La Revolución Del Ejército I: Los Experimentos Malditos

Capítulo 2

Se veía seguro, hasta se podría decir que daba a aire de alguien que se creía superior, caminaba con la espalda recta y con la cabeza en alto, quién lo viera así ni siquiera pensaría que tenía miedo y es que por fuera se veía seguro, pero por dentro sus nervios eran un caos, sus manos transpiraban sin parar en solo saber para dónde se dirigía, con quién tenía que encontrarse.

Ziehen Merte, un joven normal de 19 temp de edad, nacido en Beluziet, que intentaba no llamar la atención, se veía bien formado y es que no tuvo carencias de alimentos ni nada durante toda su vida, era más o menos alto, su tez era levemente bronceada, su cabello era de color castaño oscuro y ondulado, lo usaba medianamente largo, su único rasgo llamativo, sus ojos azules claros.

Su mente estaba creando escenarios ficticios sobre la próxima conversación que tendría, todas más catastrófica que la anterior, tenía miedo de lo que él le fuera a decir, su cabeza no dejaba de dar vueltas, pero a pesar de sus nervios sabía que debía mostrarse seguro, más bien debía verse fuerte.

Caminaba por una bella ciudad, con una arquitectura que cualquiera pudiera envidiar y es que todo se veía tan pulcro, tan lujoso, los edificios eran blancos con decoraciones de oro en diferentes partes, todo ese lugar era bello, incluso la calle por la cuan estaba caminando estaba muy bien cuidada, daba hasta miedo dar un paso en el caso de que llegara a ensuciarse.

La gente a su alrededor caminaba tranquila, como si no pensaran lo que él pensaba, muchos iban tal vez caminando a sus trabajos o solo estaban pasando el rato, incluso los habitantes de ese lugar se vestían bien, sus ropas se veían que estaban cuidadas, no tenían ni una arruga en sus vestimentas, las joyas que llevaban algunos era una clara forma de ostentar dinero y es que en Zodarte, no cualquiera podía darse el lujo de gastar su dinero en joyas.

Ya era cerca de medio día y se veían algunos jóvenes con uniformes caminando, como si acabaran de salir de la escuela, algunos caminaban a la par, riendo y charlando de manera hasta un poco eufórica, en ese lugar ni siquiera se llegaría a pensar que el planeta estaba en guerra y que había gente muriendo, era como si en ese lugar eso no existiera.

Tampoco podía decir que a él le afectaba mucho la guerra, no era algo que le había tocado de cerca o que le afectará de sobremanera, o eso más bien quería pensar, siguió su camino sin dejar de mirar a su alrededor maravillado con los lujos de aquel lugar.

Luego de caminar un trayecto y doblar en algunas esquinas, su vista se fijó en el gran edificio que comenzó a alzarse al final de aquel camino que había tomado hace poco.

El edificio del gobernador Brais, era una obra que gritaba poder, todo en este era majestuoso, claramente en esa edificación no se habían escatimado en gastos y es que las ventanas, puertas e incluso hasta el detalle más pequeño como los pomos de las puertas brillaban por las piedras preciosas que lo adornaban, él no estaba seguro, pero siempre que veía ese lugar le parecía que estaba hecho de puro oro y es que brillaba con una fuerza que para nadie pasaba desapercibido.

Y es que a pesar de que en gran parte de Zodarte lo catalogarían de un derroche de dinero, eso no pasaba en Termachot, y es que a ellos no les importaba en que se gastara el dinero, porque, de todas formas, ellos tenían como vivir y bastante bien.

El joven llegó a las puertas del edificio, donde tuvo que dar todos sus datos para que lo dejaran pasar a ver al gobernador, puede que a fuera de esas murallas se diera un aire a paz, como que nada estaba pasando, pero una vez que entras podías ver y sentir cómo todo estaba listo para pelear en caso de ser necesario, los militares en cada esquina eran una clara prueba de aquello, ese lugar era una fortaleza y eso no se veía desde el exterior.

Subió las escaleras procurando de hacer pausas para descansar y es que tenía que llegar hasta el último piso del edificio, el cual era muy alto, y es que por mucho que el gobernador ostentara de lujos, había carencias, el único elevador estaba restringido para él y muchas otras personas, por lo que si se deseaba subir debía ser a la manera antigua.

La tecnología estaba permitida en el planeta, pero no para todos y solo unos pocos podían tener acceso a esta, principalmente la milicia tenía todo el poder tecnológico, se consideraba que para ellos era más importante, no para el ciudadano común.

A medida que subía, sus nervios incrementaban y estos subieron aún más, cuando llegó al último escalón, tenía las ganas de dar media vuelta e irse, pero no podía, aunque eso era lo que más quería, a pesar de su deseo siguió adelante, ignorando sus nervios e intentando calmarse pensando en cualquier otra cosa, para su mala suerte, nada sirvió.

Estaba intentando verse seguro mientras caminaba por los pasillos, pero el sudor en sus manos era el recuerdo de sus nervios, siguió su camino hasta que llegó al frente de una gran puerta que casi llegaba hasta el techo, tenía bastantes detalles con cristales, diamantes y otros materiales, era otra ostento de parte del gobernador.

Con mucho cuidado y con miedo de romper algo que en su vida jamás podría tener, toco la puerta, por un breve momento pensó que no había nadie, lo cual hizo sentirse aliviado, hasta que escucho la voz del otro lado.

Adelante — todo su cuerpo volvió a tensarse, se pasó las manos por los pantalones para poder secarlas y antes de abrir la puerta dio un suspiro, al mover la pesada puerta vio al hombre que más temía ante sus ojos — Ziehen, eres tú, por favor pasa — el gobernador se veía tranquilo y hasta se podría decir amable, si lo vieras por la calle jamás imaginarías lo cruel que podría llegar hacer.



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En el texto hay: cienciaficcion, amor, poderes

Editado: 10.03.2024

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