La Retorcida

Enterrada en Basura

Un cuarto de 2 x1,50 x 2,20 de alto.
Un foco de 75W color blanco, paredes de madera, sin ventanas... Mal aereado, mal iluminado, con humedad que viene desde el piso, tal vez producto de una fuga en las cañería. 

Es un espacio realmente pequeño que apenas serviría como almacen de cachivaches y eso era justo lo que era, un almacén en donde yo me apiñaba junto con mis cosas. 

Almacenada como un arcón viejo en el fondo de la casa, tapada por el pasillo colateral que unía la casa con el jardín. 

Hormigas, arañas, cucarachas y un que otro grillo, eran mis únicos visitantes. 

El cuarto empezó estando vacío, hasta que llegué yo, entonces no estuvo vacío nunca más. 

Conforme iba creciendo, el cuarto se volvía mas chico, o tal vez es mejor decir que estaba mas lleno. 
Llegué a tener cinco muebles, uno creería que en un espacio tan reducido no cabrian mas de tres, pero yo tenía cinco. Un armario de madera percudida, un librero viejo al que le faltaban estantes, un escritorio con feas rayaduras y debajo un sommier. 

Cuantos mas muebles entraban, menos espacio tenía para moverme, menos espacio para existir. 

Creo que es momento de aclarar que yo no tenía permitido salir del cuarto mas que para ir al baño y aveces, comer en el salón con la familia. 

La familia era compuesta por tres personas, el señor, la señora y el chico. Yo le pertenecía a la familia, a cada uno en partes iguales. Imposible saber que parte era de quién, ¿Quien se quedaba con mis brazos, mis piernas, lengua, ojos y corazón? ¿Quien tenía mi sangre, huesos y cerebro? ¿Quien tenía con mi voz, mis ideas y mi espíritu? ¿Quien devoraría mi alma? 

Aveces esto no me dejaba dormir. 

Las horas pasaban día a día, lentas como los caracoles que entraban en el cuarto por el agujero en el piso. 

El cuarto se volvió mi mundo, mi refugio. Esas cuatro paredes que originalmente debían apricionarme, ahora me mantenian escondida de la familia. 

La familia no solía prestarme mucha atención, el señor era él que mas me visistaba al princio. Le gustaba sacarme fotos, a mi no me importaba por que por cada foto él me regalaba algo. El señor siempre decía "para obtener algo se debe dar algo a cambio" 

Nunca supe que tuvo que dar él para obtenerme a mí, espero que haya sido algo importante. 

A pesar de no haber pisado nunca el mundo, yo estaba bien informada de la situación política, las guerras entre países y cual era el último escándalo de la farándula. 

La señora ponía la tele a todo volumen y la información viajaba mansa hasta mi habitación, se puede saber del mundo sin conocerlo. 

El señor me traía de todo. Tuve una tele y un DVD, cada tanto me traía peliculas nuevas y yo ya había llenado tres carpetas de cds. Las películas eran unos de mis grandes amores, las cuidaba tanto como a mis libros. Cada vez que veía una película, sentía que viajaba a un mundo lejano, una promesa tan maravillosa y distinta de la realidad que me rodeaba, la basura que se alzaba sobre mi cabeza.


Yo conocía bien cada rincón del cuarto, era como una extención de mi propio cuerpo. El librero cargaba 51 libros, el armario tenía 10 remeras, 5 shorts, 3 pantalones, 2 camperas y 1 vestido. El escritorio contenia tres cajas con materiales, cables, papeles, frazcos de melaza, esculturas maltrechas de porcelana fría, lápices, pinceles, pintura, una lata de aerosol, maderas, alambres , cremas y botellas. 

Las paredes de madera marron revestidas con dibujos y pinturas, apiladas una por una en un intento de volverlo un mundo de verdad, construir una ventana a la fantasía que tanto anelaba. 

El cuarto era mío, lo único que podía llamar mío ya que ni yo misma me pertenecía, sin embargo el cuarto si era mío. 

Todo cambió por el chico, el señor solo sacaba fotos, pero el chico era violento, me tocaba con fuerza y si me oponía me castigaba. Le gustaba pegarme, me hacía sacarme la ropa y me golpeaba con una tabla de madera en la cola hasta que la piel quedaba tan roja como la sangre. Él decía que los golpes eran para ablandarme la carne, eso le gustaba tanto, entonces su gusano se endurecía y lo clavaba adentro mío. Odio al chico, me olfateaba y lamía como un perro, aullaba antes de encuciarme y me mordia en donde le daba la gana. 

Me aferré a la basura como si con ella pudiera creae una armadura con la capacidad de protegerme. El piso lleno de  papeles y mugre que ensuciaban mis pies, a un costado la ropa sucia, pedazos de comida pasada y los bichos, no me importaba cuando las cucarachas caminaban sobre mí, lo deseaba. Dejé de bañarme para ser aún mas desagradable, no me importaba el mal olor de mis axilas o lo duro de mi pelo, no me importaba nada, solo quería dar asco. ¿y por qué no? De todos modos, no importaba cuanto me lavara, siempre me sentía sucia. 

