La Reina Del Fuego-Segundo Libro-

Capítulo 47

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Volar era una sensación maravillosa. En esos momentos podía acariciar las nubes, sentir el aire puro, ver a los animales voladores que emprendían su vuelo, sumergidos en sus cosas, ajenos a que, en esos momentos, el mundo estaba en peligro y que, si no hacíamos algo, sería la extinción de muchos seres. No quise pensar mucho en eso; mi mente estaba en la dragona que nos llevaba, con elegancia y rapidez. Podía ver cómo destacaba en todo el cielo rojo, rojo sangre. Aun así, ella era como un halo brillante que me indicaba que todo se iba a acabar, que todo iba a salir bien. Blanca y perfecta, como dije y pensaba, era la dragona más hermosa que había visto en mi vida, la más elegante que había conocido. Y eso que, para mí, mi hermano era de los mejores, pero, ante Nivalis, estaba alucinada. Era como si tuviera la capacidad de atrapar a la gente con solo una mirada, capaz de incitarte a hacer lo que ella deseara y, sin dudarlo, lo harías. Sí, eso es lo que me transmitía: el poder que tenía era embriagador, y solo quería sentirlo un poco más, quería emborracharme de él. Me resultaba tan familiar, tan conocido, que la nostalgia se había apoderado de mí.

Suspiré varias veces. Intenté respirar hondo, intentar acallar mis nervios que, poco a poco, me estaban consumiendo. Estábamos demasiado cerca y, a su vez, tan lejos de Elyan, que me costaba asimilarlo. Intenté una y otra vez idear alguna estrategia, algo que pudiera llevarnos hacia la guarida de aquel ser, de nuestro enemigo. Revisé nuevamente el hilo verdoso de Asia y me sentí aliviada al ver que, poco a poco, brillaba con más fuerza. Eso quería decir que estaba bien, que se estaba recuperando, al igual que el hilo dorado de Melany. Ambos estaban recobrando fuerza.

Divisamos la casa donde nos estábamos alojando. Vi a Yulen, Acua, Orlock, Dagdas, Holden y Jess esperando, junto con los demás dragones, que miraban el cielo. Un aullido de parte de Altair me hizo saber que ya se había percatado de nuestra presencia, que ya había notado la fuerza de su compañera. Mi hermano, en su forma fantasma, estaba al frente; detrás, los demás, como un rey, con los brazos cruzados, analizándonos.

—Mi señor... —dijo Nivalis, alucinada.

Yo sonreí. —Sí, está aquí, y pronto estará en su cuerpo —anuncié, más como una promesa para mí misma.

—Lo sé. Me encargaré de ello —sentenció la dragona con la misma decisión que yo. Descendió en picado, haciendo que las mariposas en mi estómago empezaran a revolotear con intensidad. No pude evitarlo, y un grito de guerra salió de mí, haciendo que mis compañeros me lo devolvieran. Ya estábamos todos. Bueno, casi todos. Teníamos que encontrar a Asia, y lo haríamos pronto, aunque tuviéramos que dar la vuelta al mundo. Ya en el suelo, la dragona aterrizó con su elegancia tan característica. Vi que, cuando nos bajamos de su lomo, ella tomó su forma humana, y, al igual que nosotros, los demás se quedaron embelesados ante ella.

—Nivalis, alabados sean los dioses que hacen que estés ante nuestros ojos, tan bella como perfecta —dijo Attor, inclinando la cabeza.

Esta le devolvió una sonrisa sincera, de esas que pocas veces se podían ver.

—Mis ojos sí que se alegran de veros, mis queridos compañeros... y mi rey —dijo, inclinándose ante mi hermano, que solo la miró.

—¿Cómo la habéis encontrado? ¡Es alucinante! —se emocionó Anna, haciendo que la dragona la mirase. Posteriormente, dirigió su mirada a Yulen.

—Princesa del aire, me alegra conoceros, al igual que a la reina del agua. Attor estará contento de haberte encontrado —dijo, inclinando la cabeza.

En esos momentos teníamos a todos los dragones. En esos momentos podíamos tener la esperanza de encontrar a Asia y a Melany, que aún estaban en manos del enemigo. Suspiré. La espera se me estaba haciendo demasiado larga. ¿Cuántos días habían pasado desde su desaparición? No lo sabía, y no quería preocuparme. Ellas eran fuertes; sabían cómo defenderse. Quizás menos Melany, pero Asia no iba a tener ningún problema. Confiaba en ella, y si había cometido esa locura, sin duda era porque sabía que podía.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Yulen, saliendo del trance en el que se encontraba.

—Fácil: esperar a que la reina de Astra dé señales de dónde está y entonces iremos a por ella —dijo Nivalis, decidida.

No lo veía fácil ni de lejos. Lo veía complicado, y dado que Asia no había dado ninguna señal, no podíamos esperar de esa manera. No podíamos esperar a que ella diera el paso. No podíamos quedarnos sentados esperando esa señal que quizá nunca llegaría.

—No lo veo factible, sinceramente. He estado vigilando el vínculo de Asia. Al principio estaba muy debilitado, pero ahora está recobrando fuerza —me crucé de brazos.

Todas las miradas se posaron en mí.

—¿Cómo? —preguntó Holden. Vi por unos instantes el miedo reflejado en sus ojos, ese miedo que le estaba impidiendo pensar con claridad.

—Sí, no lo quería decir para no alertaros, pero estuvo bastante débil. No sé lo que ha estado haciendo o lo que le ha hecho Elyan, pero ambas, tanto Melany como Asia, estaban debilitadas —confesé al fin.

“—Son seres mágicos con grandes poderes; sobrevivirían. Si no lo hacen, es porque eran débiles” —masculló mi hermano. En ese instante, vi la mirada de ira que se apoderó de Holden; la tierra tembló bajo nuestros pies. Sin pensarlo, se encaró hacia Jormunad.




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