La Revolución Del Ejército I: Los Experimentos Malditos

Capítulo 8

Naila se encontraba en el mismo cuarto de cuando llegó a las instalaciones del ejército, solo que esta vez había un militar custodiando la puerta, prefería no mirarlo para no ponerse más nerviosa.

Por fuera se veía muy tranquila, al punto de que podrías pensar que no se sentía culpa por lo que acababa de pasar, y en cierta parte así era, la chica no sentía pena por golpear a Arivel, pero si se sentía enojada, pero con ella misma y es que mientras ocurría la conversación se había estado reprimiendo para no golpearla por sus comentarios despectivos, pero cuando tocó a sus hermanos perdió todo control sobre sí misma.

No estaba preocupada por las sanciones que podían caer sobre ella, y es que en este momento poco y nada le importaba su integridad, por ella hasta que la mataran para no tener que ayudar al gobernador y lo más importante, ver a su hermana.

Pero aunque no le importara su integridad, si le importaba de lo que quedaba de su familia, no deseaba que por un error de ella, de no poder controlarse ellos pagaran el precio de sus acciones, solo esperaba que la castigaran a ella.

A pesar de que temía por las consecuencias, quería correr y seguir golpeando a la peli naranja, y es que con lo que la llegó a golpear sentía que no era suficiente, quería que sufriera más, y es que la chica no estaba en derecho de criticar a su ciudad y familia, menos cuando ella tuvo tantas comodidades, para Naila en este momento Arivel era su enemigo, al igual que cualquiera que estuviera del lado del gobernador.

Con paciencia y sin que se notara su nerviosismo, esperó durante algunos minutos hasta que el teniente entró y se quedó de pie frente a ella, Naila ni siquiera se levantó, se quedó sentada en la cama.

— Naila Snorb — comenzó hablar el teniente Rayan — debido a su reciente conflicto con su compañera, Arivel Ylleta, se le castigará con las siguientes cosas, primero con el inicio del proyecto al cual te presentaste de manera voluntaria — era unos hipócritas, Naila le quería gritar, la habían extorsionado, si por ella fuese jamás hubiera estado ahí — por segundo será un castigo de disciplina, debe aprender que en este lugar no toleramos actos violentos contra compatriotas — en ese instante aparecieron dos militares más, la chica siguió sin levantarse — eso sería, mañana a primera hora del día se te pasara a buscar.

El teniente se dio media vuelta y antes de salir la chica escuchó “Adelante”, eran dos hombres y una mujer, los tres se acercaron, dos la tomaron por los brazos para inmovilizarla y la que quedaba la comenzó a golpear.

Naila no se movió, solo recibió los golpes sin queja, no haría nada hasta que ellos se detuvieran, prefería esto a cualquier otra cosa, prefería esos golpes a saber que su familia lo pasaría mal.

Fueron varios minutos en que los tres militares la golpearon sin parar, llegaron al punto de incluso turnarse, cuando se detuvieron la dejaron tirada en el suelo sin siquiera ayudarla a levantarse, Naila se quedó por varios minutos más ahí en el suelo, esperando a que el dolor bajara poco a poco, lo que le sorprendió de sobremanera fue cuando una cuarta persona entró y comenzó a curarle algunas heridas, le pidió que se tomara algo y luego de revisarla se fue.

El dolor comenzó a bajar, por lo que la chica lo tomó como que ya era hora de irse, se levantó con algo de dificultad y se fue de camino a la habitación, en el trayecto se perdió, los pasillos eran insufriblemente largos e iguales, cuando al fin llegó entró esperando que el lugar estuviera solo, no deseaba que nadie la viera golpeada o que la vieran con miedo.

Por suerte no había nadie, con paso lento entró al lugar y se dirigió a la cama que había tomado propiedad.

Cuando se tumbó en la cama, se quedó varios minutos mirando la pared, se estaba intentando aguantar las ganas de llorar que sentía desde hace días, porque aunque se encontrara sola en ese instante, sabía que el cualquier momento alguien podía entrar y verla en su momento de debilidad y es que así lo sentía.

Sentía tanta tristeza, aunque también aliviada de que su error lo pagaría ella, a pesar de que una parte de ella le decía que no podía confiar en las palabras del teniente, al final una pequeña lágrima cayó en completo silencio.

Aparte de su tristeza, también sentía rabia, quería destruir a esos desgraciados que por su culpa había tenido la vida que le había tocado a ella, a su familia y a todos los que pasaban una vida miserable, pero debía contenerse, no podía ir por ahí golpeando al que quisiera, debía pensar en sus hermanos y en su madre, ellos eran su prioridad.

El resto del día se lo pasó ahí, de vez en cuando se recostaba y miraba el techo, solo estaba ella en sus pensamientos, ignoraba incluso el ruido de la puerta cuando se abría, de vez en cuando podía sentir las miradas sobre ella, pero los seguía ignorando, incluso no comió nada en el resto del día, de esa manera se quedó dormida esperando el día siguiente.

Por muy sorprendente que sonara, Naila aún conservaba el horario de Cerillan y es que a pesar de que en su ciudad natal era invierno y gran parte del día estaba oscuro, la vida empezaba muy temprano, por lo que la chica se levantó a la hora de siempre.

Se levantó y se fue a uno de los dos baños que había en la habitación, primero tomó algo de agua que sacó del grifo y luego se lavó la cara, cuando hizo eso, su mente cambió, de pronto se vio las manos y las tenía llenas de sangre.



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En el texto hay: cienciaficcion, amor, poderes

Editado: 10.03.2024

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