Cuando olía mal, el chico no se transformaba en hombre lobo, seguía siendo tan humano y frio como siempre. El señor no era igual, un día se cansó del olor y me llevó al baño de los pelos, me arrastró desnuda por el piso y me dejó en la ducha. Bajo el chorro peligroso, el agua se calentaba todavía más y quemaba mi espalda. Yo deseaba que el agua se traformara en fuego y me consumiera entera, quería desaparecer con el vapor... Pero no pasó. 

Un día soñé, solo estaba acostada en la cama como siempre, miraba al techo sin deseos de moverme, el cuerpo me dolía despues del castigo del chico, como estaba limpia otra vez, él aprovechó toda la noche de luna llena para comerme y a la mañana siguiente yo no era mas que pedazos sin alma. 

La sangre suele correr por mi piel, zurcando entre mis piernas, sé que es más resbaladiza que el jabón. La sangre no duele, solo es un río más que busca llegar al mar. 

Entonces el piso tiembla, las paredes se agitan, los dibujos caen uno por uno al igual que los libros, mi vista se ve nublada por los objetos, levanto los brazos e intento salir de aquella montaña que me enterraba viva. Es como la tierra, las cucarachas caminan entre mis piernas atraidas por la sangre, las hormigas picotean mis pies, así como las arañas se enredan entre mis pestañas en un intento por picarme y adormecerme con su veneno, quieren aprisionarme, envolviendome entre sus telas invisibles. Lucho contra todo, el cuarto quiere comerme viva. 

Extiendo mis piernas y brazos, pataleo y sin querer me enredo entre las sábanas, solo ellas me retienen. Veo la débil luz del pasillo que logra colarse por abajo de la puerta. 

La luz es como magia y aleja la oscuridad del cuarto, corro hacia ella, intento alejarme lo más posible del cuarto, corro por los pasillos como puedo, mis piernas queman y estoy por detenerme pero escucha al cuarto rugir. Corro sin perder el tiempo, los pies descalzos contra el suelo de cerámica, la dureza impacta dolorosamente contra la delicada piel de esa zona, pero nada me detiene. 

La señora está en mi camino pero no puedo parar, corro tan fuerte que la derribo y ella ya no se mueve, no me dice nada, pero yo se que la sangre que brota de su cabeza no es norma. El chico grita, mientras mi cuarto hace mas ruido azotando la puerta con fuerza, entonces tomo fuerza y sigo corriendo, atravieso el jardín y el sol baña mi cuerpo, el calor y la falta de hidratación hacen que mi vista se vaya a fondo negro, llego a la puerta donde la camioneta del señor estaba entrando. Juro que no sé que poder se adueñó de mi cuerpo pero salté como un lince y trepé el vehículo para cruzar la calle. 

Nunca había llegado tan lejos, las lágrimas corren por mis mejillas y el señor me persigue con su camioneta, me grita, incluso dispara al aire con su escopeta, pero yo no puedo parar. Correr y correr, mis piernas no son tan ágiles, ¿Como puedo correr? ¿Es esto un sueño? 

No estoy escapando del señor ¿De que corro? ¿Que más me persigue? Tal vez solo tenía el secreto deseo de convertirme en una persona y volver a pertenecerme.


Entonces un auto me golpea, es lo único que puede detenerme. El hombre sale alarmado pero yo estoy bien, no puedo levantarme pero estoy mejor que nunca. 

Llama a una ambulancia, la gente se apiña a nuestro al rededor, curiosa por un cadaver a mitad de la calle, por una pila de huesos que nisiquiera es capaz de quejarse por el dolor, pues fui entrenada para soportar el dolor y hasta para decir que es placentero. 

No lo sabía entonces, no podía compararme con lo que soy ahora. 

Supe que el señor estuvo entre aquella multidud y huyó como una rata. Era tan fuerte para matarme cada día, pero tan cobarde con los ojos ajenos. El chico no consiguió escapar, él no sabía como esconderse, no, solo sabía causar dolor. 

Supe que fue encontrado y llevado a juicio por multiples agreciones físicas hacia mi persona, recuerdo vividamente como sacaba su gusano para metermelo por la fuerza, me prometieron que en la carcel él experimentaría todo mi dolor ¿me pregunto, si ese dolor también? 

Lo vi llorar, suplicar piedad, fue muy tonto al creer que eso lo salvaría, sobre todo por que sabía muy bien que eso nunca me había ayudado a mí. 

Lo único que sé de la señora es que murió, su cabeza tenía una simple contusión producto del golpe contra el piso, pero nadie la habia ayudado, su preciada familia la había abandonado para intentar salvar su propio pellejo y la probre murió sin testigos, siento compasión, nisiquiera ella merecia morir en soledad. 

Hoy sé mucho mas de lo que nunca me habian permitido saber, pisé el mundo y recorrí cada parte a la que el viento me llevó. Han pasado años desde que el cuarto me liberó con aquel susto de muerte. 

Estuvimos juntos tantos años, ese fue su último regalo para mí, él tampoco quería que muriera entre aquellas paredes. Siempre le estaré agradecida por traerme a la vida. 

Ese dia le prometí una cosa, que no habría paisaje sin ver, sabor por probar o canción sin escuchar. Prometí que pasaría el resto de mis días pisando el mundo que tanto deseaba conocer.



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En el texto hay: realismo magico, thriller psicolgico

Editado: 03.12.2022

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