Me quedé parada, observando los movimientos de mi hermano. Veía esa sonrisa tan juvenil, esa vitalidad tan propia de él, que por un momento me quedé asimilando la verdad: él estaba aquí, estaba vivo. Nilsa y Pearl estaban vivas. Elyan había jugado con el destino; Elyan había jugado a ser un dios. No es de extrañar, la mayoría de los villanos que relatan las historias hacen eso: se creen dioses y cometen locuras para demostrar su poder, para demostrar su valía. Ahora mismo, la situación estaba peor que antes. Con Jormunad en escena, los dragones que habían resurgido de sus cenizas, y la aparición de las reinas muertas, era demasiado, incluso para mí. Si con Helios consideré que había sido difícil, esto no tenía ni siquiera punto de comparación.
—Así que jugando a ser un dios, ¿no, Elyan? Creía que los ángeles debíais ser puros e inocentes... ya sabes, almas sin maldad. Pero visto tal cual, quizás tengamos que replantearnos cómo son los verdaderos ángeles, ¿no crees? —preguntó Jormunad, saltando y atinándole una patada en el mentón.
No le dio tiempo a esquivar. Jormunad era demasiado rápido, incluso para Elyan. Estuvo a punto de abrir sus alas, pero Jormunad se lo impidió, haciendo que Elyan cayera de bruces al suelo.
—No, no, las alitas te las guardas, ¿de acuerdo? Ahora estamos luchando como dos iguales... ¿o quieres que saque las mías? Me gustaría saber cuánto durarías en un combate con ellas —de nuevo se rió. Aullando, siguió peleando. Su cabello se movía al compás de los movimientos que realizaba, haciendo que fuera un baile casi hipnótico, por no decir increíble.
—Vaya, creo que estás más oxidado de lo que pensaba. ¿Es toda esa magia que contienes la que te impide realizar un movimiento decente? Si es así, déjame decirte que tanto sacrificio no ha merecido la pena —cogió a Elyan de la cabeza y lo estampó contra el suelo.
—¿Eso que veo es un diente? ¡Oh, mi dulce Elyannn! —alargó la "n"—. Se le ha caído su primer diente de leche. Quizás deberíamos decírselo a mami, a ver qué opina —dijo riéndose entre dientes ante esas ocurrencias.
—Tu hermano es... —dijo Orlock.
Lo corté: —Increíble —dije con los ojos bien abiertos.
—Bueno, yo iba a decir ocurrente... pero vale, no me gustaría enfadarlo —dijo Orlock, alzando las manos.
Vi que estaba herido, la sangre recorría la palma de su mano. Sin dudarlo, me arranqué un trozo de mi traje y se lo envolví.
—Gracias —es lo único que podía decir, porque lo demás se iba a quedar corto.
Él se ruborizó un poco.
—Ha merecido la pena, y más al ver cómo tu hermano le está pateando el culo a Elyan... ¡Ánimo, Jormunad, estamos en tu equipo! —gritó Orlock.
Jormunad le dio una patada en el vientre a Elyan, llevándolo varios metros de distancia. Haciendo una inclinación, dijo:
—Esto se lo dedico a mis fans —guiñó un ojo.
Orlock se quedó mudo.
Entonces vi que Elyan se cabreó. Vi la rabia en sus ojos plateados, y sus alas negras salieron de su espalda, haciendo que Jormunad pusiera los ojos en blanco. Sin dudarlo, sacó las suyas, negras y rojas. Ladeando un poco la cabeza y encogiéndose de hombros, masculló:
—Tú has querido alitas, pues tendrás alitas. No pasa nada. Que sepas que son muy diferentes las de los ángeles a las de los dragones... las de dragones son mejores.
Y volaron. Lucharon en el aire.
Oí el sonido del metal resonar por toda la sala. No podía hacer nada. Quise hacerlo, pero me quedé parada, sin saber qué hacer. Permanecí quieta, mirándolos simplemente. Jormunad lo tenía todo controlado. Era impresionante, por eso era el rey de los dragones. Ambos acabaron estampados contra la pared de la cueva. Vi que crearon un agujero y salieron hacia el exterior. En ese momento, Orlock y yo aprovechamos para salir también. Nos llevamos las manos a la boca al ver lo que había fuera.
Veía a los golems luchando, a los grifos en el aire, a los fénix en escena, a los lobos atacándose. Era una escena tan atroz que aparté por unos microsegundos la mirada, pero solo unos microsegundos.
Entonces vi que Elyan sonrió.
—Todo esto lo he creado yo —dijo, refiriéndose a los seres que habían muerto y que ahora estaban vivos, dando guerra a nuestros aliados.
—Me estás cansando, Elyansito. Quizás deba enseñarte cómo respetar a un dragón.
Vi a lo lejos el cabello negro y rojo de mi madre. Estaba luchando con ferocidad. Veía su espada, veía a todos los enemigos que había derrotado, esparcidos por el suelo, ensangrentados, y ella sin una sola marca. La madre de Yulen estaba subida en uno de sus golems. Alzaba las manos, creando muros de hielo que hacían que los enemigos acabaran aplastados. Los vientos de la madre de Anna hicieron acto de presencia; tornados sin cesar aparecieron, haciendo que todos ellos salieran por los aires.
Luego vi que Holden estaba allí, luchando junto con Jess, que se veía feliz, resplandeciente al ver toda esa masacre. Anna estaba con Altair en el aire, luchando con ferocidad junto con su madre, mientras que Yulen estaba protegiendo a Asia, que seguía inconsciente en el suelo. Melany, por otro lado, estaba asustada. Miraba todo con horror, sin saber qué hacer, dando espasmos cuando alguien se acercaba a ella.
Pero la que más me asustó, la que sí vi... a la Parca. Paseaba lentamente, sujetando su reloj, mirando a todos los que estaban delante. Sonriendo, sujetaba lo que supuse que era su segadora de almas, llevándose a todos los heridos. Era demasiado visible, y solo yo podía verla. No quería pensar que era mi hora, no ahora que había conseguido recuperar a mi hermano.