Nunca se me ha dado bien hablar con las personas, mucho menos con los humanos. También hay que decir que nunca he tenido que hablar con ninguno, a pesar de que Asia era una de ellos, pero, para mí, ella no era eso, era el elemental de la tierra, la reina de Astra y mi amiga, quizás por eso se me daba mejor hablar con ella y quizás también por eso, me resultaba de lo más cómodo ya que ella no me veía como una persona loca. Melany por el contrario se mostraba cohibida, quizás más de lo que me podía imaginar. Sus ojos azulados mostraban desconcierto, desconfianza, no sabía si había hecho bien en pedirme una explicación de su raza.
Tampoco es que supiera mucho de las Moiras, en antaño habían estado, pero hoy en día ya no quedaba ni una sola o eso pensaba. Pero ahora con la presencia de Melany me había dado cuenta de que aún quedaba, igual que con la llegada de Attor nos había hecho darnos cuenta de que, los dragones no estaban extinguidos. En este momento me estaba dando cuenta de que, seres que pensaba que habían sido extinguidos o eliminados, resultaban que estaban vivos, vagando por el mundo humano, camuflándose con sus costumbres y creencias. Eso hacia que me preguntara cuantos seres estaban en estos momentos pululando por este lugar, cuantos seres mágicos había, me hacía preguntarme demasiadas cosas y a saber lo que le estaban haciendo a los humanos.
No me lo quise imaginar. Por ejemplo, los vampiros eran propensos a ir al mundo humano, buscando víctimas para saciar su sed, mientras que los hombres lobo acudían por las mismas razones. Las sirenas también habían cruzado los mares para llegar al mundo humano, presas de la venganza, del odio que les tenía, no sabemos cuantos marineros habían caído en sus garra, así como también los ángeles han acudido, llamados por la desesperación humana, en todo caso, los seres mágicos siempre han estado en el mundo humano.
—¿Por dónde quieres que empiece? —preguntó atándome las vendas que cubren mis brazos.
Dagdas me había dicho que el ungüento que me había hecho Attor era bueno para las ampollas que me habían salido en los brazos y en las piernas, a pesar de que el color no me creaba confianza, el resultado había sido más gratificante del que me había imaginado y ahora, me dolía menos que el principio.
—La partida de Asia —dijo con decisión. Suspiró e intento armarme de valor para poder recordar.
—Tampoco hay mucho que contar. Unos ogros aparecieron en la casa de Afora, quienes quería a la princesa que, supuestamente había muerto a manos del pueblo junto con su madre. Después se aventuró a Cagmel, donde la inscribieron en el internado Alderic; un sitio donde acuden todos los seres mágicos para ser instruidos en el control de su magia. Luego despertó el dios Helios, el que aseguro que destruiría a Asia, como puedes observar, no cumplió su cometido pues está viva y no es la única que lo esta. Su abuelo Holden, uno de los grandes elemental de la tierra y su padre, Egares, uno de los mejores guerreros de Cagmel están vivos y conviven con Asia en el castillo que fue destruido por años —hice una pequeña pausa: —Y su verdadero nombre no es Asia, aunque todo el mundo le llama así, se llama Gaia, la reina de la tierra —dije con una sonrisa.
Melany abrió los ojos como platos. Tampoco quería entrar en detalles en la historia de Asia y menos cuando teníamos asuntos más pendientes de los que tratar. Melany debía ser consciente de su poder, de la capacidad que tenía y de la responsabilidad que eso conllevaba. Era demasiado pedirle y más, en una situación como esta, una situación que hacía que se sintiera perdida, desorientada. No me quería imaginar lo que estaba pasando por su cabeza, quizás aún no se creía nada de lo que estaba pasado o quizás en estos momentos podía entrar en colapso al darse cuenta de la realidad que le rodeaba, en todo caso, debía de estar prevenida, los humanos eran demasiado impredecibles, peor aún, seres mágicos acostumbrados a las costumbres humanas eran lo peor.
—El padre de Asia...bueno de Gaia, ¿está vivo? —preguntó con una evidente sorpresa. Asentí.
—Sí, ahora mismo esta con su abuelo vigilando el reino. Asia ha tenido que abandonar su reino para acudir a tu ayuda, por si no lo sabes, eres una de las presas que están buscando los villanos de esta historia —dije sin apartar los ojos de ella.
—¿Por qué? —preguntó con su labio temblando. Resoplé.
—Es sencillo, no hay una explicación densa en esa historia. Eres un de los pocos seres por no decir el único que queda de los de tu especie. En antaño los videntes estuvieron con las Moiras, haciendo que, de ellas salieran híbridos capaces de poder controlar el hilo del destino así como también ver visiones de lo que nos depara el futuro. Para ellos era un gran arma que necesitan en la guerra que ellos mismos han creado.
No quise saturarle con demasiada información aunque estuve tentada hacerlo. Era realmente difícil tener que controlar lo que tenía que decir para no provocar un estado de shock a la humana...no era humana pero ella pensaba que sí, por ello mismo, estaba más que segura de que reaccionaría con ellos. A pesar de que los humanos no me caían mal los consideraba seres débiles de mentes, capaces de ser manipulables con facilidad, un poco de palabras convincentes y estaban comiendo de tu palma, menos mal que habíamos llegado nosotros antes que el círculo de magia negra no quería ni si quiera pensar lo que les hubiera dicho para que se uniera a ellos.