La Reina Del Fuego-Segundo Libro-

Capítulo 38

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No me podía creer lo que estaba viendo; no me podía creer que mi vida tuviera límites, que tuviera fecha de caducidad. Pensé que iba a vivir más tiempo, creí que sería la reina de mi reino. Creí muchas cosas, pero la visita de la parca me había dejado traspuesta. Antes de que pudiera decirle algo más, desapareció, dejando esa fría brisa, esa que me recordaba al frío de la muerte, y con esa sensación de temor, de miedo, de estar en apuros y no saber cómo salir de esta. No quería aceptar el destino, o mejor dicho, mi final; me negaba a pensar que eso acabaría aquí, que no podría hacer más cosas, que quizás no llegaría a enfrentarme al círculo de magia negra. Había traicionado a mi reino al no cumplir mi misión; eso era una deshonra para los de mi especie. Éramos considerados guerreros, y nuestro deber era morir en la guerra, dejar huella, pero ¿qué huella iba a dejar yo? Ninguna. No sabía el tiempo que me quedaba y, como era de esperar, eso solo empeoró mi situación. No quería comentárselo a nadie; bastante mal estábamos para añadir otro problema. Debía de haber un modo de evadir a la muerte, pero nadie lo hacía; nadie podía liberarse de la parca.

Fui dentro y observé cómo Melany y Yulen estaban en el umbral de la puerta. Posiblemente nadie los había visto; solo las víctimas podían ver a la parca, y eso era algo que nadie podía saber. Había visto a la muerte; creía que no me pasaría, pero al final, sí. Era demasiado joven para dejar atrás la vida, pero debía ser fuerte; debía hacer todo lo posible por seguir hacia adelante, por poder acabar con esto y, al menos cuando me fuera, haber hecho algo grande.

No dijeron nada cuando pasé a su lado con cara de miedo; no se atrevieron a dirigirme la palabra. Estaba temblando; los nervios y el pánico eran la peor mezcla que alguien podía tener. No se lo deseaba a nadie, ni siquiera a mis enemigos.

Al pasar, vi que todo estaba en silencio; posiblemente estaban todos ocupados. A la que no había visto era a Acua; ella seguía encerrada. Desde que vio a los shadow, su actitud cambió: estaba más alerta, más temblorosa, quizás más de lo que esperaba de ella, que siempre mantenía una actitud fría. Odiaba pensar que también me iba a ir sin haberle besado, sin decirle que estaba loca por ella, que si por mí fuera, la hubiera convertido en mi reina para gobernar juntas. Pero era algo que era mejor no decir, pues, aunque se lo dijera, sus sentimientos no eran hacia mí, sino hacia otra persona.

Estuve tentada a ir a su cuarto, a cogerla, a besarla, a decirle que, a pesar de que entendía que no sintiera nada por mí, yo sí, y que, aunque me doliera, su toque estaba dispuesta a soportarlo con tal de tenerla cerca de mí, de sentir que era mía, aunque fuera por unos instantes. Miré su puerta; el deseo de entrar era inmenso, demasiado grande para poder controlarlo. Pero, como era de esperar, como una cobarde en lo que respecta a los sentimientos, no me moví; no me atreví a entrar.

—¡Es que Aston no funciona así! —oí el grito de Asia. Escuché cómo estaba discutiendo con Aston.

Me quedé parada, sin saber qué hacer. Era muy extraño que esos dos discutieran, pero algo debía ser para que Asia se encontrara de ese modo. Los vínculos podían llegar a ser curiosos, quizás más de lo que nos gustaría, pero había uno más fuerte que el mágico, uno que sinceramente desconocía. Había oído rumores de que la gente que estaba vinculada lo hacía por seguridad o por estatus, pero ellos dos se querían. Era un vínculo fuerte; aunque claro, las parejas a veces discutían.

—Asia, me tengo que ir. He pasado demasiado tiempo fuera; mi manada me necesita. Si no vienes conmigo, no podemos hacer nada. Es así: los lobos están cayendo. Tienes que entender que me necesitan —abrí los ojos de par en par.

—Lo sé, Aston, yo lo sé, pero no me puedes obligar a ir contigo, no cuando aquí me necesitan —sentenció Asia.

—No puedes hacer nada; aunque no estuvieras, todos saldrían a flote —dijo Aston en voz baja.

—¿Me estás llamando débil? —la voz de Asia se volvió más dura.

—Quizás. No estás preparada para esto. Apenas llevas meses en el mundo de Cagmel. Te has enfrentado a un dios, sí, pero no lo hiciste sola. Aún te queda mucho por aprender y el círculo de magia negra es demasiado fuerte para ti. Fire, Anna, Yulen y los demás podrían encargarse de ellos sin problema, pero mi deber me dice que tengo que ir con mi manada. Necesito que vengas; sabes que no podemos pasar tanto tiempo separados. El vínculo se debilita y eso hace daño.

La puerta se abrió y una Asia enfadada salió en escena. Me quedé parada, observando cómo se secaba las lágrimas con rabia. Noté cómo su cuerpo temblaba y vi cómo la tierra se sacudía. Estaba demasiado cabreada y nerviosa por las palabras de Aston. Los vínculos eran una maldita putada, yo lo sabía, y el hecho de que estuvieran unidos de ese modo los debilitaba demasiado. Pero sabía que Asia no nos dejaría; estaría con nosotros, porque Asia era así, era leal y poseía la capacidad de esforzarse para dar lo mejor de sí misma. No era débil; era fuerte.

—Los he oído —me giré y vi a Acua, que había salido de su cuarto. Una punzada de celos se apoderó de mí.

Sabía que ella quería a Asia; estaba obsesionada con ella. Más que amor, era obsesión, y no sabía cómo salir de lo que Asia provocaba en ella.

—¿Estás contenta? —ataqué sin querer, a causa de la rabia. Ella alzó la cabeza.




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