No sé que me impulsó hacerlo, pero, antes de que me diera cuenta estaba sumergida en el océano. Es increíble la belleza de este sitio y lo letal que podía ser para mí. Cuando era pequeña adoraba quedarme mirando a los lejos al mar, como las olas se mecían, como estallaban contra las rocas y se fusionaban con la tierra, era hermoso, era la mezcla perfecta. Aún recuerdo el cosquilleó en la planta de mis pies descalzos, tocando la arena, saboreando el aire. Ese día siempre recordaré que fue la primera vez que Jormunad me sacó de palacio.
Él decía que adoraba él mar, a diferencia de mí, él sí que podía bañarse en esa gran piscina marina, lo veía sonreír, haciendo posturas extrañas que me habían sacado más de una carcajada, pero, cuando acababa el día siempre sentía tristeza, añoranza, siempre quise saber lo que era sentir el agua en mi piel, como sería bañarme, nadar como las sirenas. Con el tiempo comprendí que no podía ser, al fin y al cabo, era una trampa mortal para mí, algo de lo que me
tenía que alejar.
En ese entonces no comprendía porque no lo podía hacer, el bañarme. Cuando hacía el amago, mi padre me cogía en brazos y me impedía que diera un paso hacia adelante. Pataleaba, gritaba, pero él no me soltaba. Ahora, en esos momentos comprendí porque era así, porque me había impedido durante muchos años el poder bañarme en el agua. El dolor que sentía ahora era agonico, demasiado, ya lo había experimentado al tocar a Acua, pero esto, esto era demasiado. Las ampollas surgieron feroces de mi piel, una piel que expulsaba humo, como si estuviera intentando evaporizar todo el agua que me rodeaba, obviamente, sin resultado.
Comprendía ahora porque el agua y el fuego no se podía mezclar, porque éramos letales el uno para el otro. Sabía que jugaba en desventaja por ir por el océano, ahora mismo era inútil, inservible, los únicos que podían hacer algo eran Asia y Yulen, los cuales, nadaban sin problema alguno por las turbulentas aguas cristalinas del lago. Era bastante profundo, aunque, a primera vista parecía pequeño, pero era profundo, tanto, que parecía que no tenía fin.
Los seres marinos de aquel sitio huían despavoridos cada vez que nos acercabamos hacia ellos, huían, corrían, otros, los más intrepidos o mejor dicho los insensatos se quedaban mirandonos observandonos. Pero aquellos seres, esos que se quedaban quietos me daban una sensación
mala, seguramente eran los espías del espíritu del lago.
—¿Veis algo? Yo solo veo peces y algas —masculló Asia, se paró de golpe, abrió los ojos. Y suspiró: —Como no se me ha ocurrido antes —dijo con cierta dificultad. Poco a poco nos estábamos quedando sin aire.
No sé como estábamos aguantando, principalmente yo. Las ampollas cada vez eran más grandes y dolorosas y parecían que iban a estallar de un momento a otro. Era una sensación desagradable. Notaba los bultos que poco a poco decoraban mi piel, bultos dolorosos que amenazaban con explotar de un momento a otro para ejercerme más dolor.
—Acua, me enseñó a como conectar mi poder con los elementos acuáticos. Científicamente esta demostrado que como tal las algas no son plantas. Pertenecen al reino Protista, no tienen las características que tiene las plantas... —Yulen le miró:—Asia, al grano por favor —le dedicó una sonrisa tierna. Esta se ruborizó.
—Bueno, el caso es que, cuando conecté en su momento mi poder con el de Acua, en cierta manera nos vinculamos, nuestros poderes conectaron y bueno —Asia se incorporó y alzando las manos, vi como las algas crecieron.
Abrí los ojos de par en par. Había oído la conexión de los elementos, a mi me pasaba con Anna, pero, esto, el poder tener capacidad de controlar y poder trasmitir su energía mágica a pesar de que, no pertenecían a su elemento, era simplemente genial.
—Por los dioses —mascullamos Yulen y yo a la vez. Esta se ruborizó un poco:—Puedo preguntarle a las algas si la han visto —iba a decir algo cuando vi que cerró los ojos y opte por callar.
Vi como su energía verdosa poco a poco le estaba cubriendo. Su cabello castaño se volvía más brillante, al igual que su piel, la sonrisa que esbozaba me dio a entender que había conectado al fin con su elemento, que le estaba haciendo caso. En tan poco tiempo Asia había adquirido una gran destreza con su poder, que, ni siquiera lo más ancestrales podían haber alcanzado. Pero de golpe su expresión cambió. Tenía las cejas fruncidas y ladeo la cabeza. Sentí como quería desconectar, quería irse.
Rápidamente Yulen acudió a su ayuda, y la cogió. De manera apresurada esta le abrazó con fuerza, aferrándose a él. Yulen empezó acariciarle con suavidad el cabello, diciéndole que no pasaba nada, que ya estaba a salvo.
—¿Qué ha pasado Asia? —me coloqué a su lado, ignorando el dolor punzante que estaba sintiendo.
—Lloran las algas y los nenúfar están llorando y mucho, están siendo dañadas, están sufriendo. Tienen mucho miedo. Me han dicho que no me pueden ayudar, que si me ayuda él las descubrirán y las mataran, Ha sido horrible.
No me gustaba como sonaba esas palabras, ni siquiera me gustaba quien era él. Me quedé mirando un poco más a Asia, veía que tenía el cuerpo temblando. Yulen le abrazó con más fuerza, le intentó dar seguridad, pero continuamente, de lo que salía de Asia: "Él" Esto no podía ser bueno, no podía indicar nada bueno. Quise que indagara más, que preguntara, pero, el aspecto que tenía Asia me decía que ya había tenido suficiente. Lo malo que tenían los elemental de la tierra, era que eran demasiado empaticos con su elemento, sentía cada dolor, cada sufrimiento, era lo malo de tener el poder de controlar a un ser vivo.