a un nuevo día. Entre suspiros me duche y me coloqué la ropa para salir de mi cuarto. Aún la imagen de esa pesadilla pasaba sin cesar por mi mente, me sentía sucia y humillada, pero sobre todo me sentía culpable. Quizás esas sombras tenían razón, quizás sí que había sido la asesina de mi hermano, tal vez lo condené de manera inconsciente.
Si yo no hubiera existido él no hubiera iniciado aquella absurda guerra y posiblemente seguiría vivo. Aquel pensamiento hizo que mi estado de ánimo empeorara. Andaba por los pasillos de la casa como un alma en pena, agradecí que nadie me viera y mucho menos en ese estado, no quería que nadie se preocupara por mí, no quería que nadie supiera todas las cadenas que me ataban a pesar de que intentaba disimularlo.
En el pasillo me quedé observando el exterior a través de la ventana que daba a un hermoso jardín. Al forzar la mirada me di cuenta de que Anna estaba practicando.
No pude evitar sonreír ante su empeño, pero la sonrisa poco a poco se borró al ver lo que estaba haciendo. Con decisión cogió su arma y se cortó. Gotas de sangre cayeron al suelo y de esas gotas hizo acto de presencia un torbellino.
Una parte de mí quería ir e impedirle que siguiera con eso, pero, me quedé estática viéndola. Su cabello rubio estaba trenzado. Iba ataviada con unos pantalones y una camiseta de Asia. Su frente brillaba a causa del sudor y sus brazos estaban llenos de heridas. Había cortes recientes y otros antiguos. Sangre reseca cubría su antebrazo, pero fue a peor cuando ella, sin dudarlo, se lanzó al torbellino. Movía las manos en un intento de controlar los torbellinos que se habían formado. Mis ojos siguieron mirando con cautela las acciones de Anna. De golpe un torbellino la escupió, y logró que la estampara contra el árbol más cercano. Vi cómo caía a cuatro patas y vomitaba. Aún así percibí como sus piernas temblaban. Sujetando su estómago cogió nuevamente la daga que yacía a su lado. Otro corte. Otro torbellino.
Otra vez acabó estampada contra el árbol. Fue suficiente para mí. Hice el amago de ir por ella, cuando, de golpe, noté la presencia de alguien detrás de mí. Girando, me di de bruces contra Orlock. Una rabia se apoderó de mí. Fue tan fuerte como desconcertante, pues no me podía imaginar sentir algo como esto. Había algo oculto entre Orlock y Anna, algo que callaban. Pero su actitud me demostraba que había algo más, algo difícil de explicar.
—Es tan patética —replicó Orlock. No lo dude. Me abalancé sobre él.
Lo tiré al suelo y le coloqué la pierna en el pecho, impidiendo que se pudiera mover. Estaba en esos momentos furiosa, demasiado diría yo. Tuve las irrefrenables ganas de arrancarle el corazón con mis manos y hacer que se lo tragara.
—No insultes a Anna jamás, o juro por los dioses que haré que te arrepientas. No me agradas, no me gustas y la idea de que venga con nosotros me parece repulsiva —masculló ejerciendo la suficiente fuerza para inmovilizarlo.
—Considéralo un acto de buena fe, si fuera Acua no hubiera dudado en arrancarlo —dije quitando el pie de su pecho.
Dejándolo a un lado a Orlock me fui apresuradamente hacia donde estaba Anna. Corrí lo más rápido que pude. Mi cabeza empezó a ir a mil por hora, la adrenalina me consumía, no me gustaba eso, no me gustaba a que extremo estaba llegando Anna. Entendía que quisiera mejorar, era así, una persona que le gustaba ser mejor, demostrar de lo que podía ser capaz de hacer, pero, el ver su cuerpo pálido, herido y sin fuerza había sido un golpe, un golpe en el corazón. No me quise imaginar a qué clase de presión estaba llegando, no era sano y era peligroso.