La Reina Del Fuego-Segundo Libro-

Capítulo 32

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Lo vi bajo la luz de la luna; su cabello blanco brillaba con fuerza, y su piel, del mismo color, relucía ante aquella luz que lo iluminaba. Me quedé parada, contemplando cómo Yulen cogía una botella por el cuello y se la llevaba a los labios. Maldije; llevaba tiempo sin beber, y me temía que aquella reacción se debía a algo. Con paso decidido, me encaminé hacia donde estaba. A pesar de que me asqueaba verlo de esa manera, no pude evitar acercarme a él. Era mi mejor amigo, y no quería que se destruyera así.

Con el pie, aplasté una rama que estaba en el suelo, haciendo que Yulen se girara y esbozara una sonrisa de borracho, lo que provocó que hiciera una mueca de asco.

—¡Llamita! —dijo, con esa sonrisa que me hizo suspirar.

—¿Por qué? Llevabas días sin beber. ¿Por qué? —pregunté, cruzándome de brazos, asqueada por la situación.

Él se quedó pensativo un momento y miró al cielo, como si este le diera la respuesta que tenía que darme. Yo esperé pacientemente; con el tiempo, había aprendido a manejar al Yulen borracho, que, sin duda, era peor que el sobrio. Pero no lo dije, no quería enfadarlo. Nunca comprendí por qué hacía eso; no hablaba mucho de ello, siempre callaba. Guardaba secretos, sí, como todos, pero los suyos debían ser más oscuros.

—¿Sabes qué? He oído que los humanos adoran a los ángeles. Leí un libro que decía estas palabras: "Un ángel es un ser espiritual, generalmente considerado mensajero de lo divino, con una personalidad pura y bondadosa. Se les ve como protectores y guías, que actúan con compasión y serenidad, ayudando a los humanos en momentos de necesidad. Su naturaleza es benévola y están profundamente conectados con lo celestial, interviniendo para cumplir la voluntad divina". —Se rió con amargura y le dio otro sorbo a la botella.

Sin decir nada, me senté a su lado. Casi nunca hablaba de su naturaleza angelical, pues se asqueaba de esa parte de él.

—Sí, eso dicen. La mayoría de ángeles que he conocido son puros y bondadosos —lo dije en voz muy baja, como si temiera su reacción. Para mi sorpresa, se rió con más ganas.

—¿Puros? ¿Bondadosos? Por los dioses, Fire. Los ángeles son seres egoístas, capaces de matar a las personas si lo creen necesario, si estas entorpecen sus metas. Los padres y madres de ángeles son considerados los seres más ruines que hay en Cagmel. Son capaces de deshacerse de ellos si no sirven para lo que desean. Es curioso. Siempre han adorado a los ángeles, los han tenido en pedestales, se han contado millones de historias sobre ellos... ¡Los ángeles, seres divinos, seres bondadosos! —Chasqueó la lengua y luego se rió nuevamente.

Un frío se apoderó de mí al oír tales acusaciones. En Cagmel, estaba mal visto desprestigiar a los ángeles. La mayoría de ellos estaban en el consejo y eran buenos guerreros que habían liderado y ganado todas las guerras. No comprendía a qué quería llegar con esas palabras, pero agradecí a los dioses no estar en Cagmel, porque posiblemente lo habrían detenido por decir tales cosas.

—La realidad es muy diferente. Los entrenan para que sean perfectos, y sus métodos son poco ortodoxos. No pueden cometer errores, no pueden ser egoístas o pensar en ellos mismos; eso conllevaría que los mataran. Lo peor es que se enorgullecen de eso, de ser una de las razas más prestigiosas de Cagmel. Pero te aseguro, Llamita, que la realidad es muy diferente a como la pintan. He visto a ángeles que han matado a niños e inocentes, simplemente porque pensaban que debían hacerlo. Madres suplicándoles que salven la vida de sus hijos enfermos, pero no lo hacen, porque, según ellos, "así lo ha querido el señor divino" —escupió las palabras con desprecio.

—No sé a qué quieres llegar, Copito, con esto —dije, un tanto nerviosa.

—Lo que quiero decir, Fire, es que los seres que merecen ser castigados son adorados, mientras que otros, que cometen los mismos errores, son condenados —bebió otro sorbo de su botella; vi que casi no le quedaba.

—Deberías dejar de beber... no te sienta bien —suspiré.

—Quizás, quizás debería... o quizás debería emborracharme hasta morir. Quizás debería hacer las cosas mejor. Pero yo sí soy egoísta, yo sí soy un verdadero ángel. Así somos, y nos ocultamos. Nunca te fíes de ellos, Fire, nunca —dijo, dándole otro sorbo.

—¿Ni de ti? —pregunté, recelosa.

—De nadie —masculló con voz sombría.

Iba a decir algo, pero me callé. El viento me azotó la cara, obligándome a cerrar los ojos ante la caricia que me ofrecía. Vi cómo Yulen alzaba la mano, como intentando tocar el aire, pero no podía. Observé cómo suspiraba, cómo su rostro se volvía cada vez más triste, más serio.

—Ella sí es un ángel, ¿sabes? —Me giré, frunciendo el ceño.

—Es repulsivo y odioso. La odio con todas mis fuerzas. A veces desearía que desapareciera, no verla más, que no esté en mi vida. Desearía que me hubieran jodido la puta mente como se lo hicieron a ella; así dolería menos, así no estaría así... Mirándola de lejos, como si fuera un maldito espejismo, una ilusión que deseo tocar, pero que se desvanece como este viento. La he visto en todas sus versiones, cada cual peor que la anterior. Me ha destrozado por completo y me ha reconstruido con una facilidad impresionante —dijo, dándole un sorbo a su bebida. Vi cómo las lágrimas estaban a punto de salir de sus ojos.

—No sé qué pensará ella de mí. Me odiará, seguramente. Él le habrá comido la cabeza, diciéndole que soy malo, que no le convengo, que quizás debería alejarse de mí. Pero, para su desgracia, soy su castigo, su karma. Tiene que aguantarme. Pero, de los dos, lo peor lo paso yo, pues verla y no poder tocarla es como una tortura. Verla con otro es como si me hubieran enterrado con vida —dijo, secándose una lágrima que resbalaba por su mejilla.




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