Llegamos a duras penas a la casa de Melany. Altair, con la poca fuerza que le quedaba, se había transformado en dragón para llegar más rápido a nuestro destino. El camino había sido silencioso; Anna estaba dormida sobre su lomo, sostenida por Yulen para evitar que se cayera. Esa noche había sido la más larga de mi vida entre los shadow, y lo que nos había ocurrido no nos había dejado ni un solo respiro. Notaba cómo el peso del día caía sobre mí, haciendo que el cansancio y el dolor se hicieran presentes. Nuestros enemigos habían atacado sin cesar, y lo único que habíamos descubierto era que el círculo de magia negra contaba con más seres de los que podía imaginar. Aun así, el que más me intrigaba era aquel hombre encapuchado, el que nos había atado con su magia. No sabía quién era ni por qué nos conocía, más concretamente, por qué conocía a Yulen.
Tampoco comprendía por qué aquel ser ansiaba venganza. Era evidente que toda su ira iba dirigida hacia Yulen, por algo que había pasado hace un año. No sabía qué podía ser, pero desde que había aparecido aquel ser, Yulen se mostraba más callado, y una oscura aura lo envolvía, lo que no me gustaba en absoluto. En esos momentos, Yulen estaba demasiado sumido en sus pensamientos; podía ver el dolor en sus ojos, como si estuviera recreando lo que había mencionado aquel ser. En todo caso, debía saber qué era para comprender a qué nos enfrentábamos y a qué atenernos. Era fuerte; el que nos había atacado poseía una magia ancestral, pero desconocía de qué raza podía ser. Por su forma de hablar, podía ser cualquier cosa, desde un tritón hasta un ángel, aunque dudaba que fuera este último; no podíamos descartar nada, simplemente teníamos que sopesar todas las posibilidades.
—Ya casi hemos llegado —mascullé. Nadie respondió; estábamos demasiado agotados para articular palabra.
Altair descendió con dificultad, rozó el suelo y cubrió a Anna con sus enormes alas para protegerla, haciendo que Yulen cayera de cara y maldijera al dragón por no haberlo llevado también. Fue entonces cuando Altair se transformó en humano. Los brazos del dragón rodeaban a Anna, quien estaba sobre él, ambos con los ojos cerrados y la respiración pesada. Yulen observó la escena en silencio y, sin decir nada, tomó a Anna con cuidado y la colocó en sus brazos, aunque le costó; Altair se negaba a soltarla. Eso no lo comprendía.
—¿Qué le pasa a este dragón? —preguntó Yulen, visiblemente enfadado, mirando a Altair con recelo.
—La protege —fue lo único que pude decir, ya que desconocía la naturaleza de este dragón.
Nada más entrar en la casa, Melany nos vio y, suspirando, llamó a Asia, quien salió de su cuarto de inmediato. Al ver la escena, se quedó con los ojos abiertos, sin saber qué hacer o qué decir. Simplemente cayó, y era lo mejor en ese momento, ya que no teníamos fuerzas ni ánimo para explicarle lo que había ocurrido; ya se lo contaríamos cuando hubiéramos descansado.
Yulen, aún con Anna en brazos, la llevó a su cuarto. Estuve a punto de impedírselo, pero una mirada que me lanzó Yulen, llena de terror, y cómo se aferraba Anna a él me indicaron que algo no estaba bien. Había pasado un miedo real al ver cómo esos demonios atacaban a Anna sin compasión. Tenía miedo de perderla, y por eso necesitaba que la dejara a solas con él. Altair fue llevado con Attor, que apareció casi de inmediato y sujetaba al pequeño dragón como si nada. Con un gesto de cabeza hacia Dagdas, ambos se fueron a lo que supuse era curarlo.
Yo me dejé caer al suelo. Mi cuerpo temblaba; el miedo que había sentido era indescriptible. Creía que iba a perder a Anna y a Yulen en un instante. Gracias a los dioses, no fue así, pero, ¿hasta cuándo podríamos durar? Éramos muy pocos, y aunque contáramos con tres de los cinco grandes dragones, aún nos faltaba el de hielo y recuperar a mi hermano. Nos quedaba demasiado por hacer.
No encontraba salida a esto y ya me estaba estresando pasar más tiempo del necesario en este sitio. Quería volver a mi mundo, quería volver a mi castillo, quería volver con Jormunad vivo, sano y como realmente era él. Pero aún quedaba; era un túnel sin salida, quizás demasiado para nosotros, pero debíamos seguir. Habíamos llegado hasta aquí, aunque no hubiéramos avanzado mucho en nuestra investigación.
Orlock apareció repentinamente. Vi que tenía los puños cerrados y la rabia se reflejaba en sus ojos. Desafiante, lo miré; no pensaba dejar que se acercara. Anna no sabía qué había entre esos dos, pero estaba segura de que, si hubiera ido a la escena de hoy, él la habría vendido a los demonios sin pensarlo.
—¿Dónde está? —preguntó. Supe enseguida de qué se trataba.
—No te importa —dije asqueada. Él se acercó más a mí.
—Aléjate o te calzino —amenacé. Él dijo algo imprevisto.
—¿Dónde está? ¿Por qué ha venido herida? —insistió. Le ignoré; como había dicho, me negaba a decirle dónde estaba.
—No es de tu incumbencia —mascullé.
—Es mi prometida —dijo tajante.
—Por poco tiempo —respondí. En ese momento, Yulen apareció en escena. Noté que su rostro estaba pálido y se estaba secando la sangre; posiblemente había curado a Anna.
—Sabes que eso es así. Hemos firmado un pacto; ella y yo nos vamos a casar, así que dime dónde está mi jodida prometida y por qué ha venido herida y casi sin fuerzas —dijo, golpeando la pared.
Yulen se mantuvo sereno, no dijo nada; parecía que se estaba guardando algo para sí mismo. No supe qué hacer, cómo intervenir; no tenía fuerzas para lidiar con las idioteces de esos dos, así que dejé que se mataran entre ellos. Levantándome, fui al cuarto de Yulen para ver a Anna. Al entrar, la vi tumbada; tenía los ojos abiertos y su herida ya estaba curada. Su sonrisa triste se apoderó de ella, lo cual le devolví. Sentándome en el filo de su cama, le acaricié suavemente el cabello dorado.