La Reina Del Fuego-Segundo Libro-

Capítulo 23

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Estábamos rodeados, la tensión que había en el aire era palpable. Se podía tocar con la punta de los dedos, se sentía, muy dentro de nosotros. La adrenalina esa sustancia que nos incitaba a luchar estaba a flor de piel, con ganas de salir, con ganas de causar estragos. Contemplé la cantidad de peces extraños que nos rodeaban, no sé cuantos en total, simplemente me quedé atolondrada. Sus ojos eran inmensos tanto, que casi le cubría toda la cara, eran de un color extraño como de color musgo y sus dientes afilados eran extraíbles, se hacían cada vez más grandes. Su cuerpo eran similares a los de los humanos; fuertes. No tenían aletas como los peces normales, pero, en vez de orejas tenían aletas grandes que se erizaban ante el más mínimo sonido.

Todo estaba siendo un caos, éramos menos en comparación con ellos y aunque contáramos con el poder de un dragón, nos superaban en número. Attor aún estaba herido, se podía apreciar la sangre reseca en su pelaje color blanquecino, pero sus ojos, esos ojos eran la viva imagen de la lucha, de las ansias de acabar con sus enemigos. Miré a mis compañeros, los cuales ya estaban con sus armas sacadas y en posición de batalla, dispuesto a luchar con ellos, pero, no podíamos actuar así, sin un plan. Si bien es cierto de que me consideraba impulsiva, también me consideraba con sensatez para trazar planes, aunque, no los pusiera en marcha o hubiera veces en los que me quedaba en blanco.

Hice un barrido por la sala, observando a mis oponentes, a las armas que tenían los poderes que quizás podían poseer. No lo sabía, eran seres extraños, no había oído hablar de ellos o al menos en mis elecciones de clase no me los habían mencionado en ningún momento. Tenía que conocer los puntos débiles de mis adversarios, pero, dado que no los conocía eso podía llegar a ser misión imposible dado la circunstancia en la que nos encontrábamos.

Cerré los ojos en un momento rápido, escrute dentro de mí, examiné los hilos que me unían a mis seres queridos. Ignoré el rojo apagado, ese si vida, ese sin fuerza, y me fui apresuradamente hasta el hilo grisáceo y azulado. Brillaban, pero no con tanta intensidad, se podía apreciar que, poco a poco estaban perdiendo el brillo, eso no era bueno, eso indicaba que Anna y Acua estaban en serios problemas.

Abrí los ojos apresuradamente. Miré a mis dos amigos, los cuales, supieron inmediatamente que había hecho, aparté el rostro, avergonzada porque nos quedaba poco, nos quedaba muy poco para perder a Anna y a Acua si no hacíamos nada, sino actuábamos rápidamente.

—Dime que no es lo que creo que es —me preguntó Yulen. No le podía mentir, no a él, no me salía, y más sabiendo los sentimientos que tenía por Anna, así que opte por callara y él lo entendió todo.

Fue entonces cuando un gruñido de parte de los enemigos me sacó de mis pensamientos, antes de que me diera cuenta tenía uno encima de mí. Veía como intentaba acercar su boca a mi cuello, intentando darme un mordisco para acabar conmigo, pero no se lo permití. Había cometido el falló de dejarme las manos libres y de manera rápida llevé mis dedos hasta sus ojos donde ejercí fuerza y pude notar la sangre que salía de ellos; le había quemado el palpado.

Cuando controlabas tu poder y eras consciente de ello, somos capaces de hacer muchas cosas. Es sencillo canalizar la magia y dirigirla hacía el punto de tu cuerpo que deseas utilizar. En mi caso, había canalizado toda mi magia y había sido capaz de llevarla hasta la punta de los dedos, es un arduo trabajo, no podía negarlo, pero me había dado cierta ventaja para poder atacar a mi oponente. No había sido la mejor opción, había revelado una de mis habilidades, pero, en las circunstancias en las que nos encontrábamos no había tiempo para pensar más, debíamos ir hacia Acua y Anna antes de que aquel espíritu acabara con ellas y las dejara secas y sin vida.

Mi oponente se fue permitiéndome que me pudiera levantar del suelo, pero, tuve que reaccionar rápido. Giré mi cuerpo y le asenté una patada en el estómago al enemigo que me había atacado por la espalda. Veía como mis compañeros hacían lo propio, Yulen con su espada en la mano, empezó a clavársela a los enemigos en el corazón, haciendo que se convirtieran en polvo y cargara la estancia con una hedor a muerte que hacía que mi estómago se revolviera. Si bien es cierto que los seres de Estron éramos considerados guerreros natos y que adorábamos la guerra, no era en mi caso.

Era algo que no me gustaba, no me gustaba ver a inocentes caer, los campos en donde se hacían la lucha llenos de sangre y el olor de la muerte invadiendo cada rincón del sitio, pero, aunque no me gustase, debía ser consciente de que, eran ellos o nosotros, y no estaba dispuesta a morir, por eso, sabía que tenía que luchar con todas mis fuerzas, con toda mi ira.

La ira era un sentimiento de lo más desconcertante, era abrumador, demasiado, quemaba y te nublaba la mente y solo actuabas por impulsos. Es curioso lo que pueden hacer los sentimientos en nosotros, es curioso la capacidad que tenemos tanto, los seres humanos como los seres mágicos de defendernos cuando creíamos que estábamos en peligro, el puro instinto de supervivencia era lo que nos unía a ellos y nos hacía más parecidos de lo que nos pensábamos, aunque, los humanos, no todos, pecaran de dejarse llevar por esas emociones que tanto nos enseñaban a nosotros a ocultar.




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