La reina del sur

Capítulo 7

Me miro al espejo, me enfrento a mi misma en él. Enderezo mi espalda, y me repito muchas veces que soy más fuerte, soy más importante y estoy más protegida que antes. Una vez que estoy lo suficiente convencida de ello me levanto de la silla en la que llevo cerca de dos horas sentada. Resoplo y me cambio el camisón ligero que me compré ayer en uno de los mercados de la plaza principal.

Miro mis opciones para hoy y me decanto por un vestido ligero y de mangas cortas. Una novedad para mí y para quienes me acompañan, no creo recordar la última vez que llevé algo como esto. Pero ya que estoy en una nueva etapa de mi vida, una más peligrosa, no veo cual es el problema de enseñar mis cicatrices al mundo. No es como si ellos fuesen a entender mi historia.

Al llegar al comedor de la taberna, mis acompañantes ya están ahí. No me extraña, hace un buen rato que salió el sol. Al llegar al sitio que han dejado para mí, encuentro un plato de frutas. Mi desayuno. El camarero, Pashal, me sonríe al pasar cerca de mí. La dueña del lugar me mira con recelo, aunque sé que Daven y Brien están aplacando sus emociones negativas.

– ¿Qué haremos hoy? – me pregunta Issan.

– Iremos a visitar a Zoen. – me miran con confusión mientras yo sonrío. – No se preocupen, no es una persona hostil con los del norte.

El desayuno fue rápido, al menos para mí lo fue. No tengo tiempo que perder, no quiero alargar mi reencuentro con Zoen. Lo conocí mientras aún vivía en la corte, cuando tenía quince años. Al igual que yo fue vendido a la corte, solo que él tenía un uso que yo no. Él no era violado, no, pero tampoco era tratado bien, era tratado y torturado como un esclavo. De hecho casi no le daban de comer, yo cuando podía escondía algo de comida en mi vestido y se la daba cuando nos veíamos. Me dejaban relacionarme con él, en especial porque a Zoen no le gustaban las mujeres así que yo no podía engatusarlo para que matase a mis guardias, ni siquiera podía matar a los suyos pero la realeza creía que con un buen incentivo él podría hacerlo.

– ¿Te acompañaremos todos?

– Los que queráis Yen, no puedo obligaros a esto. – ellos asienten pero se levantan y me siguen.

Al salir de la taberna dejo que los rayos de sol me empapen por completo, dejo que me bañen en su resplandor. Sonrío antes de seguir mi camino. Ayer, preguntando con poca sutileza, pude saber donde está viviendo Zoen. Y es una persona que recibe pocas visitas y que por lo general no abre la puerta de su casa a nadie. Se ha vuelto una persona desconfiada, ¿y quién no con lo que vivimos? Su actitud y postura después de su secuestro creo que es más correcta que la mía.

– Las calles siguen igual. – le digo a la nada, y llego hasta la vieja casa que todos me dijeron cuando pregunté por él.

Vamos a ser sinceros, estoy nerviosa. Él y yo compartimos una horrible experiencia, para mi fueron más años que para él, pero el trauma prevalece en ambos. A lo mejor no quiere recibirme, yo podría recordarle aquellos tortuosos años, pero también debería hacerlo la ciudad y aún así ha vuelto aquí. Ha preferido volver a la cárcel, y yo no soporto la idea de pasar más días aquí.

Llamo a la puerta y espero, no obtengo respuesta por lo que vuelvo a llamar con el mismo resultado. Ruedo los ojos, sé que está en su casa, la gente dice que le paga a los niños para que hagan sus recados y así no tener que salir de su lugar seguro.

– Zoen. – digo antes de volver a llamar.

Mis oídos tienen que estar mal. – escucho su voz rasposa.

No, soy Némesis. – le respondo en alddeo. – Abre la puñetera puerta Zoen.

Lentamente la puerta se abre, su piel oscura es lo primero que me recibe, sus ojos miel recorren mi cuerpo, desde mi cara hasta mis innnumerables cicatrices y vuelven a mi cara. Zoen es un chico alto, muy alto, casi diría que más que Daven.

– Némesis.

– ¿Podemos entrar?

Él se hace a un lado y nos deja entrar. La casa no es nada de otro mundo, de madera y bastante impersonal. Casi se podría decir que realmente nadie vive ahí, pero si lo hacen. Vive una persona muy asustada del mundo. Alguien que quiere desaparecer a toda costa.

¿Qué haces aquí? Creí que te habían asesinado en la conquista.

Sirvo para muchas cosas. Y vengo aquí para pedirte el favor que me debes.

¿Qué necesitas?

Que invoques a un muerto.

¿Estas loca?

Desesperada. – él asiente como si comprendiese.

¿Sabes lo que necesito?

Un nombre y sangre, mi sangre.

Mis acompañantes nos miran confusos, no les presto mucha atención y Zoen tampoco, yo soy el centro de su atención. No le interesa nadie más que yo, y a mi no me interesa nada más que su don, necesito hablar con mi maestro, necesito saber, conocer más sobre mi pasado y sé que él lo conoce, por eso mi padre lo mató. Porque sabía demasiado.

– Quiero contactar con Dinos Belen. – veo como abre sus ojos, todos en Alddea conocían ese nombre, incluso aquellos que llegaron tras su muerte. – Y aquí tienes las sangre que necesitas. – digo haciendo un corte en la palma de mi mano. Él no tarda en poner un vaso bajo ella y cuando tiene suficiente lo bebe.

Lo veo concentrarse, lo veo maquinar como tantas veces lo hizo en palacio. El ambiente se vuelve escalofriantemente frío. Sus poderes antiguos me envuelven, el característico olor a azufre comienza a emanar de su cuerpo. El olor a muerte comienza a envolver la habitación. Escucho los susurros de mis acompañantes, se preguntan como Zoen y yo soportamos tan fuerte olor. Es tan simple como la costumbre. Pasé dos años enteros oliendo aquello. Por alguna razón me llevaban siempre que Zoen utilizaba su don, decían que algo me protegía y a ellos también lo hacía. Puede que sea la protección de mis abuelos o algo incluso más extraño que nadie es capaz de comprender.




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